lunes, 28 de diciembre de 2009

El regalo de Navidad.

Como es tradición, pasé la Navidad en la casa de mis papás. Me sentía rara llegando sola, porque antes iba con mi primer ex marido (cuando éramos novios y después casados) y luego con Francisco. Fui dispuesta a escuchar las bromas de mi hermano y su señora (que pertenecía a mi grupo de amigas de la universidad), ya que antes me molestaban porque no tenía hijos, ahora quizás con qué cosa me saldrían. Todo porque ellos tienen cuatro niños, los únicos que soporto, la verdad.

Cosa extraña, mi mamá me abrió la puerta. Y lo primero que me dijo fue: tu regalo de Navidad está en la terraza. Quise ir a saludar al familión, pero no me dejó; me obligó ir a la terraza.

Lo primero que hice fue mirar a la piscina, ya me imaginaba un paquete precioso flotando, típica broma de mi hermano. Hasta que sentí unos ojos mirándome y veo a Francisco, de pie con cara de nervioso, con un ramo de flores en la mano. Lo primero que hice fue devolverme a buscar a mi mamá, para pedirle explicaciones. La encontré en la cocina, dando las últimas instrucciones.

- ¿Me puedes explicar que hace mi ex marido en la terraza?
- Fue idea de él esperarte afuera. Hazlo entrar porque van a servir el aperitivo. Te mueres lo rico que está todo.
- No quiero que entre. Quiero que se vaya.
- ¿No has hablado con él?
- Obvio que no, mamá. No tengo nada que decirle.
- Tienes que escucharlo primero.
- Mamá, mi matrimonio con Francisco terminó. Yo di vuelta la página, estoy viviendo sola y feliz, y tengo entendido que él está con la rota esa teñida.
- Te equivocas, hija mía. Francisco está solo. Se dio cuenta que lo de la rota esa fue un error, y tiene una propuesta que hacerte.
- No me interesa. Quiero que se vaya.
- Primero tienes que escucharlo y darle una oportunidad. Él todavía te ama y quiere que lo perdones. No es tan difícil.
- Pero es que ya tengo mi vida armada...
- Mira mi linda, esa vida tuya de soltera viviendo sola me ha hecho pasar mucha vergüenza. ¿Sabes lo que respondo cuando me preguntan por ti? Que estás pasando por una crisis matrimonial, que ya todo se arreglará. Eso de vivir sola a tu edad no es de gente de bien, que atroz. Tienes que volver con tu marido, tener un hogar.
- Pero mamá, yo no amo a Francisco.
- ¿Y quién está hablando de amor? La manía de mezclar las cosas, por Dios. Ahora anda a escuchar al pobre de Francisco, y actúa como debe ser.

Me devolví a la terraza, resignada. Estaba consciente que mi mamá tenía toda la razón del mundo, pero ya había borrado de mi vida a Francisco, aunque después del matrimonio de Juan Antonio me sentía un poco perdida con respecto a mi vida.

Me paré frente a él y lo miré a los ojos. Me encantó sentirme superior y que Francisco tuviera esa mirada de timidez y culpabilidad.

Le recibí sus flores y lo escuché.

lunes, 21 de diciembre de 2009

El matrimonio.

Tuve que aguantar los retos de la Lena porque tenía razón respecto a Johann: quizás si lo hubiera aguantado un poco no tendría el problema de con quién ir al matrimonio. Después de retarme, se puso a averiguar en internet "escort vip", aunque para mí es un simple eufemismo. Me tenía media convencida - son regios, hablan varios idiomas, educados y no es obligatorio tener sexo con ellos - hasta que me acordé de un entrenador personal (encuentro último de rasca eso de personal trainer) del gimnasio que iba cuando estaba casada con el latero de Francisco, con el que me llevaba muy bien, aparte que es bastante regio y educado, estudió en un colegio de bien, que más puedo pedir.

Llegué al gimnasio minutos antes que cerraran. Pedro (un nombre ideal, católico como corresponde) me saludó muy amoroso y mientras le contaba de mi vida, le pregunté cuanto ganaba por hora. Me miró raro, pero igual me contestó. Calculé mentalmente 8 horas por el doble, y se lo ofrecí. Abrió los medios ojos y me preguntó que tenía que hacer. Me tuvo que dar sus medidas porque no tenía ningún traje decente, así yo se lo compraría a mi gusto y llegaría temprano el sábado a mi casa a vestirse.

El sábado, mientras se ponía el traje carísimo que compré (se veía realmente guapo y elegante) nos pusimos de acuerdo en cómo nos conocimos (él era mi entrenador personal y se enamoró locamente de mí, aunque obvio que tiene que contar que es socio en el gimnasio y no un simple profesor), caminamos un poco tomados de las manos y partimos en mi jeep, porque su auto de verdad deja bastante que desear.

Me veía realmente estupenda. Usé un vestido de una sola manga, de un color bastante especial (un tipo de lila oscuro), un moño discreto y pocas joyas. Para qué decir las miradas de envidia cuando entramos al salón, fue lo mejor de la noche.

La ceremonia fue extrañísima: mucho olor a incienso, sonido de campanas, un tipo de cura vestido de rojo y amarillo, la china vestida con una ropa de su país (se veía más fea la pobre), Juan Antonio entero de blanco, hicieron reverencias y unos cánticos bastante extraños. Según la Lena fue un matrimonio"budista". Yo lo encontré una lata.

La recepción fue en un saloncito cercano, adornado con figuras extrañas, las mismas que tiene Juan Antonio en su departamento. Él con la china fea estaban en la entrada, saludando. Todavía me acuerdo de los ojos cuando me vio, estoy segura que en ese mismo momento se arrepintió de estar casándose. Le presenté a Pedro con la mejor cara de enamorada que encontré.

Todo iba bien en nuestra mesa, aparte de la Lena y Sven nos sentaron con gente mayor, amigos de los papás de Juan Antonio, gente agradable y muy educada. El único punto negro de la noche fue que Pedro se mostró muy alegre y conversador, ya que tomó un poco más de la cuenta. Comenzó a abrazarme, a decirle a todo el mundo cuanto me amaba, felicitó como cinco veces a Juan Antonio y a la china fea, a los papás de la china que no entendían nada, hasta que se quedó dormido en la mesa. Gracias a la ayuda de Sven lo pude subir al jeep, y cuando me fui a despedir de Juan Antonio (me había retocado el maquillaje recién) me dijo que no le veía mucho futuro a mi relación, porque nos encontró muy distintos.

Lo mismo digo de tu matrimonio, le respondí.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Al teléfono con Johann.

- ¿Cómo estás, Johann?
- Un poco ocupado, pero dime.
- Quería confirmarte el horario del matrimonio, ese que te comenté el otro día en mi casa, para que nos pongamos de acuerdo.
- Se me había olvidado completamente. ¿Este fin de semana?
- Sí, este sábado 19.
- Me parece que no podré ir. Déjame ver mi agenda, espérame un segundo.
- ¿Cómo que no puedes? Me dijiste ese día que justo no estás con tus hijos, que te encanta ir a los matrimonios, que te gusta bailar…
- Sí, pero muchas veces planifico algo y luego tengo algún inconveniente: comidas de última hora con gente de afuera, alguna enfermedad de mis hijos o algún cumpleaños que se me olvidó, típico de familiar cercano.
- Me da mucha lata que no seas un hombre de palabra, como creí.
- ¡Pero mujer, no seas exagerada!
- No es exageración. Cuando digo que sí a un compromiso, lo cumplo. Esperaba que también fueras así.
- Soy así, pero piensa que no hablamos desde que fui a tu casa, y desde ese día algunas cosas cambian.
- Te concedo esto último. De hecho, estuve esperando un llamado de tu parte, después de lo que pasamos acá.
- Discúlpame, pero este fin de semana estuve con mis niños y he tenido un montón de trabajo. Tú sabes, es fin de año. Andamos todos como locos.
- Así parece.
- Bueno, déjame ver mi agenda. ¿Te parece si te devuelvo el llamado en unos minutos?
- Prefiero esperar, sino te importa.
- Te voy a dejar en hold, porque tengo otro llamado en línea.



- Aló, ¿sigues esperando?
- Sí, Johann, acá estoy.
- No te tengo muy buenas noticias.
- ¿Puedes o no puedes acompañarme?
- Depende de mi ex mujer. Resulta que mi hijo tiene un cumpleaños y capaz que tenga que ir con él, porque su mamá tiene algo que hacer.
- Es decir que no puedes.
- Si mi ex soluciona el problema que tiene, entonces sí.
- ¿Y cuándo lo sabrás?
- El mismo sábado, probablemente.
- Me suena más a un no, fíjate.
- Es que esto pasa cuando se tienen hijos, muchas cosas no se pueden controlar.
- Así veo. Lo malo es que no tengo a nadie a quien invitar, porque contaba contigo.
- Lo siento mucho, pero mis hijos están primero. Es una de las razones porque no he tenido ninguna relación desde que me separé.
- Entonces, en mi casa el otro día, ¿qué fue? Porque te digo de inmediato que yo no soy así con nadie.
- Fue un encuentro entre dos adultos que se caen bien.
- ¿Así lo defines?
- Un poco, sí. ¡No estarás esperando que te pida la mano!
- Por supuesto que no, pero sí esperaba un poco más de seriedad de tu parte.
- ¿Más seriedad? ¿A qué te refieres?
- Da lo mismo, Johann. Si tú no lo sabes, no importa.
- Pero no te molestes, estamos conversando.
- Estábamos, fíjate. Porque no quiero hablar más contigo, Eso sí quiero que te quede clarísimo que si me fijé en ti fue porque la Lena me habló maravillas, que por supuesto están lejísimos de la verdad.
- No tienes porque enojarte.
- Y no tengo por qué seguir hablando contigo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El sacrificio.

A regañadientes hice lo que la Lena me recomendó: visitar a Johann en su trabajo, de sorpresa, con un picnic. En realidad ella lo preparó todo y me pasó un canastito bien bonito, con una botella de vino blanco, dos copas, algunos sandwiches y algo dulce, me parece. También por su indicación me puse unos jeans y una blusa bien coqueta.

Llegué a la oficina de Johann alrededor de las 5 de la tarde, y con las preguntas del guardia en la entrada, más el aviso a su secretaria, se acabó la sorpresa. De todas formas me recibió con una gran sonrisa, que lo hacía verse más tosco, encontré. Me dijo que no podía porque estaba con mucho trabajo (lo que escuché con alivio) pero que más tarde sí, si no me importaba. Me despedí con una sonrisa coqueta, que no se preocupara de la hora, que el picnic estaría listo en mi casa a la hora que él llegara.

Desde mi casa llamé a la Lena para que me ayudara en mi casa. Llegó al rato y juntas hicimos un bonito ambiente en el living, con velas y varios cojines. Igual le dije que me daba lata tanto esmero, que Johann al final es muy aburrido y para nada atractivo, que si no fuera porque ya le entregué el regalo a Juan Antonio y le dije que iría emparejada, no volvería ver más al latero.

Me di un baño de tina, me puse un vestido bien primaveral, unas sandalias sin tacos, me perfumé, tomé un tranquilizante, me hice un vodka tónica y me senté en la terraza a esperarlo. Pasó bastante rato, porque me quedé dormida y me despertó el citófono. Eran las once de la noche; encontré una rotería que viniera tan tarde, pero encendí las velas y lo recibí con mi mejor cara.

Me trajo otro ramo de rosas (ahora eran rojas) y me dio un beso en la mejilla tomándome de la cintura, cosa que me cargó. Se sacó los zapatos y se sentó en el suelo, mientras yo le serví una copa de vino. Con una excusa fui al dormitorio a tomarme otro tranquilizante, porque estaba a punto de echarlo de mi casa. No quería verlo más. Por Juan Antonio hago todo esto.

Lo peor fue que cada cosa que le conversaba, él se me insinuaba, sin ningún disimulo. Y comía con hambre, con la camisa afuera, sin corbata, muy relajado, riéndose fuerte, cambiando la música a su gusto, contando anécdotas de sus viajes, de su trabajo. Yo sólo le sonreía con cara de interesada, hasta que se me acercó y me besó. Mi primer impulso fue darle una cachetada, pero luego recordé mi finalidad con él, y lo dejé.

Me siguió besando un rato, tocándome por encima del vestido, mientras todo el rato pensaba en Juan Antonio y su cara cuando me viera con él en su matrimonio, como para darme ánimo. Luego me tomó en brazos y me llevó al dormitorio.

Obviamente lo que hice con él no es amor, y si no me sentí tan mal fue porque veo a Johann como un instrumento para celar a Juan Antonio. A medida que Johann me besaba y me desvestía, menos me gustaba. Lo encontré torpe, brusco. Cuando se quedó dormido, me fui al baño, me di una ducha larga con harto jabón, me tomé otro tranquilizante y me fui a la terraza con un vodka tónica en las manos. Iba a esperar un rato para despertarlo, porque ni loca lo dejo que duerma conmigo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Conversando con Lena VII: ¿Mojigata?

