lunes, 9 de julio de 2012

¿Y si lo reconquisto?


Juan Antonio se hizo el loco. Me miró unos segundos con cara de sorpresa, pero después siguió jugueteando con la mujer esa como si nada.

Subí a la habitación y pedí tres vodka tónica, y me senté a tomarlos mientras Felipe seguía roncando. En la mañana le diría que me sentía mal, que me había enfermado, para que nos fuéramos. No pensaba seguir ni un minuto más con él, era hora de tomar las riendas de mi vida y hacer lo que yo quiero.

Cuando estábamos en el lobby esperando que cerraran la cuenta, pasó Juan Antonio. Le dije algo de disculpa a Felipe y fui a enfrentarlo.

-          ¿Por qué me hiciste esa desconocida anoche?

-          Porque saludo solamente a la gente que me agrada. ¿Ese tata es tu nueva víctima?

-          Qué antipático, Juan Antonio. Te desconozco.

Me alejé, caminando de la forma más orgullosa que pude. Le dije a Felipe que manejara, porque la verdad tenía mucha rabia. Apenas hablé en el camino de vuelta, sólo quería llegar a mi casa.

Felipe se comportó de una manera bien cariñosa, de seguro estaba preocupado por mi “enfermedad”. Mi mamá estaba en la casa, por lo que estuve obligada a presentárselo. Un gusto conocer al hombre misterioso que no tiene tiempo para almorzar con mi hija como la gente, le dijo de entrada. Lamentable frase, porque quedaron de ponerse de acuerdo un “día de estos” para que viniera a almorzar.

Me fui directo a encender el computador, sin escuchar a mi mamá y sus preguntas tontas. Estaba decidida a encontrar ese mismo día un departamento y hacerme cargo de la vida tal como me gusta: sin marido, sin hijos, con plata y libertad. Llamé a la Lena para preguntarle sobre las andanzas de Juan Antonio, ya que son “íntimos”.

-          Es que no te puedo contar nada.

-          ¿Cómo es eso?

-          Tal como soy tu amiga y no le cuento a nadie lo que conversamos, hago lo mismo con Juan Antonio.

-          ¿Es una broma, Lena? ¿Qué clase de amiga se supone que eres?

-          Una buena amiga.

-          Nosotras somos íntimas desde el colegio, ¿De cuándo eres amiga de Juan Antonio? ¿Dos años? ¿Seis meses?

-          Qué pesada que eres. Sólo trato de ser justa.

-          Quédate con tu justicia. Y con tu salón de té también.

-          ¿Te tinca la idea de ser mi socia?

-          Ahora no, Lena. ¿Cómo podría trabajar tranquila si no existe la lealtad que antes teníamos?

-          Pucha, no seas así. Estoy segura que juntas nos irá muy bien, juntamos tu buen gusto y mi experiencia en la cocina…

-          No me hagas la pata, Lena. Mira, si yo fuera amiga de tu marido y él me contara cosas sobre ti, lo primero que haría sería llamarte y decirte todo.

-          Si sé, tienes razón. ¿Pero de verdad quieres que seamos socias en el salón de té?

-          Te reconozco que estaba indecisa, pero esta salida con Felipe me sirvió para aclarar mis ideas.

-          ¿Y cómo te fue con él?

-          Pésimo, me cargó. Le inventé una enfermedad para venirnos antes. Y allá me encontré con Juan Antonio, y estuvo bastante mal educado conmigo.

-          Es que está dolido contigo desde lo de Javier.

-          ¡Pero si ya pasó casi un año!

-          Para que veas. Sin embargo, siempre siempre me pregunta por ti, que como estás, que si tienes pareja, dónde estás viviendo, ese tipo de cosas.

-          ¿Y la mujer que andaba, la ubicas?

-          Da lo mismo, siempre cambia. Está hecho un fresco, lo vieras.

¿Y si aparte de comprarme un regio departamento, dedicarme al negocio con la Lena, reconquisto a Juan Antonio?

lunes, 2 de julio de 2012

Decidiendo.


Felipe llegó a mi casa alrededor de las cuatro de la tarde el jueves. Le insistí que tratara de apurarse, porque me carga manejar con lluvia y de noche. Además que mi idea era irnos juntos en un solo automóvil, y cómo yo conozco el lugar, quedamos de irnos en el mío.

