domingo, 22 de febrero de 2009

Es definitivo.

Es definitivo: me aburrió el siquiatra. Puro gastadero de plata, si cada vez que iba me miraba y asentía sin decirme si lo que estaba haciendo estaba mal o bien. De hecho, por su culpa sigo casada con Francisco y Juan Antonio volvió con la china fea esa. Aunque eso es pasado, de todas maneras.

Lo malo es que me aburría mucho en la casa y no tenía con quien conversar mis cosas. Quizás por eso Francisco me regaló este laptop precioso, de un rosado bastante elegante, no como ese rosado para guaguas de pobres. La verdad es que cuando abrí la caja en donde venía me imaginé un vestido espectacular, más alguna invitación a alguna fiesta: los tamaños de las cajas eran parecidos. Y como no soy buena para disimular, Francisco se dio cuenta de mi cara y trató de alegrarme diciéndome todo lo que podía hacer si sabía utilizarlo, incluso una niña de su trabajo vendría a la casa para enseñarme cómo usarlo.

Así es que después de unas cuantas clases con la niña esta, le agradecí el regalo a mi maridito. Me hice una cuenta en facebook, me suscribí a más revistas con mi tarjeta de crédito y me compré unas pilchas que todavía no llegan a Chile. Que cosa más fantástica internet más la tarjeta de crédito. Todas las cosas me llegan a la casilla del trabajo de Francisco, ¿qué más puedo pedir?

Por eso estoy usando mi pc rosado para escribir lo mismo que le contaba al siquiatra. He pensado que releyéndome podría sacar mis propias conclusiones, porque estoy segura que si tuviera escrita toda mi historia con Juan Antonio y ahora la pudiera releer, mi tranquilidad sería mayor porque estaría 100% segura que actué bien. Lo que pasa es que algunos momentos los tengo como borrosos en mi mente, como cuando le dije que no me podía casar con él y ese verano espantoso. En fin, no me quiero acordar ahora.

Por lo menos con mi pc rosado tengo cosas que hacer en la semana, algo parecido a un horario: después de levantarme (aproximadamente como a las 9:00 ó 10 de la mañana), parto al gimnasio. Si no tengo ganas de hacer ejercicio, me voy a la cafetería y converso con alguna conocida que ande por ahí. Me devuelvo al departamento para arreglarme porque debo ir a almorzar con Francisco casi todos los días, a menos que me llame para decirme que tiene alguna reunión o algo así. No tengo idea el porqué se le ocurrió la costumbre esa de almorzar todos los días juntos (una vez me dijo que era un buen momento para parar su día y que además sería la envidia de sus compañeros de trabajo, lo que es verdad porque muchas de sus mujeres son unas vacas chasconas, con perdón de las vacas). Vuelvo al departamento, le pido a la nany que me prepare un vodka tónica y me siento en la terraza a escribir y navegar, hasta que llega Francisco o alguien me interrumpe.

Nada como mi pc rosado para sentirme contenta con la vida.

jueves, 5 de febrero de 2009

El Principio de todo, parte V

Si en diciembre Juan Antonio en Horcón me dijo que nos casáramos… déjeme acordarme… En julio Francisco se pidió unos días y nos fuimos a la nieve… Claro, fue en el hotel que me encontré con una vieja del curso de bonsái. Estábamos cenando con Francisco, tranquilos, cuando esta señora se me acerca y me saluda. Nos presentó al viejo de su marido y se sentaron con nosotros, previa invitación del educado de mi marido. La cosa es que mientras los hombres hablaban de trabajo, ella me contó de Juan Antonio. Habían pasado más de seis meses desde la última vez que lo había visto, y sentí un dolor en el estómago cuando lo nombró. Y la vieja ridícula dale con hablarme de él: que es tan tierno, tan regio, tan inteligente, tan educado, tan sabio. Me tomé como tres vodka tónica en veinte minutos. Después sacó de su cartera una cámara fotográfica porque quería que yo viera las fotos de un paseo del curso de bonsái. Y es por eso que vengo. Es que Juan Antonio no tiene corazón. Me acuerdo y me da rabia. ¿Sabe adónde fue el paseo? En Horcón, en las mismas cabañas donde estuvimos, donde el muy estúpido me pidió matrimonio. Si eso no me da rabia, escúcheme y no me mire así. ¡Andaba con la china fea! Le juro que cuando vi la foto casi me muero. ¿Y ella quién es? Le pregunté a la vieja haciéndome la tonta. Su novia, que niña más dije, me contestó.