- Qué bueno que me llamaste. Tengo que conversar un asunto contigo.
- ¡Yo también! Ni te imaginas de donde vengo ahora. Creo que me vas a felicitar.
- Necesito que me contestes una pregunta: ¿Qué pasó con Johann?
- ¿Cómo qué que paso con Johann? Si ya te conté todo.
- ¿Estás segura que me contaste todo?
- Obvio que sí, Lena. Pero déjame contarte lo que acabo de hacer…
- Pucha, es que si no me cuentas todo, nuestros planes se irán a la basura. Además que necesitas un marido, y nadie mejor que Johann. ¿O acaso no te gusta?
- ¿De qué estás hablando? Si salió todo bien con él. Y no me quiero casar, apenas lo estoy conociendo. Y definitivamente no necesito un marido.
- Pero claro que lo necesitas. ¿O acaso crees que Francisco te dará para siempre una mensualidad? Después que se divorcien no recibirás ni un peso. ¿Has pensado cómo te vas a mantener?
- Falta mucho para eso, Lena. No seas pájaro de mal agüero.
- Por eso necesitas un marido, y por eso no te puedes equivocar con Johann.
- No entiendo a qué te refieres, si todo salió perfecto.
- Mira, hablé con él ayer y no me llevé la misma impresión. ¿Te ha vuelto a llamar?
- No todavía, pero supongo que se está haciendo el interesante.
- Te equivocas. Johann va directo al grano. No te ha llamado porque perdió el interés por ti.
- Imposible. No te creo. ¡Si hasta me reí de sus chistes fomes!
- Bueno, algo hiciste. Me dijo que le encantaste, hasta que se enteró que eres una mojigata.
- ¿Eso te dijo?
- Sí, incluso pensó que eras súper católica.
- ¿Qué se cree el latero? Que se pegue con una piedra en el pecho que salí con él, hasta me puse un vestido maravilloso sin estrenar.
- Bueno, eso mismo me comentó. Que andabas con ropa provocativa, que le coqueteaste, pero no lo dejaste entrar a tu casa.
- ¡Obvio que no! Si apenas lo conozco.
- ¡Pero mujer, si no tienes 15 años!
- Mira, él fue el desubicado: llegó con un ramo de rosas, como si fuera una cita romántica, después me dijo que quería subir a mi departamento para conversar, y eso que nos pasamos la cena hablando.
- Si andabas vestida en forma provocativa, si le coqueteaste, lo menos que podías hacer era hacerlo pasar a tu casa.
- Una cosa es lo que él piense de mi ropa y de mi actitud, y otra muy distinta es lo que yo estoy pensando en mi fuero interno. ¿O es que tengo que andar vestida como monja para que no se sobrepase conmigo?
- Que exagerada eres. ¿Qué hay de malo en que quiera estar contigo a solas?
- Mucho, fíjate. Estaré separada, viviré sola, pero soy una mujer decente. Si le gustan las fáciles, ese es su problema.
- No se trata que le gusten las mujeres fáciles, se trata que somos adultos y de seguro él quería estar contigo a solas para darte un beso, tocarte algo, que sé yo.
- Mal me parece. Y hasta me da rabia que te haya comentado esto. Mira Lena, yo he hecho todo lo que me dijiste: que me ría de su fomedad, que le ponga atención, que me haga la buena dueña de casa, bien femenina, pero acostarme con él a la primera salida, mejor que se busque otra.
- ¿Y qué tiene de malo el sexo? Se debe ver regio sin ropa, con ese cuerpazo que tiene. Y me tinca que es bien caletón.
- Me da lo mismo. Y ya no quiero saber nada de él. Que se busque otra.
- Ah no, eso sí que no. El otro candidato que te tenía se volvió a juntar con la ex mujer. Además que no puedes ir sola al matrimonio de Juan Antonio.
- Tienes razón, con la rabia que me dio por el latero se me olvidó ese gran detalle.
- Ahora que entraste en razón, te digo cómo hacer que Johann se interese por ti.
- Con una condición: lo hago sólo para no ir sola al matrimonio. Después de eso, si lo sigo viendo o no, es cosa mía.
- ¿No te tinca como marido?
- Puede ser, pero tengo que pensarlo un poco.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El Regalo.

Después de la cena con Johann tomé una decisión: iré al matrimonio de Juan Antonio con él. Así le demuestro que mi vida sigue, que me da lo mismo que se case con la china fea, y que estoy acompañada.

Partí entonces a comprarle el regalo. Encontré un juego de cuchillería finísimo, que hasta me dieron ganas de dejármelo para mí. Así, cada vez que coma algo, me recordará. Y capaz que la china fea aprenda a comer como la gente, aunque lo dudo.

Fui al instituto donde Juan Antonio enseña ese karate medio raro, para entregarle el regalo. Me puse ropa deportiva que marca mi figura, para que piense que vengo del gimnasio, que hice un alto en mis actividades, no que sólo voy a verlo y nada más en mi día.

Me asomé por la ventana de la sala donde hace clases, mientras algo les hablaba a sus alumnos. Abrió los medios ojos cuando me vio, dijo algo y salió a saludarme.

- Qué bueno verte- Me dio un abrazo el muy fresco, que yo no respondí.- ¿Significa que ya no estás enojada conmigo?
- Jamás estuve enojada contigo, Juan Antonio. Necesitaba tiempo para ordenar mi vida.
- ¿Y ya está todo bien?
- Muy bien. De hecho, te vengo a dejar el regalo de matrimonio y de paso contarte que iré con mi nueva pareja, porque la invitación es para mí y acompañante, ¿no?
- ¿Tu nueva pareja? ¿Tan rápido?

No le pude contestar porque apareció la china fea. Juan Antonio tuvo cambiar su expresión de asombro y presentármela. Aproveché ese momento para entregarles el regalo.

- Te lo agradezco mucho- me dijo ella en un español pésimo,- pero estamos inscritos en una lista de novios, que incluye el servicio de reparto.
- Jamás compro en multitiendas. Por eso lo traje personalmente- le respondí.
- Te agradezco mucho el detalle- me dijo Juan Antonio.
- ¿Y vendrá tu familia desde tan lejos al matrimonio? – le pregunté a la china sólo porque soy educada.
- Vendrán mis padres – me respondió.
- Pobrecitos, me imagino lo terrible del viaje. ¿Cuántas horas son desde China hasta acá?
- Soy japonesa, no china.
- Es como si a ti te dijeran boliviana o peruana – Juan Antonio me lo dijo con un tono de voz molesto.
- Muy difícil que me confundan con algún indio – le aclaré. - Mi porte y cara más parecen de europea. Ya les contaré como me atienden de regio cuando ando por allá, porque creen que soy una de ellos.

Al parecer la conversación quedó congelada desde ese momento. Como si fuera mi culpa que los chinos sean todos iguales. De todas formas les deseé que todo les saliera a las mil maravillas, sin inconvenientes, y me fui. Camino a mi casa, llamé a la Lena para contarle el gran paso que estaba dando.

lunes, 16 de noviembre de 2009

La cena.

Johann me llamó el domingo en la tarde para ponernos de acuerdo. Pensé que se iba a demorar un poco más en hacerlo, en esa forma media tonta que tienen los hombres en hacerse los interesantes. Parece que sus ganas de verme eran abrumadoras, porque quería ir el lunes al famoso restaurante francés. Le dije que tenía cosas que hacer, y quedamos para el miércoles. Lo malo es que no quiso que cada uno llegara por su lado; te paso a buscar, soy un caballero, me dijo.

Aproveché para estrenar un vestido negro precioso, un poco insinuante, pero la ocasión lo ameritaba. A las ocho estaba lista, y apenas el conserje me avisó que Johann había llegado, tomé el ascensor y bajé, porque no me parece correcto que entre a mi casa si apenas lo estoy conociendo. Llegó con un hermoso ramo de rosas blancas, cosa que me pareció inapropiada porque no era una cita romántica, aunque se las agradecí con una de mis encantadoras sonrisas y se las entregué al conserje.

Me llevó a un restaurante finísimo al que he ido varias veces, por supuesto. Trató de ordenar en francés, pero no fue capaz. Me sale mejor el alemán, me dijo como broma. Obvio que me tuve que reír.

Se comportó como un caballero, debo reconocerlo: se preocupó que mi copa estuviera siempre llena, si yo me levantaba para ir al baño él me corría la silla, entre otros detalles que me gustan mucho. Como que me empezó a caer mejor.

Me contó que se había separado dos años atrás, que tiene dos niños de 6 y 8 años (parece); que los ve fin de semana por medio y algunos días en la semana (parece); que tiene un campo en el sur, que algún día podríamos ir, aprovechando un fin de semana largo (como si me gustara el campo); que ha estado solo desde que terminó su matrimonio porque no ha encontrado una mujer con todas las cualidades suficientes; que lo que tiene de alemán es lo trabajador, puntual y ordenado; que vive solo en una casa con dormitorios para sus hijos y muchas cosas más que no recuerdo porque mientras me hablaba me puse a recorrer mentalmente mis sandalias, y recordé algunas que las tengo en la bodega y que necesito sacar ahora que comienza el calor.

Cuando me preguntó a que me dedicaba, tuve que pensar un rato. Entonces me acordé de mi madre, siempre regia, pero preocupada de la casa, su marido y sus hijos. Le respondí que me encantaba ser dueña de casa (me acordé de los consejos de la Lena sobre los gustos de los alemanes) pero que tenía pésima suerte en el amor, ya que mis dos ex maridos me habían engañado con mujeres inferiores a mí, cosa que le recalqué, y que en el fondo me daba rabia que mis ganas de tener una familia siempre se encontraba con el escollo de mis males de amores.

Al parecer le gustó lo que le conté, porque en adelante la cena transcurrió de una manera muy agradable. El punto negro de la noche fue al momento de irme a dejar, porque el muy fresco quería entrar a mi departamento. ¿Y para qué? Para que conversemos. Ya conversamos, le dije.

Le di un beso en la mejilla, me bajé de su auto y caminé de forma muy coqueta hasta la entrada del edificio. Así aprenderá que no soy una mujer fácil, sólo regia.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Conociendo a Johann.

Finalmente me decidí por los jeans, así me veo regia y relajada a la vez. También aproveché para estrenar unas sandalias españolas maravillosas, más un top lila que hace que se destaquen más mis ojos. Usé joyas sencillas, porque nueva rica no soy.

Por supuesto que llegué un poco tarde, así, al entrar, todos los ojos se posarían en mí. Puse especial atención en la cara de Johann. Lo vi boquiabierto; quizás no me imaginaba tan regia como lo soy en verdad.

También me fijé en él, por supuesto. Tiene razón la Lena: se nota a lo lejos que tiene un buen cuerpo, espaldas anchas, brazos tonificados. Para mi gusto un poco tosco de facciones, muy rubio, pero es de ese tipo de persona que se nota que es extranjera, lo que es ideal para llamar la atención con él.

La Lena hizo comida típica alemana, que a Sven y Johann les encantó. Personalmente la encuentro asquerosa, llena de grasa, con razón son tan gordos. De hecho Johann, en unos pocos años, será el típico guatón alemanote. Y la Lena también, si sigue comiendo así.

Johann se comportó como un caballero, muy atento. Por supuesto que me hice la interesante, y hasta bostecé un par de veces. Es que la verdad me sentía muy incómoda en esta especie de cita a ciegas, ni que estuviera desesperada por un hombre. Johann, o cualquier otro, si quiere estar conmigo, debe hacer un esfuerzo. Toda esta actitud me duró hasta que me paré al baño y la Lena me siguió.

- ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué pareces como aburrida?
- No me pasa nada. Estoy normal.
- Mira, si quieres que Johann se interese por ti, muestra un poco de interés. ¿O acaso no te gustó?
- Me parece bien
- ¿Bien? Es regio, tiene plata, es el acompañante ideal para sacarles celos a Juan Antonio, y de paso, volver a casarte.
- Déjame conocerlo un poco antes de pensar en casarme, Lena.
- Entonces demuéstrale que te interesa: ríete de sus chistes fomes, hazle alguna pregunta, que se yo.
- Lo haré, no te preocupes.

Volví a la mesa y me hice la interesada: me reí de un par de chistes fomes de alemanes, le pregunté por la edad y nombre de sus hijos (lo que se me olvidó), me contó un poco de su trabajo (que también olvidé) y nos dimos cuenta que ambos amamos la cocina francesa. Con esta excusa me pidió mi número de teléfono para invitarme “al mejor restaurante francés”, según me dijo.

Cuando nos despedimos, me tomó de la cintura para darme un beso en la mejilla. No me gustó mucho esa actitud de tanta confianza. Veremos cómo se comporta en la cena.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Pensando.