Agradecí internamente que mi mamá no estuviera en la casa porque de seguro lo llenaría de preguntas y después me diría: ¡Por favor cómprale ropa a ese pobre hombre! Felipe vestía sus clásicos pantalones de cotelé horrendos, unos bototos de seguridad, y una parka de los años 80, arrugada.

Ya en camino, con sus preguntas desubicadas me comencé a arrepentir de ir con él.

-          ¿Y para qué tienes esta media 4 x 4 si andas sola? Además se las pasan robando.

-          Quería un cambio. Y no estaciono en cualquier lugar, imposible que me la roben.

-          Igual es mucho auto para ti, mujer. ¿Cuánto gastas en bencina?

-          Lo que tenga que gastar nomás. ¿No te enseñaron que hablar de dinero es mala educación?

-           Es que te pondrías comprar un auto más cómodo para andar en Santiago.

-          Este es muy cómodo para mí, muchas gracias por tu preocupación.

-          ¿Y decidiste en qué invertir? Para que no sigas gastando tu plata.

-          La Lena quiere poner un salón de té y quiere que la ayude, pero lo estoy pensando.

-          ¿Un salón de té como alemán?

-          Claro.

-          Me parece excelente idea. Santiago está lleno de viejas siúticas buscando un lugar así. Tendrían que tener kuchenes diet y ese tipo de tonteras.

No hablamos mucho el resto del camino, por último callado recuerdo que tiene plata, es viejo,  tiene hijos grandes, y me quedo tranquila con la decisión. Porque el hotel es harto caro, y lo estoy pagando yo.

Llegamos alrededor de las 8 de la noche al hotel. Precioso, finísimo. Me encantó. Pero apenas nos llevaron a la habitación, Felipe me miró y se me abalanzó encima. Por poco no me viola. Para no parecer frígida ni nada, recordé cuando andaba con Javier y Juan Antonio, y así fue un poco más llevadero. Me pidió disculpas por haber durado tan poco, me prometió que las otras veces serían mejor, que hacía harto tiempo que no estaba con una mujer y varias cosas más. Le dije que no se preocupara, que lo entendía. Me di una ducha larga y bajé a la piscina temperada. Felipe roncaba.

Llamé a la Alison para contarle lo que había pasado: Si no te calienta en la cama estamos mal, amiga. Me metí a la piscina y nadé un buen rato, para no llorar. Pero no pude controlarlo, y me senté en la orilla llena de angustia. Pensaba que la señora del tarot tenía razón, quizás invertir en el salón de té de la Lena, comprarme un loft en un barrio tranquilo y vivir mi vida sin importarme lo que diga el entorno social.

Mientras respiraba hondo para controlarme, escuché una pareja riéndose. Abro los ojos, y veo a Juan Antonio con una mujer, felices jugando en el agua.

lunes, 25 de junio de 2012

Ahora sí.



Llevo dos meses tratando de conquistar a Felipe Boutin. A pesar que no me gusta nada de nada, creo que es perfecto como marido: es viejo, tiene hijos grandes y plata.

Cuando la Lena me lo presentó en el bautizo de la Audrey, apenas me puso atención. Obvio que me miró de pies a cabeza – lo que me pareció de bastante mal gusto-, pero apenas me preguntó algo. Incluso nos dejó solas a los pocos minutos, murmurando que iba a saludar a alguien.

Obvio que me dio rabia y hasta reté a la Lena, pero me dijo que le diera otra oportunidad. Esperé un rato y me volví a acercar; se me había ocurrido día decirle que ya que él era un inversionista si tenía algún consejo para darme.

-          ¿Y quién te dijo que soy inversionista?

-          -La Lena, mi amiga que nos presentó.

-          Nada que ver. Pero si quieres te puedo dar el dato de un amigo que se preocupa de gente como tú, que le sobra la plata y no sabe qué hacer con ella.

-          No me sobra la plata.

-          Pero por algo quieres invertir.

-          Sí, por algo. Pero no te preocupes, pensé que me podías ayudar.

Me alejé molesta porque lo encontré último de mal educado, brusco y torpe. Me sorprendí porque comenzó a llamarme y se apresuró por llegar a mi lado.

-          Oye, ¿te enojaste?

-          Obvio que sí.

-          Pero como tan alharaca mujer.

-          No puedes negar que fuiste brusco y grosero.

-          ¿Por qué te dije que no sabes hacer con la plata? ¿Acaso me equivoco?