Tuve que pedir otro vodka tónica. Miré las fotos varias veces. Es que no lo podía creer. En el mismo lugar donde fuimos tan felices, Juan Antonio estaba con la china horrorosa. ¿No le daba nada posar en el mismo lugar donde estuvimos tan enamorados en diciembre apenas? Le juro que no puedo creer que Juan Antonio sea así. Como si fuera otra persona, una persona sin sentimientos que no le interesa en lo más mínimo los demás.

Dígame doctor, ¿No encuentra usted que me salvé de casarme con Juan Antonio, si cambió tanto en tan poco tiempo?

miércoles, 4 de febrero de 2009

El Principio de todo, parte IV

El día que le dije todo esto a Juan Antonio tuve que inventarle una mentira gigante a Francisco. Le dije que andaba viendo casas porque, a pesar que vivimos en un departamento espectacular, sería bonito tener plantas y un perro. Y también hijos, me respondió él. Me quedé en silencio (me acordé que el que calla otorga) y me fui directo al departamento de Juan Antonio.

Lo que me dio más lata fue que me recibió con un tremendo abrazo y un colgante bastante bonito, no caro pero representativo de su religión, lo que supongo vale más que el solitario que Francisco me regaló la navidad pasada. Tenía hasta una botella de champaña helándose porque él juraba que yo venía de hablar con Francisco, porque le comenté que nos juntáramos después de una conversación larga que necesitaba. Jamás se le ocurrió pensar que yo venía para acá.

Me tomé dos copas de champaña al seco para poder tener valor de decirle. Y obvio, él se dio cuenta que algo no andaba. Incluso me preguntó si estaba embarazada. Cerré los ojos y me puse a llorar. Despacito eso sí, no crea que soy como esas mujeres buenas para el escándalo. Y mientras Juan Antonio me abrazaba, abrí los ojos y miré su casa, sus vasos, sus sillones, esos cilindros para la suerte, todo su alrededor. Y le dije: no me puedo casar contigo.

Lo que más me duele doctor es que no me dejó explicarle nada. Se puso de pie y me dijo que era un estúpido al creer que yo había cambiado, que seguía siendo una mujer vacía que lo único que hago es pensar en mí y en la plata. Cuando yo trataba de acercarme a su lado, me empujó gritándome que me fuera. Peor fue cuando le dije que no me pensaba ir hasta que me escuchara: me agarró del brazo y me abrió la puerta. “Ándate” y me dio un portazo. Jamás lo había visto así.

Imagínese como quedé. Me fui eso sí, porque mucho lo puedo amar pero dignidad tengo, ni loca me quedaba sentada en la puerta llorándole. Si mal que mal igual tiene razón, sólo en el sentido que me gusta la buena vida. Igual no entiendo para qué hace tanta alharaca, si él me conoció tal cual como soy ahora. ¿Se acuerda como lo conocí? No importa, otro día le cuento. Ahora vengo por otra cosa.

En todo caso aproveché que andaba de valiente por la vida y le dije esa misma noche a Francisco que no quería tener hijos. O por lo menos no todavía. Y como es tan bueno, me dijo que iba a esperar que me dieran ganas de ser madre.