Ayer me llamó la Cota García. Le contesté solamente porque no tengo su número registrado. Sonaba feliz de la vida, y supe de inmediato que era por Francisco. ¿Supiste que tu marido está viviendo con su amante en tu departamento?, fue lo primero que me dijo. Ex marido, le corregí, y sí, ya lo sabía, le mentí para no darle en el gusto.

Apenas dejé de hablar con ella me hice un vodka tónica. Por eso Francisco no tuvo problemas en acceder a todas mis peticiones económicas: me dio la mitad del valor del departamento, me da dinero mensual, me dejó llevarme mis muebles favoritos… Qué le vamos a hacer, le gustan las rotas. De todas maneras siempre me sentí mucho para él, y quizás eso le molestaba. Porque no cualquier hombre soporta tener de compañera a una mujer regia como yo. Con la rota esa se siente más a gusto.

Ahora me da lo mismo lo que mi círculo social pueda pensar, porque Francisco se hizo un flaco favor al vivir con la rota, y uno grande a mi. Primero, no hay nada más último que “irse a vivir”. El matrimonio es para la gente de bien, eso es obvio. Segundo, me imagino al pobre de Francisco (me da hasta lástima) yendo a esas cenas finísimas que nos invitaban, con la rota teñida rubia del brazo. Obvio que toda la gente se dará cuenta que yo era demasiado para él.

Tomando mi tercer vodka tónica (tuve que practicar para que me quedaran ricos porque me había acostumbrado a que me los hiciera la nany, que al final se quedó con Francisco. Ahora tengo una nany peruana) encontré que la Lena tiene razón. Debo ir al matrimonio de Juan Antonio, y del brazo de un hombre apuesto y educado. Si lo único que me molesta es que tendré que conocerlo en una especie de cita a ciegas, que encuentro último. Y no tengo porqué llamar a Juan Antonio; con que les haga llegar un regalo basta y sobra.

Este sábado conoceré a Johann. Estoy un poco indecisa si uso un vestido precioso que tengo sin estrenar, o unos jeans que me hacen ver demasiado regia. Es que no quiero darle la señal equivocada: a través de mi ropa él debe darse cuenta que trata con una dama, que no porque ahora vivo sola y tengo dos matrimonios a cuestas soy fácil. Pero divertida y buena compañera, eso de todas maneras.

lunes, 26 de octubre de 2009

Conversando con Lena VI: los recados.

- Me parece último que Francisco te use como recadera.
- No te preocupes, si a mi me da lo mismo.
- Es que lo encuentro último de cobarde. ¿Y cuál es el famoso recado?
- Lo típico: que eres una excelente mujer, bonita, educada, que te agradece el tiempo que estuvieron juntos…
- Eso ya lo sé.
- Fíjate que estaba muy nervioso y se dio varias vueltas antes de decirme que, y este es el recado, que comenzaría con el proceso de divorcio.
- ¡Me parece excelente! En vez de este caffè latte, deberíamos tomar champaña.
- ¿No te da curiosidad saber porque desistió de tu perdón?
- Porque desde que lo pillé con la rota esa, supo que me había perdido para siempre. Más claro echarle agua.
- La Cota García me contó otra versión.
- La versión rasca, querrás decir.
- Algo así. El otro recado es de Juan Antonio. Aunque no es un recado propiamente tal.
- De ese menos quiero saber. Mira, de esos dos no hago ni un hombre que valga la pena.
- Pero igual te digo: me pregunta a cada rato por ti. Me dice que no se quiere casar sin haber hablado contigo antes, que quiere ser tu amigo, que eres una mujer muy importante en su vida…
- Tan importante que igual se casará con la china fea esa.
- Si vieras, cada vez que me encuentro con él en el instituto me habla de ti. Deberías llamarlo.
- Ni muerta. Que se quede con la china.
- Cosa tuya, pero antes de ir al matrimonio tienes que llamarlo para felicitarlo.
- ¿Y qué te hace suponer que yo iré?
- Tu inteligencia, mujer. Así le demuestras que no te importa. Mira, lo tengo todo pensado: nos vamos a un spa el mismo día, nos compramos los vestidos de la nueva temporada vía internet…
- Claro, y llego sola. Regia y sola.
- Todavía no he llegado a esa parte. Con Sven tenemos pensado presentarte uno o dos candidatos para que no estés sola. Mira, será una comida bien sencilla y de buen gusto en mi casa…
- ¿Una cita a ciegas? No, gracias.
- No seas prejuiciosa. ¿O acaso no confías en mi buen gusto?
- No se trata de eso. Lo encuentro último, eso es.
- Mira, te voy a contar un poco del que más me gusta a mí, para que te entusiasmes: se llama Johann Bieber, sus papás son descendientes de alemán, no te preocupes que no es como Sven, con esa crianza alemana. Por eso me gusta para ti. Y vieras la plata que gana. Separado con dos hijos, creo. Niños pequeños. Qué mejor
- Horrendo me parece. Lo que me faltaba: dármelas de madrastra.
- Tienes que verlo desde esta óptica: no te pedirá hijos, porque ya los tiene. Y es bien regio, nada todas las mañanas antes de ir al trabajo. Imagínate el cuerpo que tiene.
- ¿Y quieres que lo conozca en tu casa y luego lo invite al matrimonio?
- Algo así. Piensa solamente en la cara de Juan Antonio cuando te vea, más regia que nunca, con un hombre atractivo, elegante y te mira con ojos de deseo.
- Con que me mire con respeto me basta, Lena.

lunes, 19 de octubre de 2009

Mejor que nunca.

Sé que dije que no dejaría de escribir en mi pc rosado, porque me serviría para releerme y darme cuenta de mis errores, si es que los hay.

Sin embargo, no pude hacerlo. Me han pasado cosas desastrosas este último tiempo, cosas de rotería última, que hasta me da vergüenza escribirlas.

Para empezar: Francisco y sus mentiras. Acepté ir a terapia de pareja, donde lo vi arrepentido y ojeroso. Según él todo el cuento con la rota fue simplemente sexual, que se había alejado de mí porque muchas veces yo era fría y no veía en mí ganas de ser madre. Puras tonteras. Lo peor de todo fue que juró frente a la terapeuta que no seguía viendo a la rota teñida esa, que sólo quería volver conmigo y ser felices. Y gracias al detective y su informe cada dos días, pude darme cuenta que sí estaba con la rota, que la esperaba afuera de su trabajo y que muchas veces la iba a dejar, en esas comunas periféricas en que las casas valen lo mismo que mi jeep, que muchísimas veces se quedaban en el hotel, porque claro, Francisco sabe que jamás lo buscaré, entonces el muy fresco se paseaba por donde quería con la rota teñida de rubia.

Lo peor no fue eso, porque yo, la tonta bondadosa y comprensiva, pensaba volver con él, hacerlo sufrir un poco, que me hiciera mejores regalos (como el mismo jeep pero del año, hasta lo tenía visto en un rojo maravilloso), pero cuando vi las fotos, ellos juntos tan felices, hice algo que hasta el día de hoy me pone roja de vergüenza cada vez que me acuerdo: enfrenté a la rota esa. Pero no me quiero acordar.

Para que hablar de Juan Antonio. En vista y considerando que no le pensaba contestar el teléfono, me envió varios mensajes de texto, invitándome a distintas partes, que la china fea llegaría luego, que aprovecháramos. ¿Aprovechar qué, me pregunto yo? ¿Acaso esa es una invitación digna para una mujer de mi tipo? Me dieron ganas de pegarle por la falta de respeto. Y para rematarla, me envió un parte de su matrimonio. Último. Por supuesto lo eliminé de amigo y borré todos sus números telefónicos y cualquier cosa que me lo recordara.

Ahora escribo en mi nueva terraza de mi nuevo departamento. Llegué a un excelente acuerdo monetario con Francisco, y me pude independizar. La Lena me ayudó a tomar la decisión, porque tiene toda la razón: como todo el mundo se enteró de la rotería de Francisco con la teñida esa (gracias a la envidiosa de la Cota García), una forma de decir que estoy mil veces mejor sola que mal acompañada es haberme comprado este departamento en el mejor barrio, verme más regia que nunca, ir de compras, sonreír y aceptar mi nueva vida. Hasta estoy pensando en ir al matrimonio de Juan Antonio con la china horrenda.

lunes, 3 de agosto de 2009

Conversando con Lena V:

- Me tienes realmente preocupada. No te hace bien pasar encerrada en el departamento todo el día.
- No me siento bien, Lena.
- Me imagino que no, pero debes buscar una solución. ¿Hablaste con Francisco?
- Se está quedando en un hotel mientras espera que yo lo escuche.
- ¿Y volviste a llamar a Juan Antonio?
- ¡Estás loca! Tengo dignidad, y harta.
- ¿Qué tiene que ver la dignidad aquí?
- Lena, se va a casar sí o sí con la china fea.
- Pero mujer, quizás lo pillaste por sorpresa con tu noticia.
- Me da lo mismo; yo esperaba que se pusiera feliz porque finalmente podemos estar juntos, como siempre quisimos.
- ¿Estás 100% segura que es lo que tú realmente quieres?
- ¿A qué te refieres?
- Según lo que tú me contaste, cuando Juan Antonio te dijo que te casaras con él tu dudaste por su forma de vivir, por la forma en que tendría que cambiar tu vida, y finalmente le dijiste que no.
- Pero eso fue antes.
- Pero las cosas no han cambiado nada desde entonces.
- Estás confundiendo las situaciones, Lena.
- Me parece que la confundida eres tú. Sabes que si vives con Juan Antonio, tendrías que trabajar y vivir de otra manera. No te podrías dar los gustos que ahora sí, por ejemplo.
- Podría seguir con mi estándar de vida y con Juan Antonio, porque mi idea era obligar a Francisco a que me dejara este departamento y que me suba la pensión. Ahora da lo mismo.
- Te apuesto que te has dedicado a tomar vodka tónica y ni has ido a ver al detective.
- Es que lo que haga Francisco me da lo mismo.
- ¿Le vas a regalar a la rota teñida tu marido?
- Se supone que ya no está con ella.
- Si quieres yo voy donde el detective y te llevo los informes.
- ¿Te conté que mi mamá me recomendó una terapia de pareja con Francisco?
- Me parece excelente idea.
- ¿Tú crees que debería aceptar de vuelta a Francisco y olvidarme para siempre de Juan Antonio?
- Si lo vemos por el lado que Juan Antonio se casará en la primavera con Nanako y que Francisco te pide que lo perdones…
- Mi vida volvería a ser la de antes. Pero sin Juan Antonio.
- ¿Eso es bueno o malo?
- Buena pregunta.
- ¡Pero obvio que es bueno! De hecho, una vez que puedas estar con Francisco sin rencores, deberías embarazarte y comenzar una nueva etapa en la vida de ustedes como matrimonio.
- Ah, no, eso sí que jamás. Me encantan los niños, pero yo no nací para ser madre.
- Eso no se sabe hasta que te embarazas.
- ¿Sabes Lena? Esta conversación sobre el futuro me está haciendo mal. Yo pensaba que todo sería diferente. Te juro que estaba hasta feliz.
- Me da mucha tristeza escucharte así. Pero fíjate que como tu amiga debo ayudarte a que no te hundas más. Voy a ir yo donde el detective a buscar los informes, y así será más fácil saber si Francisco te miente de nuevo.
- Lo malo que el detective no me ayudará a olvidar a Juan Antonio.

lunes, 27 de julio de 2009

Lo injusto de la vida.

Francisco no volvió al departamento esa noche, pero me envió muchas rosas rojas con una tarjeta, donde decía que entendía que quería estar sola para pensar, que si quería lo podía ubicar en el hotel donde estaba durmiendo o en el celular. Firmó con un “te amo”.

Por indicación de la Lena volví a contratar al detective, por si realmente Francisco termina la relación con la rota teñida o son sólo palabras. Tuve que pagar más porque me dará un informe cada dos días, durante dos semanas.

Mi peor miedo es que todo el mundo se enterara de la rotería de Francisco, gracias a la Cota García y su envidia hacia mi persona. ¿Tengo yo la culpa de ser tan regia en forma natural y ella sólo gracias a las cirugías? Obvio que las ganas de contarle a todo el mundo debe tener, pero tiene que dar una explicación que quizás no quiera: la rota teñida de rubia trabaja en el mismo banco que el Pollo Cortés, de seguro fueron amantes, por eso él pudo sacarle esas fotos y entregárselas. De lo más rasca la historia, es que Francisco se pasó.

La segunda tarde que pasaba en soledad en el departamento me llamó Juan Antonio. Estaba muy contento porque se había conseguido una cabaña en la nieve por todo el fin de semana; amoroso él se acordó cuanto me gusta esquiar. Entonces aproveché de contarle que estaba libre para siempre.