-          Parece que no te enseñaron que hablar de dinero es mala educación.

Después me contó que se sintió culpable de haberme hablado así, y por eso estuvo acompañándome el resto del bautizo, Además que ambos vinimos solos, remató a modo de chiste. En esa tarde me enteré que es dueño de una empresa que hace nosequecosa, que por lo mismo viaja bastante al norte del país, que dos de sus hijos viven fuera de Chile (no recuerdo qué países) y que los otros dos ya tienen su vida hecha, y que en total tiene 6 nietos. Es que me casé joven, me dijo y yo lo miré en silencio.

En el bautizo me pidió mi número, y se demoró ¡una semana en llamarme! Cuando finalmente lo hizo, fue para invitarme a tomar desayuno el domingo temprano. Es que viajo mucho en la semana, y es  único momento libre que tengo.

Y así nos hemos llevado todo este tiempo: me invita a tomar desayuno un domingo temprano, después se va a almorzar con algún hijo, aunque también hemos almorzado un sábado. Cuando conversamos me lo imagino de marido: latero, de seguro tendré que cambiarle todo clóset, escucharle sus conversaciones lateras… espero que todo este esfuerzo y paciencia valga la pena. Tengo todas mis esperanzas puestas en este jueves, porque de tanto sacarle en cara que jamás hacemos nada distinto juntos, me dijo que yo organizara algo y él haría un esfuerzo por tomarse jueves y viernes. Reservé una siute preciosa en uno de esos hoteles boutique, cerca de zona de vinos y  me compré ropa interior finísima.

Ahora sí que lo atrapo.

lunes, 18 de junio de 2012

Felipe Boutin.


Conocí a Felipe en el bautizo de Audrey, la hija de la Alison y James. También me encontré con Francisco y su nueva familia: la promotora, su hijo y me contaron que estaba esperando el segundo. Estuve a punto de preguntarle si le habían hecho el ADN al primogénito, pero me contuve. Total, no es mi problema.

El famoso bautizo parecía matrimonio, creo que invitó cerca de 200 personas. Es que vino toda la parentela de mi Jimmy, y me quiero lucir, me dijo la Alison como justificación. De todas maneras sirvió para que James se mordiera la lengua de una vez por todas y me dejara entrar a su casa, tanta cosa eso de su amistad con Francisco, como si él me hubiera sido tan fiel en el matrimonio. Aparte me cae pésimo ese gringo, si no fuera porque es el marido de mi amiga, ni lo saludaría.

Obviamente que fui una de las más regias. Como fue a mediados de marzo, aproveché de ponerme un vestido sencillo, pero que me hace lucir la figura esbelta que tengo, gracias a mis antepasados que nada tienen que ver con los mapuches, gracias a Dios. Unas sandalias sencillas con un pequeño taco, y listo.

Era el primer evento que iba después de haber vendido el hostel, y pensaba qué responder cuando me preguntaran a qué me dedico. Podía decir inversionista, pero la verdad es que saqué cuentas con mi papá y no me alcanzó para todo lo que yo quería. Al final me compré dos departamentos de esos que más parecen lata de sardina en el centro, uno en Concón para arrendar (el que amoblé pobremente, sólo lo básico) y como todavía no me decido qué hacer con mi vida, vivo con mis papás. No es tan poco –me dice mi papá- si sumo los dos departamentos anteriores que obtuve por cada matrimonio. Es verdad que puedo vivir tranquila, pero por otro lado necesito buscar algo que hacer. El verano me lo tomé con calma (además que acompañé a la Alison después del parto, nunca tan mala amiga) y acepté todas las invitaciones que  me hicieron: fui al lago Ranco con la Lena y sus niños, acompañé a mis papás unos días a Concón y hasta fui a Nueva York por unos días, pero tanto frio me aburrió y me vine antes.

Fue la Lena quien me mostró a Felipe. Lo encontré feo de inmediato, y pésimamente mal vestido: pantalón de cotelé café claro (¡a medidos de marzo!), zapatos negros, una polera horrenda y un chaleco desabrochado, café también.

-          Lena, ¿es una broma?

-          Fíjate que se me había olvidado de su existencia. Lo he visto en un par de ocasiones. Es perfecto para ti.

-          ¿Cómo alguien así puede ser perfecto para mí? Me estás faltando el respeto.