- No te entiendo.
- Me separé de Francisco. Ya no vive conmigo.
- No te creo.
- En serio, Juan Antonio. Ahora vivo sola.
- ¿Desde cuándo?
- Hace dos días, pero es para siempre.
- ¿Y qué hizo ese pobre hombre para que lo echaras de la casa?
- Nada de pobre hombre. Me engañó con una rota última. Pero no quiero hablar de eso. Ahora me enfoco en el futuro.
- ¿Estás segura que te engañó?
- Juan Antonio, contraté un detective. Vi las fotos, sé donde la rota última vive, trabaja, todo. Pero no quiero hablar más de eso.
- Entonces mayor razón para escaparnos a la nieve. Sobre todo ahora que no tienes que inventar nada.
- ¿Eso es lo único que tienes para decirme?
- Otra vez no te entiendo.
- Te acabo de contar que dentro de poco seré soltera y lo único que me dices es que lo bueno que no tengo que inventar nada?
- ¿Y qué esperas que te diga?
- No sé, que estás feliz, que es una excelente noticia que cambia todo el panorama para el futuro…
- Cambiará tu futuro, pero no el mío.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que mi vida sigue igual, eso.
- ¿Seguirás con los planes de matrimonio con la china?
- Japonesa y su nombre es Nanako.

No pude seguir escuchando y le corté. Le pedí un vodka a la nany e inmediatamente me puse a llorar. Me invadió la amargura en forma inmediata y no podía creer lo injusto de la vida. ¿Por qué estás cosas me pasan a mí?

lunes, 20 de julio de 2009

Sin tristezas.

Como Francisco se fue al trabajo sin acusar recibo de mis exigencias, llamé a un cerrajero, cambié las chapas de las puertas (llegará hasta el estacionamiento solamente) y con un radio taxi le envié toda su ropa al trabajo (Obvio que la nany le hizo las maletas). Y como jamás he sido depresiva ni he dejado que la tristeza me embargue, puse música entretenida bien fuerte y me puse a ordenar la ropa en el gran clóset que me quedó.

Después me senté en la terraza a reflexionar sobre el curso que tomará mi vida desde ahora en adelante. ¿Llamó a Juan Antonio y le cuento que estoy libre? ¿Le regalo Francisco a la rota teñida de rubia sin dar la pelea? Porque eso sí que me daría vergüenza: que todos supieran la clase de mujer que prefiere. Estaría en boca de todas las viejas gordas envidiosas, y eso ni pensarlo. Me tendría que ir del país por un tiempo bastante prolongado, mínimo.

Decidí llamar a la Lena y escuchar sus consejos. Lo primero que me dijo fue:

- Imaginémonos que te separas de Francisco, te quedas con el departamento, te da más plata, luego Juan Antonio deja a la japonesa y se casa contigo. ¿Ese es el plan?
- No suena mal.
- ¿Estás 100% segura de querer dejar a Francisco?
- Obvio, por algo le envié su ropa y le cambié la chapa a la puerta.
- Me refiero que estás actuando por despecho. Deberías dejar pasar unos días para pensar bien lo que quieres hacer.
- No tengo nada que pensar, Lena. Estoy enojadísima, vieras la rota última por la que me cambió.
- No te cambió por nadie. Te apuesto que es sólo una calentura, nada más. No hay amor, sólo sexo.
- ¿Cómo puedes saberlo?
- Porque si quisiera “cambiarte” por alguien buscaría otro tipo de mujer, no una rubia teñida. A todo esto, ¿cuándo me vas a mostrar las fotos?
- ¿Y para qué quieres verlas?
- Para ver como es la rota. La podemos ir a molestar a su trabajo, porque sabes donde trabaja, ¿o no?
- Sí, en un banco rasca en el centro. Pero no pienso ir, no quiero ni verle la cara.
- Entonces le piensas regalar a Francisco.
- No sé, Lena, la verdad estoy muy confundida.
- Pero tienes a Juan Antonio, el gran amor de tu vida. Te olvidas de Francisco para siempre, y finalmente cierras tu historia con él. ¿Qué te importa si Francisco hasta se casa con la teñida esa?
- Me muero si se casa con ella. No quiero ni pensarlo. Francisco es mi marido.
- ¿Te fijas? Entonces estás con rabia solamente. Déjalo que sufra unos días y los vas perdonando de a poco. Mandarle las maletas me parece un poco exagerado, pero supongo que debe estar harto asustado.
- Lena, ¿qué harías tú en mi lugar?
- Te juro que no sé. Supongo que lloraría, a Sven le pegaría un par de cachetadas y obvio que lo echo de la casa. Pero también me preguntaría que hice yo para que él se fijara en otra.
- No me parece, fíjate. No lo pienso hacer, tampoco. Si se fijó en otra es su problema, no mío.


Estuve toda la tarde en la terraza, pensando cuál es mi parte de la culpa en esta infidelidad. Y llegué a una conclusión: ninguna.

lunes, 13 de julio de 2009

El informe.

Todavía no lo puedo creer. Me he tomado dos pastillas de esas que me dio el siquiatra cuando iba, para dormir y tranquilizarme, pero me siento igual de nerviosa y atontada. La Lena me dijo que no tomara vodka porque no debo mezclar alcohol con los barbitúricos, pero ya voy en el segundo.

La verdad es que no entiendo nada de nada. Me siento como una tonta, para empezar. Pero también tengo mucha rabia, tengo ganas de llorar y de gritar, pero no me sale. Es que es como de rotos desahogarse de esa manera encuentro yo.

Siempre supuse que estaba todo bien, que las cosas eran como eran porque todo el mundo tenía una vida parecida. Y no puedo creer que me equivoqué, no lo quiero creer. ¿Cómo no lo intuí, cómo pude ser tan ciega para no ver esos detalles acusadores?

Por ejemplo, los viajes de negocios. O las idas al centro, que tanto le carga. Y como me llenaba de regalos cada semana, de un día para otro. El anillo de esmeraldas para el encuentro. El uso ilimitado de la tarjeta para comprarme ropa por internet.

Según la Lena si lo enfrento lo negará todo, por eso tengo que mostrarle las fotos también. Pero no quiero pasar por eso, por esa rotería del escándalo, por esa rotería de tener que darle la razón a la rota de la Cota García, por la rotería de saber que todo este tiempo yo dormía con un roto que le gustan las rotas teñidas de rubia, no quiero que nadie sepa, me da vergüenza que este tipo de cosas me ocurran, sobre todo me siento tan sola y desprotegida, tan burlada y engañada, que no sé que haré.

Después de dormir unas horas se me aclaró la mente y me di cuenta que debo enfrentarlo, pero a mi manera digna y sin roterías.

Llegó tardísimo. No lo dejé que me saludara y le entregué una foto en que sale con la rota esa. Casi se muere de la impresión. Obviamente, trató de excusarse. Lo mandé a la mierda (no puedo ocupar otra palabra, la verdad), porque tonta no soy. Le pedí que se fuera de inmediato (total, tiene donde llegar), el departamento a mi nombre y más mesada. Mantuve mi posición todo el rato, porque Francisco lo único que quería era explicarme, pero no lo dejé. Hasta le dije que me iba a obligar a la rotería de llamar a carabineros para que se fuera.

Finalmente, durmió en el living. Por mi parte, me encerré en nuestra habitación, sin dormir prácticamente nada. La rabia no me dejaba. ¿Cómo se le puede ocurrir cambiarme por una rota de pelo teñido, si es tan obvio que soy superior a ella?

lunes, 6 de julio de 2009

Jamás seré su amante, continuación.

Entendí que la conversación se había acabado. Desconocía a este Juan Antonio, irónico y seco. Compadecí también a la china fea por el horroroso futuro al lado de un hombre así, que la engaña justo cuando una está llena de ilusiones por el matrimonio, aunque quizás que tipo de fiesta de matrimonio tendrán esos dos, con sus ideas y religiones raras que tienen.

Por eso me puse de pie y le dije a Juan Antonio:

- Mejor me voy. Esta conversación no va para ninguna parte.
- ¿Para esto querías que nos viéramos?
- La idea era tener una conversación clara y honesta, pero sólo he recibido de ti groserías.
- Mira, si quieres que te diga que pretendo con “todo esto”, como tú lo dices, era estar con una mujer hermosa y que muchas veces extraño.

Lo único que me gustó fue lo de hermosa. El resto de sus palabras las encontré muy ambiguas, porque qué hombre no quiere estar con una mujer regia como yo, obvio que me doy cuenta de las miradas que recibo al caminar en el centro comercial. Y es lógico que me extrañe, cosa de mirar la china fea. Por eso mismo le pregunté por ella:

- Me extrañas y quieres estar conmigo. ¿Y tu novia?
- ¿Qué hay con ella?
- No entiendo cómo puedes estar a punto de casarte si también me extrañas.
- ¿De verdad no entiendes? ¿Estás segura? Quizás sería bueno que hicieras memoria.
- No entiendo a qué te refieres.
- Que a tu primer marido le fuiste infiel conmigo, cuando eran novios aún.
- No es lo mismo, mi situación era muy diferente.
- ¿En serio? Me lo podrías explicar, porque yo sólo recuerdo una niña mimada que lo único con que soñaba era casarse de blanco.
- No tengo porqué explicarte nada; pasó hace bastante tiempo y ahora tengo otro matrimonio, mejor que el anterior.
- Y como es tan buen matrimonio que le eres infiel a ese pobre hombre conmigo.
- Son otras circunstancias. Y me da mucho cargo de conciencia hacerle esto a Francisco, no como mi ex marido, que me daba lo mismo. Es totalmente diferente.
- Lo que pasa es que estás adulta y estás conociendo la vergüenza.
- ¿Y tú que tanto hablas – aquí bajé la voz – si hicimos el amor en tu lecho prenupcial?

Juan Antonio se largó a reír con grandes carcajadas, hasta que le dio ataque de risa y yo tuve que reírme también. Por un momento me pareció que éramos los dos libres, que nos estábamos riendo de un buen chiste como esas parejas entretenidas.

Mientras él se secaba las lágrimas y trataba de no seguir riendo como loco, me llamó el detective para decirme que tenía listo un informe, si quería lo podía ir a buscar a su oficina. Entre tanto pedí la cuenta y caminamos juntos hacia mi jeep y su moto. Juan Antonio me repetía con los ojos llenos de lágrimas que no podía ser tan siútica para expresarme, que cada vez que se acordara se iba a reír de la misma manera.

En la puerta de mi jeep me contó que Nanako tenía que ir a su país por los trámites de matrimonio, que parecen que son bien complicados, y que se iba a ausentar como por un mes. ¿No te tinca que nos escapemos unos días?, me dijo a modo de despedida, llámame para coordinarnos.

Me tiró un beso arriba de su moto y se fue muerto de la risa.

lunes, 29 de junio de 2009

Jamás seré su amante.

Sólo para que la Lena viera que mi Francisco es un siete, contraté un detective. Es bastante caro el servicio (y eso que es seguimiento por una semana solamente) pero estaré feliz cuando le restriegue en la cara lo equivocada que está.

Me costó un mundo ponerme de acuerdo con Juan Antonio. Es que me extrañan tanto sus actitudes. Cuando lo llamé por primera vez sonaba muy cariñoso, casi como si fuéramos pareja. Como mi tono era el mismo de siempre, se puso a la defensiva: que le era difícil verme porque con las clases más la china fea esa viviendo con él le costaba salir; que mejor le diga lo que tengo que decirle por teléfono; que no creía que tuviésemos temas pendientes ni nada por el estilo; que yo soy la que se imagina cosas, y eso que yo aún no le decía de que se iba a tratar nuestra conversación.

Finalmente nos juntamos en ese café raro de la otra vez. Iba igual de nerviosa, pero decidida a preguntarle qué espera de nosotros. Incluso llegué un minuto antes de lo acordado y fue él quien llegó unos pocos minutos después, con una expresión no tan feliz como las veces pasadas.

A pesar de su cara, le dije todo de inmediato: que no me parece correcto lo que estamos haciendo, que él sabe perfectamente bien cómo me gusta ser derecha en la vida, que antes podía entender lo que teníamos pero ahora que él está comprometido no comprendo sus razones, que tiene que optar a quien va querer de verdad y no andar jugando como un adolescente despistado. Cuando le dije esto último, abrió los ojos y me lanzó:

- ¿Me estás diciendo que termine con Nanako por ti?
- Cómo se te ocurre semejante tontería.
- Porque si yo termino con ella, tú jamás te separarías de tu marido. ¿O me equivoco?
- ¿De eso se trata, que yo sigo casada con Francisco? – Juan Antonio suspiró antes de responderme.
- No entiendo porqué complicas tanto las cosas.
- ¿Complicarlas? No fui yo la que te besó primero.
- Tampoco recuerdo haberte llevado a la fuerza a mi cama.