-          Nada que ver, tonta. Mira, se llama Felipe Boutin y es dueño de una empresa, o varias empresas. Vas a tener que preguntarle a él. Tiene varios hijos, pero grandes. Creo que cuatro. Vive solo en una gran casa en la punta del cerro.

-          ¿Y cómo sabes tanto?

-          Porque una vez la Alison me sentó cerca de él en una cena y me contó. Es un poco tosco, pero se nota que es en el fondo es buena persona. Ven, yo te lo presento.

lunes, 11 de junio de 2012

En las termas.


Finalmente no me fui a Playa del Carmen. Pasó que al otro día de haber ido donde la señora Mirta, me junté con la Alison y la Lena, les conté todo y lo más inaudito  es que encontraron que tenía razón sobre la dualidad famosa. Pero si lo hiciste hasta hace poco – me dijo la Lena – con Juan Antonio y el músico, no sé porqué te parece raro. Y tus dos matrimonios anteriores, agregó la Alison, siempre fueron tríos.

Estuvimos un buen rato discutiendo, porque no entendían la diferencia de cada situación: mi primer marido fue casi escogido por mis papás, entonces ¿qué más querían, si hacía poco había conocido a Juan Antonio? Después Francisco dale con tener hijos, Juan Antonio se casa con la china fea, Francisco se mete con la promotora esa, ya conocen la historia. Luego Javier con la mapuchita, y bueno, esta vez sí  me gustaban harto los dos, pero ahora estoy sola, feliz y con plata.

Según ellas, tenía que irme a un lugar tranquilo para pensar, donde me pudiera reencontrar conmigo misma. Y fíjate que la idea de casarte con un pelotúo que te deje en paz y con plata no es  tan descabellada. Y así la tía te dejaría de molestar y podrías vivir tranquila.

Con esas dos frases de mis amigas me fui a las Termas de Puyehue, después de la inauguración del hostel. Tuve que hacerme cargo igual mientras los abogados venían los detalles de la venta. Lo malo es que estuve viviendo unos días en la casa de mis papás, y tuve encima a mi mamá preguntándome qué iba a hacer con el dinero y con mi vida. ¿Te vas a quedar sentada todo el día mirando teleseries en una gran casa vacía, acaso?

Por eso apenas me bajé del avión en Osorno sentí mucho alivio. Llovía fuertísimo, a pesar de ser principios de octubre. Tomé el transfer lleno de abuelitos y supe de inmediato que sería una semana de soledad. Me carga el olor a viejo.

Relajada en la piscina, tomé algunas decisiones: comprar dos departamentos en Concón, en un edificio nuevo que se entrega en el verano. Uno lo dejaré para mí, y el otro para arrendar. Así me podré escapar cuando quiera lejos de Santiago. Después pensaba comprarme dos departamentos de esos pequeños en el centro, como inversión. El problema es que no sabía dónde comprarme algo para mí, para vivir.

El otro asunto que me dio vueltas durante varios días fue el qué hacer con mi vida. Al hacerme cargo del hostel me di cuenta que me gustó estar ocupada, haciendo cosas. Claro que quería ser millonaria y soñaba con tener una cadena de hoteles top, pero ahora tengo dinero y nada que hacer.

Mientras volaba de vuelta a Santiago, después de cuatro días relajándome (no soporté una semana con tanto viejo, que atroz), venía convencida de buscar un marido, para ocupar mis días y dejar tranquila a mi mamá y su círculo social. Total, no será la primera vez que lo haga.

lunes, 4 de junio de 2012

Dualidad.


Cuando faltaba menos de un mes para la inauguración del hostel, recibo una llamada de mi papá para que vayamos almorzar al club. Supuse que tenía ganas de conversar de los últimos detalles, o darme algún consejo tipo “empresarial”.

Recuerdo la frase que me dijo, después del brindis con pisco sour:

-          ¿Estás muy encariñada con el hostel o lo venderías por unos buenos pesos?

-          Depende lo que llames buenos pesos, papá.

-          Me gusta tu respuesta. Para tener dinero no hay que encariñarse con las cosas materiales: si sale una buena oportunidad, hay que tomarla.

-          No se trata tampoco que el hostel me dé lo mismo. Mal que mal, me he dedicado en cuerpo y alma a sacarlo adelante. Quedó hermoso papá, te mueres las fotos que clasifiqué para la página web.

-          Tu mamá me ha hablado maravillas. Y si a ella le gustó, significa que valió cada peso.

-          Fíjate que me ha ido a visitar varias veces; incluso ha llevado gente con ella.

-          De eso te quería hablar, hija.

-          ¿De las visitas de la mamá y que cada vez que va me pregunta que cuándo tendré una familia como “corresponde”?

-          Ella se preocupa por ti, eso es todo. No puedes negar que somos una familia tradicional, súmale que tu hermano tiene cuatro hijos y una mujer maravillosa.

-          Papá, si quisiste almorzar conmigo para darme la lata del matrimonio y los hijos, te digo de inmediato que hasta aquí nomás llegamos.

-          Nos fuimos del tema. Te quiero hablar de otra cosa, de varias.

-          Te escucho. Pero no toda la tarde, mira que tengo un montón de trabajo con la inauguración.

-          Hija, ¿Qué me dirías si te cuento que hay gente interesada en comprar tu hostel, y que con ese dinero podrás cumplir tu sueño?

-          Pero papá, si vendo el hostel la plata sería tuya. Yo no puse ningún peso. ¿Y de qué sueño me estás hablando?

-          De tu sueño de ser millonaria y de no depender de nadie.

-          Seguro que lo contó la Alison o la Lena. Y yo que confiaba en ellas. ¿Cuál de las dos fue?

-          Ninguna me lo dijo. Y es otra cosa que te quiero contar, pero necesito lo siguiente: que me guardes un secreto, y que tengas apertura de mente.

-          ¡Tanto misterio, papá! Y si tienes una amante u otra familia, no me interesa saber de tu vida privada.

-          Hija, durante todos estos años, cada vez que necesito tomar una decisión importante de negocios, consulto a un oráculo.

-          ¿Oráculo?

-          Sí hija. Voy donde una tarotista muy sabia a pedirle consejo.

-          Papá, por favor dime que estás hablando en broma. Si toda la vida me enseñaron que el tarot está en contra de nuestras creencias religiosas, que poco menos es demoniaco.

-          Como sé que no tendrás hijos (o que no es tu deseo) no puedes comprender lo que es la crianza. Es verdad que con tu madre te enseñamos ciertas directrices acordes a nuestra vida católica, porque nuestra finalidad como padres fue tener  hijos formados con valores cristianos, pero no todo en la vida es tan absoluto, y tú lo sabes. Por algo tienes dos matrimonios. Y una convivencia.

-          Gracias a esos dos matrimonios tengo dos propiedades, y gracias a la “convivencia” –como tú le dices- me dieron ganas de ser independiente, fíjate.

-          No te estoy cuestionando; no soy tu mamá. Aprendí a aceptar el rumbo que le quieres dar a tu vida, aunque debo reconocer que me gustaría mucho que me dieras nietos.

-          Dos cosas papá: o vas al grano o te juro que me voy. Me tinca que la mamá te envió y tú sólo te estás yendo por las ramas.

-          De niña fuiste impetuosa. Bueno, te cuento. Ocurre que una de las visitas que te hizo tu mamá al hostel fue con un grupo de inversionistas amigos, y les gustó tanto que me hicieron una oferta. Una excelente oferta. No me mires con esa cara, mi idea no es lucrar con mi propia hija; el dinero será todo para ti, si es que aceptas. Como te vi tan entusiasmada en el proyecto, fui donde mi amiga la tarotista a consultarle. Y ese es el secreto: tu madre se muere si lo sabe.

-          ¿Y salieron buenas cartas que te veo tan entusiasmado?

-          Excelentes. Y ella me dijo cuál era tu sueño.

-          No te creo. Seguro fue la Lena o la Alison.

-          No deberías dudar de tus mejores amigas, ni de la palabra de tu padre.

-          Tienes razón, papá. Pero no esperes que crea en el tarot ni en esa señora que vas a ver.

Casi me morí cuando vi la cantidad de dinero que podía ganar vendiendo el hostel a esos inversionistas. Resulta que ya habían comprado uno en Valparaíso y otro en San Pedro de Atacama, y tuve la suerte que les encantó la forma en que lo ambienté. Claro que mi papá me puso una condición: que fuera a ver a su tarotista. “Te abrirá la mente; confía en mí”.