Me dio mucha rabia lo último que me dijo. Lo encontré grosero y fuera de lugar. Me tragué mi enojo y continué:

- Quiero saber qué es lo que pretendes con todo esto.
- ¿Cómo que pretendo?
- No te hagas el que no me entiendes, Juan Antonio. ¿Acaso quieres que seamos amantes?
- ¿Y tú acaso quieres que nos casemos?
- Me molesta mucho tu actitud grosera. Antes eras tan tierno y dulce.
- Mira, una vez te creí, esperé que tomaras una decisión. Y aprendí lo siguiente: que eres una mujer que no está dispuesta a correr riesgos, que prefieres la seguridad financiera a seguir tus sueños.
- Estás equivocadísimo.
- Sabes que no.

Nos quedamos mirando en silencio. Tenía razón en una parte solamente, porque sí me gusta el dinero y que me mimen, pero por otro lado sí sigo mis sueños. De hecho la vida que tengo ahora es que la siempre quise.

lunes, 22 de junio de 2009

Conversando con Lena IV

- Cuéntamelo todo y con lujo de detalles. Sobre todo los más cochinos.
- No puedo Lena, tú sabes que yo no soy así.
- Es lo mínimo que me merezco, ya que me usas como coartada.
- ¡Pero obvio que te uso como coartada! Si eres la única amiga que tengo.
- Me dan lo mismo tus declaraciones de amistad, quiero escuchar detalles. ¿Lo tiene más grande o más chico que Francisco?
- ¡Lena! Jamás te contestaré eso, de pésimo gusto me parece. Lo que sí te diré es que es mil veces mejor que Francisco.
- Por eso andas con la media sonrisa.
- Ni tanto fíjate. Me pregunto que pasará con nosotros ahora.
- No te pongas latera; disfruta el momento y listo.
- No es de latera Lena, pero tú sabes que no me gusta ser infiel. Y ahora por partida doble, porque también estamos engañando a la china fea.
- ¡Pero si les has sido infiel a tus dos maridos con el mismo! Yo diría que te encanta serlo.
- No pues, no me gusta. Si tengo cargo de conciencia todo el rato. No voy a confesarme porque me da vergüenza.
- Vergüenza debería darte no aprovechar a ese hombre más todavía. Yo que tú estaría en la cama con él ahora mismo.
- No creas que no me dan ganas, pero antes quiero conversar con él, de sus intenciones, de lo que espera de mí.
- Sus intenciones están clarísimas. Y por favor no te pongas así para tus cosas.
- ¿Cómo así?
- Como adolescente, preguntando tonteras.
- Perdóname Lena, pero no son tonteras. Son cosas que tienen que ver con mis principios de vida, ni más ni menos.
- Qué principios de vida ni nada. Juan Antonio te besó y tú caíste redondita a sus pies, bueno, a su cama. Francisco está igual que siempre y tú feliz. A todo esto, ¿qué te dijo de las fotos?
- No mucho, pero se las llevó porque conoce a un par de tipos con apellido Cortés y de seguro les preguntará porque lo andan difamando.
- Disculpa que te baje de tu nube de alegría, pero yo que tú investigaría a Francisco.
- ¿Investigarlo? Mira Lena, todo lo que venga de la Cota García no pueden ser sino mentiras.
- ¿No te tinca que un día lo sigamos?
- Pero si pasa todo el día en la oficina.
- ¿No me dijiste que a veces va al centro?
- Sí, pero no tengo idea cuando.
- Fácil, llamas a su secretaria, le preguntas donde está y si te dice que salió, salimos a buscarlo.
- ¿Y dónde lo encontramos? Apenas me ubico el centro. Pésima idea, Lena.
- Podemos comenzar en los lugares de la foto. Es cerca de un museo, donde hay hartos cafés.
- No me tinca mucho tu idea, fíjate. Ahora estoy preocupada de Juan Antonio, no tengo cabeza para nada más.
- ¿Y si yo lo sigo?
- ¿Tú sola? Estás loca.
- Es por hacer algo, porque los niños llegan tarde del colegio y me aburro.
- Mejor contrato un detective, si te quedas más tranquila.
- Es por tu tranquilidad, no por la mía.
- Pero si yo estoy tranquila, Lena. Mira, voy a contratar uno, para que veas que mi marido es lo mejor que hay.
- Me parece buena idea. Y me tienes que tener al tanto de lo que hagas con Juan Antonio.
- Lo voy a llamar para juntarme con él y conversar. No podría volver a hacer el amor con él sin saber hacia donde vamos.
- ¡Hacer el amor! Pero que siútica.
- Son mis valores, Lena.

lunes, 15 de junio de 2009

En su departamento.

Juro que en forma inconsciente me puse el juego de ropa interior que sé que a Juan Antonio le vuelve loco. Me di cuenta cuando iba manejando a su departamento, mientras revisaba mentalmente la ropa que me había puesto: botas altas, jeans ajustados, el suéter morado que hace que se destaquen mis ojos, y mi abrigo exclusivo que me había traído de Italia hace unas vacaciones atrás.

Iba con el estómago lleno de mariposas, pensando que si Juan Antonio está con la china fea, me quedo cinco minutos y me voy. Y si está solo y me va a decir finalmente que terminó con ella y que quiere que yo también termine lo mío con Francisco que le puedo responder. Me puse a pensar en esta posibilidad y cómo podría terminar mi matrimonio con Francisco y mantener mi estatus de vida. El departamento a mi me encanta, lo decoré y lo escogí yo, un poco antes de casarnos. ¿Me lo dejará o querrá que lo vendamos y dividamos la plata? Quizás a Juan Antonio le moleste la idea de vivir en el mismo lugar de mi anterior matrimonio y quiera que yo me vaya a vivir a su departamento, pero jamás viviré en el mismo lugar que vivió con la china fea. Claro que con la mitad de mi departamento más el dinero si él vende el suyo nos compramos uno al gusto de ambos para comenzar nuestra nueva vida… sería genial.

Nanako vuelve mañana, anda en un retiro, me dijo cuando entré. Recibió mi abrigo y me entregó un ramo de rosas rojas, hermoso la verdad. Me besó en la boca y me preguntó si quería un té de esos raros que toma. Parece que le dije que sí, porque llegó con uno que dejó en la mesa de centro. El departamento estaba igual que siempre, sólo había unas fotos de la china fea, que apenas miré.

Nos sentamos en el sofá, Juan Antonio me besó de nuevo… y así fue como terminamos en su cama.

Me da mucha vergüenza ponerlo por escrito (aunque sea yo la única que lo lea) pero hicimos el amor de una manera que me dejó sin aliento y feliz. Y también me di cuenta de cuanto extrañaba a Juan Antonio, su cuerpo, su risa, su pelo, su olor.

Conversamos de muchas cosas, abrazados, felices y desnudos. Recordamos nuestro pasado en común (menos los episodios tristes), comimos una ensalada de frutas exquisita que me tenía preparada, tomamos mi champaña favorita (se había preocupado de todos esos detalles) y me sentí feliz como hace tiempo no lo hacía. No quería ni mirar el reloj ni mi teléfono, ni levantarme de esa cama.

Claro que tuve que volver a la realidad cuando sonó su teléfono y se levantó lejos para hablar con la china fea. Aproveché de ver la hora (eran casi las 9 de la noche), tenía llamadas perdidas de Francisco y de la Lena. Con Francisco fue fácil porque no hablamos a cada rato; a la Lena la dejé para después.

Nos despedimos con un beso en la puerta de su departamento. Tenía tantas ganas de preguntarle que cuál es la idea ahora, pero por otro lado me sentía tan feliz y tan plena, que con sólo escuchar su “te llamo” me quedé tranquila.

Claro que manejando hacia mi departamento me comencé a preguntar ¿y ahora qué?

lunes, 8 de junio de 2009

Las pruebas

Mientras esperaba a la Lena, traté de recordar si Francisco había estado actuando extraño o haciendo algo que me hiciera dudar de él. No pude recordar nada, ni una señal, ni un gesto distinto. Además que nada que venga de la Cota García puede ser verdad, si es una pobre mujer con una vida horrenda. Mejor esperaba a la Lena y sus “pruebas”; tan ingenua que es a veces, y eso que vivió en Alemania tanto tiempo.

Como había pasado el rato y no le había devuelto el llamado a Juan Antonio, me mandó un mensaje de texto: “te espero el jueves en mi departamento, a las 3 de la tarde”. Dudé un rato en responderle que sí (aparte que encuentro tan de adolescentes enviar mensajes de texto), porque me imaginaba que me iba a estar esperando con la china fea a tomar té. Le mandé de vuelta un escueto “ok”, para hacerme la interesante.

Finalmente llegó la Lena con las famosas “pruebas”: un par de fotos de celular, donde supuestamente se veía a Francisco caminando con una mujer, la otra se les veía besándose en la boca y la tercera subiéndose a un auto. Remarco el supuestamente porque lo único que se les ve es la espalda y están sacadas de bien lejos. La Lena me contó que el Flaco Cortés las sacó y se las llevó impresas a la Cota García (de seguro para que lo deje tranquilo un rato) y esta horrenda mujer se las entregó a la Lena con una sonrisa en el rostro y diciéndole que esperaba asistir a mi tercer matrimonio.

Sin embargo, por más que las miré, no podía asegurar que era Francisco. Imposible, si él se nota tan enamorado de mí, me llena de regalos y nuestra vida en común sigue igual. Le dije a la Lena que se fuera tranquila, que me dejara las fotos y que yo hablaba con Francisco, para reírnos juntos de esta infamia. Obvio que la Lena quiso dárselas de detective, pero la mandé a su casa con viento fresco.

Francisco llegó alrededor de las 9 de la noche, como lo hace habitualmente. Esta vez no venía del gimnasio, sino que del trabajo: lo deduje por su cara de cansado. Nos sentamos en el living a esperar que la nany nos trajera los aperitivos, momento que aproveché de entregarle las fotos. Las quedó mirando un rato, me miró (de seguro se fijó en mi cara llena de risa) y me preguntó:

- ¿De dónde salieron estas fotos?
- ¿Puedes creer que la rota de la Cota García se las pasó a la Lena como pruebas de tu infidelidad?
- ¿Quién es la Cota García?
- La rota antipática que iba en mi colegio, desde siempre hemos sido rivales. Te conté que se portó pésimo conmigo en el encuentro.
- Tienes razón. ¿Y de dónde se consiguió ella estas fotos?
- Su marido, el Flaco Cortés. Lo que pasa es que él se la pasa gorreando y supuestamente él te vio con esta mujer, te sacó estas fotos y se las entregó. Debe ser una manera de decirle que no es el único.
- ¿El Flaco Cortés? ¿Lo conozco?
- De seguro que sí, porque si no cómo él iba a saber que yo soy tu mujer.
- Déjame las fotos. Conozco a un par de apellido Cortés, capaz que hayan visto tu foto en mi escritorio y de ahí concluyeron todo esto.
- Son tuyas; de todas maneras las iba a votar. ¡Pero no te pongas tan serio! Dime si acaso no es para la risa.
- No mucho, mi amor. ¿Qué hubiera pasado si tú creyeras que el de esta foto soy yo?
- Jamás lo hubiese creído. Sé que eres un hombre bueno y fiel.

lunes, 1 de junio de 2009

Las llamadas

Lo llamé a los dos días después. Le hice caso a la Lena y me tomé tres vodka tónica, me senté en la terraza respirando profundo, buscando tranquilidad, y esperé a que me contestara.

- Estaba esperando tu llamado – fue lo primero que me dijo.
- Sólo te llamaba para terminar la conversación que dejamos pendiente.
- ¿No quieres que nos veamos de nuevo? Por teléfono es muy impersonal.
- Es que no tengo tiempo, Juan Antonio.
- ¿Estás trabajando?
- No, pero no me puedo juntar contigo.
- ¿No puedes o no quieres?

Me quedé en silencio por unos segundos, pensando que tenía dos posibilidades: preguntarle directamente a Juan Antonio cuál es la idea que nos juntemos; o seguirle su juego. Gracias al cuarto vodka tónica que recién me había traído la nany, opté por la primera opción.

- A ver Juan Antonio, ¿para qué quieres que nos juntemos de nuevo? ¿Para que me restriegues en mi cara tu matrimonio con la china y después me beses? ¿A qué juego estás jugando? Porque tú me conoces perfectamente y sabes muy bien que soy muy respetuosa de las instituciones y que no me gusta la idea…
- No estoy jugando ningún juego. Cálmate un poco.
- Si estoy calmada, lo que pasa es que no te entiendo, eso es lo que me pasa.
- ¿Qué es lo que no entiendes?
- El beso que me diste, por ejemplo.
- Fue un impulso; perdóname si te molestó.
- ¿Un impulso? ¿Y el casarte con la china también lo es? ¿Y querer juntarte conmigo de nuevo para no sé que cosa es un impulso también?
- Es japonesa – escuché su suspiro por el teléfono-. La verdad, que cuando te vi me di cuenta que me ha sido muy difícil cerrar nuestra historia, sobre todo por la manera en que nos vimos la última vez.
- ¿Y la mejor manera de cerrarla es besarme en vísperas de tu matrimonio?
- Veo que te molestó mucho mi beso. De verdad lo siento, lo que pasa es que, algunas veces, te extraño.