Partí donde la señora tres días después del almuerzo, aunque ya había tomado una decisión con el dinero de la venta del hostel: compraría varias propiedades, para poder vivir de las rentas. También tenía ganas de irme de viaje fuera de Chile, para poder comenzar de cero mi nueva vida. O también podía comprarme un gran departamento en Concón y vivir allá, comprar los de cerca y así tener vigilados a mis vecinos/arrendatarios. Claro que pensaba una y otra vez en lo que diría mi mamá sobre el vivir sola, que ya no soy una adolescente para andar haciendo tonteras, que cuando sentaría cabeza.

Me costó llegar a la casa de la señora Mirta. Es que jamás había andado en la Gran Avenida, tuve que llamar a mi papá para que me indicara, si hasta me daba miedo sacar mi teléfono para ubicarme, ni hablar de bajar el vidrio y preguntarle a alguien. A pesar de mis resquemores, su casa era bien monona, como diría mi mamá: tenía un jardín bien frondoso y los muebles en el interior no se veían como de pobre. Me llevó a un dormitorio donde ella “atiende”, como se dice, lleno de figuras de ángeles, budas, incienso y velas.

La señora Mirta me dijo que mi papá ya le había contado que yo no creía en el tarot, pero que me agradecía la apertura de mente y la visita. Me hizo respirar profundo, con los ojos cerrados, revolviendo las cartas. “Esto es pura fe, mi niña”.

Comenzó contándome de mi niñez, el colegio, la universidad, de mi familia. Datos que mi papá perfectamente le podría haber dado. Como me vio cara de aburrida, recogió todas las cartas y  me dijo: ya mi niña, veamos tu futuro mejor.

Me habló de Javier: “él no está enamorado de ti, se enamoró de lo que tú representas. Este hombre quiere una familia, un hogar, está aburrido de la vida que lleva, eso de vivir solo.” Obvio que le pregunté por la mapuchita:” ¿Tú crees que un hombre cómo él se casará con una mujer que se le anda ofreciendo sola? No pues mi niña, él se acuesta con ella, la ocupa casi de junior. Pero para formar familia, quiere otra cosa. Y la va a encontrar fíjate. Incluso te va a invitar a su matrimonio”. También salió Francisco, que estaba feliz con su guagua y que me guardaba mucho rencor, que prendiera unas velitas y rezara para que me perdone. ¡Prender velas para su perdón! Ni loca, él fue quien me engañó con la promotora esa. Me da lo mismo su perdón.

De Juan Antonio me dijo varias cosas: “Alguna vez estuvo muy enamorado de ti, pero cómo te casaste con otro por la plata, él se resintió por eso. Fíjate que se casó medio enamorado de la niña oriental, pero ella era muy celosa, más bien celópata. Ella solita lo echó de su lado. Aunque él se sabe regio y es bien fresco, no te creas que no. Igual se cuida y no se mete con la gente con la que trabaja, parece que es como jefe, así lo veo. Él te quiere mucho, incluso la última vez que estuvieron juntos se ilusionó un poquito, pero tú de nuevo lo desilusionaste. De todas maneras él ya no confía mucho en ti, le molesta que seas tan fijada en la plata.”

Después pasó algo raro. Veía y veía las cartas, cuando de pronto me dice:

-          Mi niña, ¿te puedo hablar a calzón quitado?

-          ¿A qué se refiere exactamente?

-          Mira, lo que veo en el tarot es que vives en una dualidad que tienes que aclarar para poder ser feliz.

-          ¿Una dualidad?

-           A ver, lo que veo en el tarot es que a ti te gusta mucho el sexo, la vida libre, sin ataduras. Pero por tu formación familiar, no lo aceptas, reniegas de eso.

-          Creo que ahora sí que se equivocó.

-          Bueno, si tú lo dices. Pero es lo que veo. Si quieres le pedimos un consejo al tarot.

-          ¿Da consejos?

-          Los mejores. Ves, aquí está claro: tienes que casarte con un hombre un poco mayor, que tenga hijos grandes –para que no te pida - y así poder hacer tu vida tranquila, porque socialmente te aceptarán, y tú podrás hacer y deshacer. Un hombre trabajólico, ocupado, ¿me entiendes?

Encontré tan absurdo eso de la dualidad. No le puse mucha atención, pero debo reconocer que me dio buenos consejos respecto a las inversiones.

Mientras se hacían los trámites de la venta del hostel,  seguí organizando la inauguración y me puse a buscar departamentos para comprar –y uno para vivir. También decidí partir por unas dos semanas a Playa del Carmen, a pensar bien eso de la “dualidad”.