Se me puso la piel de gallina. Era lo que esperaba escuchar y no esperaba, las dos cosas al mismo tiempo. Me di cuenta que está confundido igual que yo, con la diferencia que él puede echar pie atrás y no casarse, mientras que yo estoy atada a Francisco, a menos que quiera verme para pedirme que deje mi matrimonio.

- Para que te quedes tranquilo y puedas iniciar tu nueva vida en paz, juntémonos por última vez – Mientras le decía esto a Juan Antonio, veo a la nany venir hacia la terraza con el teléfono inalámbrico en la mano.
- Señora, la llama la señora Lena – Me dice sabiendo que me carga que me interrumpan.
- No puedo atenderla ahora, dile que la llamo más rato.
- Dice que es de vida o muerte.

Si la Lena dice que es de vida o muerte siendo que no es exagerada, tiene que ser así. Le dije a Juan Antonio que lo llamaba en cinco minutos y tomé el teléfono de la casa.

- Ojalá se haya muerto alguien, Lena. Estaba en lo mejor de la conversación con Juan Antonio.
- Se trata de Francisco. Hablé con la Cota García y me dijo que tenía pruebas que inculpan a tu marido.
- ¿Inculpan de qué?
- Que te es infiel.
- ¿Francisco, mi Francisco? – Solté una carcajada.- ¿Y tú le crees a esa rota?
- Voy a tu casa ahora. Llevo las pruebas.

lunes, 25 de mayo de 2009

Conversando con Lena III

- ¿De verdad te besó en la boca? ¿Y cómo fue el beso? ¿Con lengua, medio calentón?
- ¡Pero Lena! Que vocabulario. Fue un beso, como los que les das a tu marido.
- No creo, de seguro fue un beso apasionado, porque los besos que le doy a Sven no tienen ninguna gracia.
- ¿Qué crees tú del beso?
- Que le sigues gustando, obvio.
- Puede ser, pero si me cuenta que se va a casar, que quiere cerrar el círculo de nuestra historia, como en esa onda de querer estar bien con su vida antes de casarse con la china fea esa con nombre raro, y luego me da un beso, ¿qué debo pensar?
- Primero, es japonesa y te juro que es bien bonita. Segundo, que creo que se juntó contigo como para probarse así mismo.
- ¿Para ver si le soy indiferente, o algo así?
- Claro, porque la otra explicación que nos queda es que es un fresco.
- No creo, de hecho se me imagina que el pobre debe estar igual de confundido que yo en estos momentos.
- ¿Y qué hacía tu marido en el centro? Que yo sepa le carga y jamás va.
- Todavía no lo veo para preguntarle, pero debe ser por trabajo, porque ahora va bien seguido.
- ¿Y que le vas a decir de Juan Antonio?
- Qué es un amigo gay que tenemos en común. Ni se va a preocupar. Tu profesor gay, por si nos pregunta a las dos alguna vez.
- Pero Juan Antonio no parece gay.
- Apenas lo vio, y es lo que menos me preocupa ahora. Es que te juro Lena que no entiendo el beso que me dio.
- Mira, los hombres son bien básicos. Si te dio un beso, fue porque tenía ganas y punto.
- Pero cuando uno está enamorado no anda besando a cualquiera.
- ¿Acaso él te dijo que está enamorado de la japonesa?
- No, me dijo que había encontrado la luz o la paz, algo así.
- Viste, no está enamorado. Sigo pensando que se juntó con ella luego que decidiste quedarte con Francisco y no casarte con él.
- No fue mi culpa, ya te lo dije. Y él no luchó por mí.
- Y tú tampoco por él.
- Pucha Lena, no me digas esas cosas. Estoy tan nerviosa, tan desconcertada. No sé qué pensar.
- Llámalo y pregúntale.
- ¿Estás loca?
- Yo no, pero si no le preguntas ya te imagino como te vas a poner.
- ¿Me estás diciendo que lo llame y le pregunté que significa el beso que me dio?
- En resumidas cuentas, sí.
- Que atroz, no me atrevo.
- Bueno, entonces llámalo para cerrar la conversación, para desearle buena suerte, algo así.
- Tengo que pensarlo.
- Tómate unos vodka tónica antes, por los nervios.
- Buena idea.
- Se me había olvidado comentarte, pero me llamó la Cota Correa.
- ¿Y qué quería?
- No he hablado con ella porque me llamó a la casa; la nana le tomó el recado.
- ¿Todavía no sacas tus datos personales del facebook?
- Da lo mismo, la pregunta es otra: ¿Contactaste al Flaco Cortés?
- ¡Estás loca!
- Entonces la voy a llamar de vuelta, para ver que quiere.
- Nada bueno de seguro, Lena.

lunes, 18 de mayo de 2009

Las noticias de Juan Antonio

Juan Antonio me saludó caballero como siempre, me dijo que estaba igual de linda y que me agradecía mucho que hubiese aceptado conversar con él. Me intrigó su tono tan comedido, ahora que lo recuerdo, y me pedí el mismo té que él estaba tomando, de pura nerviosa.

Me empezó a hablar de las coincidencias de la vida, que la Lena fuera su alumna y además amiga mía, que sus clases eran muy exitosas, que su nueva religión (esa china o japonesa) le ayudaban mucho en ser feliz. Mientras tanto yo pensaba ¿Y para esto quería conversar conmigo? Por eso, después de escucharlo un rato más, le pregunté:

- Te estás dando muchas vueltas, Juan Antonio. ¿Qué es lo que me quieres decir?
- Se nota que me conoces – me quedó mirando un rato-. Sabes que me cuesta decir las cosas de sopetón.
- Por eso mismo. Como estamos en confianza, puedes decirme lo que sea.
- Me caso. Con Nanako.
- ¿Nanako?
- Así se llama mi novia. Es japonesa.
- ¿Y cuándo se casan?
- En septiembre, idealmente.
- Te felicito. Espero que seas muy feliz – Me salió con rabia, estoy casi segura -. Lo que no entiendo es porqué me lo cuentas.
- Por respeto a lo que tuvimos en el pasado, por el papel importante que tuviste en mi vida.
- Tú lo dijiste: es pasado. Ahora tienes un lindo futuro con… ¿Cómo es que se llama?
- Nanako.
- Si eso es todo lo que tienes que decirme, me voy -. Intenté ponerme de pie pero Juan Antonio me tomó del brazo.
- No te vayas. Es que necesito cerrar este círculo contigo, de una vez por todas.
- ¿De qué me estás hablando, Juan Antonio? ¿Qué círculo? Tú ahora tienes una nueva vida, yo sigo con marido, y eso es todo.
- Es que necesito saber que de verdad me estás felicitando, que de verdad nos podremos encontrar en la calle y saludarnos como buenos amigos, o incluso serlo en facebook.
- Pero obvio que te felicito de verdad. Te mereces ser tan feliz como yo lo soy con Francisco.
- ¿De verdad eres feliz con él?
- ¿Y tú de verdad eres feliz con … Nakako?
- Nanako es su nombre. Y sí, he encontrado la paz con ella.
- Yo pensé que me ibas a decir “encontré el amor con ella”, pero veo que has cambiado – Me miró de nuevo un rato -. ¿Y ella, sabes que te juntaste conmigo?
- No, porque ella no pertenece a esta parte de mi vida.
- ¿Y con cuántas ex más te has juntado para contarles?
- Sólo con una: la que rompió mi corazón.

En ese momento sonó mi celular, cosa que agradecí por un lado (¿qué le podía responder a Juan Antonio?) aunque lamentablemente era Francisco, y no me quedó otra que contestarle. Había pasado recién por fuera del café en el auto y quería saber con quien estaba. Le respondí que estaba con la Lena (que andaba en ese momento en el baño) y un amigo en común que tenemos, que en la casa le contaba más detalles.

- Me tengo que ir – Le mentí a Juan Antonio.
- Pero todavía no terminamos de conversar, y recién llegaste.
- De verdad me tengo que ir. Francisco me está esperando.
- ¿Podemos continuar otro día?
- No le veo la utilidad.

Nos pusimos de pie, y me besó en la boca.

Ni recuerdo cómo llegué a mi casa.

lunes, 11 de mayo de 2009

Preparándome.

Nos quedamos de juntar en una cafetería de esas raras que le gustan ahora a Juan Antonio, que me costó bastante encontrar porque jamás ando por el centro. Obvio que me hice la interesante y, tratando de disimular mi sorpresa por su llamado, le pedí que nos juntáramos dos días después. Mi idea era ir a la peluquería y revisar mi clóset, porque tenía que usar algo que me viera espectacular pero sin que se notara.

Llamé a la Lena para contarle y preguntarle que se le ocurría que podía querer hablar conmigo Juan Antonio. No tengo idea, me respondió.

Para mí estaba clarísimo: sigue enamorado de mí. Ve mis fotos del encuentro, le baja la nostalgia, mira la china esa fea que tiene de pareja, la compara conmigo… no hay donde perderse.

El problema es qué hago si me pide que nos casemos, o que lo volvamos a intentar. ¿Dejo a Francisco? Porque eso de ser infiel no va conmigo; me gustan las cosas claras. Y si dejo a Francisco, ¿dónde viviríamos con Juan Antonio? ¿Estará capacitado para darme el estilo de vida que acostumbro? Me imagino además al pobre Francisco, como sufriría por mí. Aunque él es bastante generoso y puede que entienda mejor de lo que supongo mi situación, y nos separemos como buenos amigos.

Pedí hora a la peluquería para hacerme esos masajes que dejan el pelo espectacular y una manicure y la Lena me acompañó (a regañadientes la verdad) a comprarme ropa del gusto de Juan Antonio. Según ella él es sencillo y no se fijará, pero yo que lo conozco bastante bien sé que le importa que una se vea bonita siempre. Terminé con unos jeans, botas y un suéter que me hacen ver muy regia, pero sencilla, como si me hubiera puesto lo primero que encontré en el clóset.

El mismo día amanecí nerviosísima y hasta Francisco me preguntó que porqué había dormido tan mal. No pude comer nada, me pasé mirando todo el día el reloj maldito. Me subí al jeep una hora antes, así es que manejé lo más lento que pude y escuché música que me relaja. Ni loca llegaba antes a la cita; unos cinco minutos tarde está bien.

Me di cuatro vueltas sin sentido, esperando que pasara el tiempo. Me estacioné lento, caminé tratando de respirar como una vez me enseñaron en yoga, tranquila, y cuando entro al localcito ese, veo a Juan Antonio y su gran sonrisa, poniéndose de pie para ir a mi encuentro.

lunes, 4 de mayo de 2009

Tengo el mejor marido.

La Lena, en su afán que no me vengue de la Cota Correa, me mostró las fotos que tiene en su facebook (obvio que son amigas). Pude ver al Pollo Cortés panzón, corriendo con sus niños, transpirando… asqueroso la verdad. Puede que el pensamiento de Lena no esté tan errado, porque estar casada con un hombre así es suficiente castigo.

Manejando hacia mi casa me di cuenta que Francisco es un gran hombre; cualquiera me envidiaría a mi maridito: se mantiene delgado, es muy buenmozo, y siempre me llena de regalos. Aparte del anillo maravilloso de esmeraldas que me regaló para el encuentro, mínimo una vez por semana llega con algo, puede ser un arreglo espectacular de rosas rojas, una cartera, un perfume… incluso he llegado a pensar que tenerlo tan botado no es bueno, porque muchos fines de semana compartimos tan poquito… quizás debería ir a misa y prometerle a Dios que no pensaré más en Juan Antonio y que trataré de valorar más a Francisco.

Y para comenzar con mis buenas intenciones, le hice una visita sorpresa a mi maridito en su trabajo. Como ya no nos juntamos a almorzar juntos (es que me daba mucha lata) pensé que sería bueno llevarle su café favorito más mi persona. Lamentablemente no estaba, y cuando lo llamé me dijo que estaba en una reunión de negocios en el centro.

Como me sentía de buen ánimo, manejé con la radio fuerte (no tanto para que se escuche desde afuera como lo hacen los rotos) cantando las canciones de amor que tanto me gustan, pensando en Francisco como el mejor hombre que tengo como marido en vez de Juan Antonio, tan mentiroso y poca cosa para mí. Hasta me reí imaginándonos casados, viviendo en su departamento todo chino o japonés y comiendo todo sin carne. Ridícula me vería.

En eso iba, cantando, sintiéndome tan dichosa de la vida que tengo (sobre todo ahora que puedo compararla con las de mis ex horrorosas compañeras) cuando suena mi teléfono, que obviamente contesté sin mirar quien quiera… y escucho la voz de Juan Antonio.

lunes, 27 de abril de 2009

Conversando con Lena II.

- ¿Y qué te parece mi idea de venganza?
- Absurda e infantil.
- ¡Pero Lena! Yo pensé que te ibas a reír y que incluso me ayudarías a planificar todo.
- ¡Estás loca! Lo encuentro una estupidez sin sentido.
- ¿Acaso no encuentras tú que la Cota García se merece un castigo?
- Lo que yo creo es que esa pobre mujer tiene una vida tan, pero tan mala, que eso es suficiente castigo.
- ¿Y por eso justificas la pesadez que me dijo?
- No la estoy justificando, pero no vale la pena rebajarse. Aparte que, según las malas lenguas, el Flaco Cortés la gorrea duro y parejo.
- Más fácil para mí entonces.
- ¿Te acostarías con él sólo por venganza?
- ¿Y quién habló de acostarse? Que fea palabra, Lena, por Dios. Yo dije coqueteo, no hacer el amor con un gordo feo.
- Entonces más mal te irá, porque los hombres a nuestra edad, por si no lo sabías, buscan “hacer el amor”, y no que le calienten la sopa.
- Te juro Lena que si no fuera porque te conozco de toda la vida estaría espantada de esos dichos que dices.
- Te aviso de antemano. Y a todo esto, ¿cómo lo piensas ubicar?
- Por facebook.
- ¡Hablando de facebook! Se me había olvidado.
- ¿Algo sobre las fotos? No me has contado lo que han escrito las envidiosas, ¿Alguna te comentó sobre mi vestido, mi anillo?
- No, mujer, cálmate.
- Si me vas a decir algo en contra, prefiero no escucharlo.
- ¿Me puedes escuchar? Juan Antonio me preguntó por ti.
- ¿Juan Antonio? ¿En serio? ¿Y por qué no me lo dijiste antes?
- Porque no me dejabas, igual que ahora.
- ¿Te dijo que me encontró regia en las fotos?
- Escúchame, por favor. Al final de la clase lo noté medio dudoso si acercarse a mí, hasta que se atrevió y me preguntó si yo te conocía…
- Pregunta harto tonta, porque obvio que vio las fotos. Seguro que estaba nervioso el pobre y no sabía como empezar a preguntarte.
- ¿Puedo continuar?
- Si pues, si estoy esperando.
- Yo no sabía si decirle que tan amigas somos, así es que le comenté que tenemos una buena amistad, que yo vivía en Alemania y que ahora que volví retomamos el lazo. Entonces me preguntó cómo estabas tú…
- ¿Y qué te dijo para justificar que me conoce?
- Las clases de bonsái, me parece.
- ¿Y qué más te preguntó?
- Quería saber cómo estás tú. Le dije que bien, que si quería hablar contigo le podía dar tu celular.
- Como si no lo tuviera.
- Me dijo que no, que sólo quería saber como estabas, porque vio las fotos y le dio mucho gusto verte tan contenta y tan linda, y que te mandara saludos.
- ¿Eso es todo?
- Aunque me quedé con la sensación que algo más quería decirme. Pero no pudo porque llegó la novia a buscarlo.
- ¿Conociste a la china fea?
- Es japonesa.
- Da lo mismo. ¿Viste que es fea? No me llega ni a los talones.
- No la encuentro tan fea, dentro de su raza es bien bonita.
- ¿Y qué hago ahora? ¿Lo llamo, le mando otro mensaje por facebook?
- No hagas nada. Por favor, no hagas nada.
- No lo haré, si igual estoy feliz porque te preguntó por mí.

lunes, 20 de abril de 2009

El Encuentro.

No lo puedo evitar, pero la Lena se veía horrorosa!!!! Y las demás, también. Es que cuando una es gorda (harto o poco, da lo mismo) con lo que se vista se verá mal. Siempre. ¡Y los peinados, y los teñidos! Horrorosos. Qué mujeres con tan mal gusto, si parecía una convención de mujeres flácidas y con el pelo oxidado, vestidas de multitienda.


Obvio que a la Lena no le dije mi opinión sincera, mal que mal somos amigas: la única que tengo. Con las demás fui educada y si me decían que yo estaba igual que en cuarto medio, les sonreía a modo de agradecimiento. ¿Acaso querían que les dijera que ellas también?


Ocupé todo el día sábado en arreglarme, hacerme masajes linfáticos, me hice las uñas, mandé a lavar mi jeep, escuché música tranquila y me concentré en ser la más regia de todas. Cuando Francisco me vio me dijo que se sentía muy orgulloso de tener una mujer tan hermosa como yo de compañera de vida, y me regaló un anillo maravilloso con una gran esmeralda, que hacen juego con mis ojos.

Y como me sentía tan regia que parecía modelo, no me costó nada sacarme fotos con mi mejor cara, porque la idea es que la Lena las suba a su facebook y Juan Antonio las vea y de seguro me comparará con la china fea esa y sabrá que sí o sí tiene que estar conmigo, que fue un tonto por dejarme ir.

El único punto negro de la noche fue que me reencontré con mi archirival: la Cota García. Apenas la vi recordé que siempre me tuvo envidia, que me copiaba en todo y que se había casado con el Pollo Cortés (según algunas lo de “pollo” era sólo una anécdota de juventud) ,que tenían 6 hijos y que esa figura era sólo gracias al bisturí. La Lena me dijo que para qué la iba a saludar, pero ella sola se acercó. Te ves casi igual que en el colegio, lo que es cambiar de marido todos los años, me lanzó. La Lena se puso nerviosa y le comenzó a hablar de los hijos, del trabajo que dan, que cuando una no tiene niños el cuerpo no sufre tanto… Miré a la Cota García directo a los ojos y le contesté: que lamentable que no pueda decir lo mismo de ti, porque el cirujano plástico es médico, pero no un santo milagroso.

Por supuesto que se fue indignada, pero la más enojada era yo. ¿Qué se cree esa rota? La Lena me dijo que no la tomara en cuenta, que es sólo una mujer amargada con un pésimo matrimonio. Entonces me vino una gran idea, ¿y se le coqueteo al Pollo Cortés? Sería una excelente venganza.

lunes, 13 de abril de 2009

Indignadísima.

Ahora si que se pasó. ¡Casi me morí de indignación cuando vi las fotos! Es que Juan Antonio parece sicópata, pobre china fea esa, si supiera que la mayor parte de las fotos se las sacaron en los lugares donde estuvimos juntos, y él jurándome su amor!!! Tenía fotos en las cabañas (donde me pidió matrimonio); en el spa ese raro que me invitó (donde hicimos el amor tantas veces); en el instituto medio chino (donde nos encontramos después de años de no vernos) y en su departamento (lugar en que nos dimos el último adios).

La Lena me explicó que me tuvo que sacar de amiga para que Juan Antonio no me viera en el listado de sus amigos, por si acaso, y que lo contactó porque es alumna de ese karate raro que él enseña. Esto último fue casualidad, porque la Lena será mi amiga pero para que andamos con cosas, llegó harto gorda de Alemania. Y creo que eso que enseña Juan Antonio es bien bueno para quemar grasas, y así, buscando un lugar como verse mejor, llegó al instituto chino o japonés, da lo mismo.

Quedé tan nerviosa y enojada que me veía hasta fea. Y justo falta tan poco para el encuentro anual. Francisco me miraba raro y me regaló un día completo en un spa, será latero pero por lo menos es atinado. Obvio que él cree que estoy estresada por el encuentro, así es que cuando me pregunta, le hablo mil pestes de las otras, que son irresponsables y que yo tengo que hacer todo, que por eso me siento tan fatal.

Y si no fuera poco lo atroz que es Juan Antonio, tuve que comenzar una dieta urgente porque con tanto vodka tónica el vestido espectacular que encargué me queda un poco apretado. Igual me veo estupenda, por supuesto, pero la idea es verme como en la alfombra roja cuando entregan los premios esos del cine.

En fin, ya basta de Juan Antonio. Que se queda con la china fea esa. Ahora necesito concentrarme en el encuentro anual, en verme más que regia, para que cuando entre al salón todas me queden mirando y se miren a si mismas gordas, con el pelo medio oxidado, con ropa de multitienda, últimas. La Lena va a publicar esas fotos en su facebook, y cuando las vea Juan Antonio se va a morir de seguro, sabrá que con la Lena somos ex compañeras y quizás...

lunes, 6 de abril de 2009

Casi me deprimí.

Tanto acordarme de Juan Antonio y el latero de mi primer marido casi se me olvidan mis deberes como organizadora. La verdad es que me anduve deprimiendo un poquito, porque pienso de la siguiente manera: soy una mujer regia, excelente partido por donde se me mire, de buena familia, viajada, hablo inglés, ¿por qué tengo tan mala suerte en el amor? ¿Por qué finalmente no puedo ser feliz con el amor de mi vida?

Según la Lena Juan Antonio sería el amor de mi vida, pero no estoy tan segura, porque si fuera así él habría luchado para estar conmigo.

Y como me deprimí un poquito, me fui a vitrinear. Me entretuve porque de tanto comprar en internet hace rato que no pisaba una tienda. Terminé con un bolso muy elegante para mi pc rosado, algunos maquillajes de la “nueva temporada” (para nosotros tercermundistas, porque en Estados Unidos están pensando en la otra temporada, como le dije a la vendedora), y la tristeza seguía. De tanto pensar en Juan Antonio y recordar nuestro pasado juntos (con lo malo y lo bueno) me moría de ganas de verlo.

Llamé a la Lena para contarle que me sentía mal, como triste, le dije lo injusta que encuentro que es la vida para mí, que el único hombre que alguna vez se la tuvo que jugar por mí nunca lo hizo… y me responde que me separe. Estuve a punto de cortarle (es que no puede ser tan desubicada con mi tristeza) y me dice que está bueno de hablar tonteras, que me tiene una excelente noticia: ¡es amiga de Juan Antonio en facebook!

Ahora me voy volando a su casa, me muero de la curiosidad.

lunes, 30 de marzo de 2009

Mi primer fracaso matrimonial.

Me costó aceptarlo, pero la culpa de mi primer fracaso matrimonial la tuvieron mis padres. Claro, porque tuve que asumir yo su sueño de verme casada con un hombre correcto, trabajador y proveniente de una familia como la nuestra.

La juventud me hacía ver la vida de otra manera. Obvio que ahora me veo igual de regia que en aquella época, lo que pasa es que he ido madurando por dentro.

Recuerdo que cuando le di el sí en la Iglesia llena de rosas blancas, tal como lo había soñado desde niña (porque el matrimonio civil es sólo un trámite para mí), juré frente a Dios no pensar más en Juan Antonio y hacer feliz a mi marido. Lo logré por un rato, hasta que me di cuenta que no lo amaba. Con el tiempo me pareció un hombre aburrido, con costumbres de viejo, feo, aparte que siempre tuvo un pésimo gusto para vestirse y si no le compraba yo la ropa parecía mamarracho. Lo mejor de todo es que se puso a estudiar el famoso MBA y ya no tenía mucho tiempo para mí, así es que se me hizo menos insoportable estar a su lado.

Pero un día me llama una ex compañera de diseño para invitarme a su cumpleaños (le iba bastante bien y más de alguna vez le había comprado una pilcha) y me cuenta que Juan Antonio había vuelto de su viaje y había preguntado por mí.

Así fue como comenzamos de nuevo. Claro que jamás tuve la intención de serle infiel a mi primer marido, sólo las cosas se dieron así y siempre tuve la intención de pedirle el divorcio y casarme con mi gran amor, Juan Antonio. Lo bueno es que lo pillé con la fea del trabajo y todo salió mucho mejor de lo que yo esperaba. El problema fue cuando me quedé sola en el departamento y no me alcanzaba el dinero para vivir de la manera que acostumbro. Tuve que volver a la casa de mis papás y arreglármelas con el arriendo. Y como Juan Antonio es tan soñador, me decía que tuviera paciencia, que pensaba poner una academia de ese karate raro y que podíamos ser hasta socios. ¿Te imaginas si trabajamos juntos?, me dijo una vez. Yo lo miré horrorizada y le pregunté si me estaba hablando en serio o era una broma de pésimo gusto.

Así es que cuando se fue en su segundo viaje a China o Japón, da lo mismo, nuestro amor se había enfriado un poco. Había conocido a Francisco en un almuerzo familiar –separado, sin hijos y sus papá con el mío compartían hasta el colegio- y me di cuenta que de verdad había sido criada para estar con hombres así.

No fui a dejar a Juan Antonio al aeropuerto, porque unos pocos días antes que se fuera habíamos discutido sobre el futuro. Según él yo soy una mimada y materialista sin remedio. Me tenía harta con sus argumentos de resentido social.

lunes, 23 de marzo de 2009

Conociendo a Juan Antonio.

Por supuesto, Juan Antonio jamás me respondió. Yo seguí revisando en facebook lo que más pude de él: si tenía más amigos, si esos amigos nuevos tenían el perfil público y así poder ver sus álbumes y encontrarlo. Permanecí mucho tiempo en la terraza, con mi vodka tónica al lado, mi fiel pc rosado, y Francisco diciéndome que ya no le gustaba tanto el regalo que me había hecho.

Por suerte el famoso encuentro anual me sirve de excusa, aunque ahora que la fecha se acerca tengo un montón de trabajo, porque me llaman por teléfono a cada rato, las que no han pagado quieren hacerlo a última hora, que encuentran que los tapaditos de caviar son caros, que no hay necesidad de champaña brut (encuentro última de rasca la demi sec) y así mil detalles. La niña del trabajo de Francisco que me ayuda tuvo que trabajar de más preparando las nuevas carpetas con todas las cotizaciones.

Igual me anduve molestando con la Lena. Me puse tan alegre cuando supe que había vuelto a Chile, al fin tener una amiga de verdad, pero me sale con tantas preguntas y soluciones francamente ridículas.

Lo que sí trataré de hacer es un registro de mi historia con Juan Antonio, sólo para mí. Como cuando lo conocí.

Aún era soltera, aunque estaba de novia con mi primer marido. Era mi último año de diseño y miraba de lejos a los recién llegados, como les hacían esas pruebas asquerosas y denigrantes (a las cuales me negué rotundamente a participar) hasta que un día lo divisé: alto, delgado, rubio, con esa sensualidad igualita al vocalista de INXS, ese que se murió (tan loco estos roqueros). Se notaba que era un poco mayor que sus compañeros, por la forma de moverse y de conversar con todos.

Me las arreglé para que me notara: si pasaba cerca me reía fuerte (no como loca, sino tratando de parecer una mujer con buen humor), si lo veía comprando un café me ponía a su lado y cuando noté que andaba en moto (nadie es perfecto), me estacionaba a su lado. A las pocas semanas, ya me saludaba. Y estoy 100% segura, que cuando yo pasaba, no dejaba de mirarme hasta que desaparecía de su vista.

Comenzamos a hablar para una apertura de una boutique que unas compañeras organizaron. La ropa que ellas diseñaban siempre la encontré horrenda, pero fui sólo por una corazonada que tuve: cuando observaba a Juan Antonio, me di cuenta que siempre estaba rodeado de mujeres, asi es que no era tan loco pensar que podía ir. Me vestí sexy, aunque casual: jeans ajustados, una polera con un escote bien decente, y unos zapatos que me traje de Buenos Aires y que nunca más he vuelto a encontrar.

Igual me da pena recordar esos años. No se me puede olvidar la noche anterior a mi matrimonio por el civil, el escándalo que me hizo Juan Antonio, y el viaje tan largo que hizo que nos volvimos a encontrar como cuatro años después.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Conversando con Lena.

- ¿Qué le escribiste qué cosa a Juan Antonio?
- Ya te dije, que es un fresco y adolescente en sus sentimientos.
- Te juro que no te puedo creer.
- ¿Qué cosa? Si se lo merece con todas sus letras.
- Lo que pasa es que tú no tienes derecho a decirle nada.
- ¿Cómo que no? Si jugó conmigo tal como lo hará, si no lo está haciendo ya, con la china fea esa.
- Pero tú sigues casada.
- Claro que sí, pero por su culpa.
- ¿No era culpa del siquiatra?
- Pucha Lena, yo pensé que tú me entendías.
- Es lo que estoy tratando de hacer.
- Mira, tú sabes que yo sólo tengo dos grandes defectos (y siempre los he reconocido): soy muy mimada y muy mala para tomar decisiones.
- Si recuerdo como te malcriaban tus papás.
- ¿Te das cuenta? Los únicos que han sabido darme el mismo estándar de vida han sido mis dos maridos. Y el siquiatra no fue capaz de ayudarme.
- Aunque tú tomaste la decisión de seguir con Francisco, que a todo esto, es un amor de hombre. - ¡Pero Lena, te juro que yo no fui! Cuando le pregunté al siquiatra qué hacer, no me dijo nada de nada. Y sobre Francisco, será todo lo que tú quieras, pero es un latero.
- Yo no entiendo el gusto de casarse. ¿Por qué no vives con Juan Antonio?
- Eso sí que no, perdóname, pero soy católica 100%. Además, ¿cómo lo presentaría?
- Eso da lo mismo, lo importante es que se amen.
- Se nota Lena que viviste en Europa muchos años, porque acá en Chile la cosa es muy diferente. Además que la última vez que vi a Juan Antonio prácticamente me echó a patadas de su casa.
- ¿Y qué querías? Si él te estaba esperando para celebrar.
- ¿Te conté lo que me regaló ese día?
- ¿Un collar parece?
- No, mi linda. Un collar es mucho. Apenas un colgante, algo de su nueva religión. Y Francisco me había regalado un solitario para la navidad. Y mi jeep, unos pocos meses antes.
- Sea como sea, no entiendo que quieres de Juan Antonio.
- Nada, por supuesto. Espero que se case con la china fea esa y que tengan hartos hijos feos.
- No seas mala. Además que tienes que esperar a ver que te responde.
- De seguro nada, si es un cobarde y fresco.
- Al contrario, deberías hacer como él y seguir con tu vida. ¿No has pensado en tener un hijo?

lunes, 9 de marzo de 2009

La Lena y el muy fresco.

Gracias al famoso encuentro anual que estoy ayudando a organizar (ya llevamos tres reuniones y he quedado como reina, porque estoy a cargo del cóctel y una niña del trabajo de Francisco me prepara la información con carpetas para cada una) navego mucho tiempo en facebook, contactando gente, respondiendo algunas consultas –medias tontas la verdad- en el grupo que se hizo para este efecto. Es casi como un trabajo. ¡Hasta me estreso!

Y de tanto pasar en facebook (a pesar que me lo había prohibido a mi misma), un día no pude más y, al lado de buscar, tecleé el nombre completo: Juan Antonio Soriano Camino. Lo encontré - su perfil es privado -, eso sí que me puse a ver a quien tenía de amigos y agregué a todas las viejas del curso de bonsái. Igual como que me anduve arrepintiendo un poco, si en el fondo apenas las tomaba en cuenta y no aprendí nada (algunas ridículas tienen álbumes completos de sus “creaciones”, se deben morir de la envidia con mis fotos de puros viajes), sin embargo, varias me aceptaron. Y hasta ahí quedó todo.

Hasta que me junté con mi amiga del alma del colegio, gracias al facebook nuevamente: la Lena Segeth. Apenas salimos de cuarto medio, partió donde sus abuelos a Alemania (vivía en un pueblito donde está el castillo de Walt Disney), allá conoció a un alemanote y se casó. Al principio nos escribíamos siempre y hasta hablábamos por teléfono, pero con el paso del tiempo sólo nos comunicábamos para las fechas más importantes. Lleva en Chile poquitos meses, con su marido y sus dos hijos. Quiero que se críen como los latinos, bien cariñosos, me dijo cuando fui a su casa de visita.

La Lena sabía todo sobre Juan Antonio, pero le conté con más detalles lo último que habíamos pasado juntos. Según ella, él volvió con la china fea por despecho, porque de seguro todavía está enamorado de mí. Entonces me dio la idea cómo averiguar de él en facebook: tenía que ver las fotos de las viejas del curso de bonsái, las fotos en que ellas salen, y meterme a ese álbum (según la Lena aunque sea de otra persona podré acceder) y capaz que aparezca por ahí Juan Antonio.

Apenas llegué a mi casa le pedí a la nany un vodka tónica mientras me instalaba en mi pc rosado. Me demoré dos horas en encontrar un álbum de fotos que saliera Juan Antonio: se trataba de un paseo del instituto chino o japonés, da lo mismo. Se veía tan regio, tan serio, tan sexy. Hasta que vi una foto con la china fea esa. Iba en mi tercer vodka tónica –más el vino que tomamos con la Lena en el almuerzo - que de seguro eso fue lo que me envalentonó, porque le escribí un mensaje, molestísima, diciéndole que encontraba el colmo todo lo que estaba haciendo con la china fea esa, que había cambiado tanto que no lo conocía, que adonde habían quedado sus palabras de amor hacia mí, que cómo en tan pocos meses era capaz de amar a otra, que la pobre china fea estaba ilusionada, que está con un hombre que cambia sus sentimientos de un día para otro, si es que tenía sentimientos, que yo por suerte sigo felizmente casada con un buen hombre, que tengo las cosas claras en la vida y que no actuó como un adolescente.

Vamos a ver si se atreve a responderme algo el muy fresco.

lunes, 2 de marzo de 2009

La organizadora.

Como se me ocurrió la pésima idea de poner todos mis datos en facebook (error de primeriza que ya corregí), comencé a recibir llamadas de ex compañeras que no veía hace mucho tiempo, invitándome a la comisión organizadora del encuentro anual. Como tú no tienes hijos y no trabajas, me dijeron las muy frescas. ¿Quién dijo que yo tengo tiempo libre? Perdóname, le respondí a una guatona teñida de un rubio último (aunque ponga su foto mejorcita en facebook se le nota lo chancha), que no trabaje y que no tenga hijos no es sinónimo de no hacer nada. Les agradezco que hayan pensado en mí (para que vea que no soy rota) pero por ahora estoy súper ocupada.

Lo último que me faltaba en la vida: juntarme con un grupo de mujeres llenas de niños, escuchar historias aburridas, pelos mal teñidos, que me caían mal hasta en el colegio, para organizar una reunión enferma de latera. Ni loca.

Le comenté a Francisco medio muerta de la risa y me dijo que no le veía nada de malo que socializara con gente que me conoce desde los 5 años. Lo quedé mirando, me tomé el último sorbo de mi vodka tónica, me puse las manos en la cintura y le dije: si quieres que vaya y organice, necesito ropa nueva.

Y en eso estoy ahora, haciendo una lista en mi pc rosado. Antes llamé a la guatona mal teñida para decirle que había revisado bien mi agenda y que gustosa las ayudaré, que sólo necesito saber cuántas reuniones serán antes del encuentro anual: necesito 8 tenidas distintas, de día, algo totalmente casual, más un vestido despampanante para el mismo día del encuentro. Obviamente lo voy a encargar por internet, algo que sea de la nueva temporada y que por lo tanto nadie lo haya visto jamás.

Seré la más elegante y buenamoza, igual que el colegio.

domingo, 22 de febrero de 2009

Es definitivo.

Es definitivo: me aburrió el siquiatra. Puro gastadero de plata, si cada vez que iba me miraba y asentía sin decirme si lo que estaba haciendo estaba mal o bien. De hecho, por su culpa sigo casada con Francisco y Juan Antonio volvió con la china fea esa. Aunque eso es pasado, de todas maneras.

Lo malo es que me aburría mucho en la casa y no tenía con quien conversar mis cosas. Quizás por eso Francisco me regaló este laptop precioso, de un rosado bastante elegante, no como ese rosado para guaguas de pobres. La verdad es que cuando abrí la caja en donde venía me imaginé un vestido espectacular, más alguna invitación a alguna fiesta: los tamaños de las cajas eran parecidos. Y como no soy buena para disimular, Francisco se dio cuenta de mi cara y trató de alegrarme diciéndome todo lo que podía hacer si sabía utilizarlo, incluso una niña de su trabajo vendría a la casa para enseñarme cómo usarlo.

Así es que después de unas cuantas clases con la niña esta, le agradecí el regalo a mi maridito. Me hice una cuenta en facebook, me suscribí a más revistas con mi tarjeta de crédito y me compré unas pilchas que todavía no llegan a Chile. Que cosa más fantástica internet más la tarjeta de crédito. Todas las cosas me llegan a la casilla del trabajo de Francisco, ¿qué más puedo pedir?

Por eso estoy usando mi pc rosado para escribir lo mismo que le contaba al siquiatra. He pensado que releyéndome podría sacar mis propias conclusiones, porque estoy segura que si tuviera escrita toda mi historia con Juan Antonio y ahora la pudiera releer, mi tranquilidad sería mayor porque estaría 100% segura que actué bien. Lo que pasa es que algunos momentos los tengo como borrosos en mi mente, como cuando le dije que no me podía casar con él y ese verano espantoso. En fin, no me quiero acordar ahora.

Por lo menos con mi pc rosado tengo cosas que hacer en la semana, algo parecido a un horario: después de levantarme (aproximadamente como a las 9:00 ó 10 de la mañana), parto al gimnasio. Si no tengo ganas de hacer ejercicio, me voy a la cafetería y converso con alguna conocida que ande por ahí. Me devuelvo al departamento para arreglarme porque debo ir a almorzar con Francisco casi todos los días, a menos que me llame para decirme que tiene alguna reunión o algo así. No tengo idea el porqué se le ocurrió la costumbre esa de almorzar todos los días juntos (una vez me dijo que era un buen momento para parar su día y que además sería la envidia de sus compañeros de trabajo, lo que es verdad porque muchas de sus mujeres son unas vacas chasconas, con perdón de las vacas). Vuelvo al departamento, le pido a la nany que me prepare un vodka tónica y me siento en la terraza a escribir y navegar, hasta que llega Francisco o alguien me interrumpe.

Nada como mi pc rosado para sentirme contenta con la vida.