En enero nos fuimos de vacaciones ¿Sabe doctor? Fueron las vacaciones más tristes de toda mi vida. Parece que me dio depre o algo así, porque no me levantaba hasta bien tarde, y me iba a la terraza al atardecer, tomando vodka tónica. La casa pasaba llena de gente, entre la familia de Francisco y amigos y los primos y los niños, que asados, brindis, jugando cartas. Estuve tentada varias veces de llamar a Juan Antonio para irme con él, pero sé que es muy orgulloso; jamás me aceptaría de vuelta. Miraba la casa hermosa en que estaba pasando las vacaciones, mi jeep, el departamento donde vivimos, y no había caso, sabía que el amor se acabaría tarde o temprano. Igual Francisco se preocupó porque según él tomaba mucho, que no me levantaba, que tenía la mirada extraña. Le dije que estaba de vacaciones y que la idea es hacer lo que uno quiere, que no me molestara. ¿Y sabe cómo se me mejoró el ánimo? Un día vinieron unos amigos del trabajo de Francisco, unos viejos harto lateros. Mientras yo me tomaba mi vodka tónica en silencio (me ponía a mirar el mar y me acordaba de los días que pasamos con Juan Antonio en Horcón) se me acercó una mujer bien regia pero vestida con pésimo gusto, harto leopardo y oro y el pelo platinado (contaban las malas lenguas que había sido la nana del gringo antes de casarse con él) y me dijo: ¿Penas de amor? Por supuesto no la tomé en cuenta y continúo: mira, tu marido vale harta plata. Harta. El amor va y viene, la plata no. Le sonreí y le dije que estaba equivocada, que sólo estaba mirando el mar. Pero me hizo pensar. Es que la rota tiene razón: mi marido vale harta plata. Al otro día volví a ser la mujer que a Francisco le gustaba: íbamos a la playa, almorzaba con los amigos de siempre, caminábamos de la mano en las tardes, aunque por dentro estaba muy triste y extrañaba mucho a Juan Antonio.

martes, 3 de febrero de 2009

El Principio de todo, parte III

No se imagina quien me despertó, acostándose a mi lado. Porque Juan Antonio se creerá monje o se había puesto así con la china fea esa (quien no), pero seguía igual de caliente como siempre. Ni hablamos, sólo hicimos el amor. Usted sabe que no me gusta mucho hablar de sexo, lo encuentro de pésimo gusto, así es que no me ponga cara que quiere detalles porque en eso mis principios católicos sí que son firmes. Lo divertido es que no podíamos hacer ruido, porque era un grupo de cabañitas para puras mujeres y se suponía que era un retiro espiritual, pero eso de andar escondidos como adolescentes le puso más sabor.

Estuvimos conversando toda la noche. Así como antes. Juan Antonio era el mismo de siempre, por suerte. Nos teníamos que aguantar la risa cuando yo imitaba los sonidos que hacían los viejos feos en la famosa “meditación”. ¿Y sabe lo que hicimos? Nos escapamos. A las 4 de la mañana, Juan Antonio fue a buscar sus cosas a su cabañita, yo hice mis maletas (una para la ropa y la chiquita para el secador y las cremas, no hay caso que pueda usar solo una) y partimos a Horcón. Idea de Juan Antonio por supuesto, yo jamás me metería a un lugar lleno de hippies, pero era obvio que no me encontraría con nadie conocido y podríamos hacer lo que quisiéramos durante varios días.

En Horcón arrendamos una cabaña en un lugar bien tranquilo, alejado de la caleta y la gente. No tenía ninguna maravilla la cabaña famosa, pero parece que iba gente como actores y escritores y uno en el fondo pagaba la exclusividad. Porque harto carita que salió.

Fueron unos días inolvidables, la verdad. No teníamos horario, comíamos cuando teníamos hambre y hacíamos el amor cuando teníamos ganas, que era casi siempre. Y cuando Francisco me llamaba, yo le hablaba al lado del mar con voz de monja budista (¿existen?) y ni cuenta se daba.

Lo que sí me complica, y es por lo que vengo, es que la penúltima noche, porque igual teníamos que volver, Juan Antonio me dijo que lo pasábamos tan bien juntos, que teníamos una historia en común como de 6 años, que porqué no nos casábamos. Al principio no le hice caso y hasta me reí, pero insistió bastante. Me dijo que cuando meditaba siempre veía mi cara, y que eso era una señal: estábamos predestinados.

Todo esto pasó hace dos semanas, y durante todo este tiempo nos hemos estado viendo diariamente, y mi marido ya sospecha porque me encuentra extraña. Y la verdad no sé que hacer, doctor.

¿Qué cree usted: me separo de Francisco y me caso con Juan Antonio?

Agosto.
No me mire con esa cara, doctor, si sé que la última vez le dije que me buscaría otro siquiatra que me diera respuestas y no miradas. Pero usted me conoce, por eso yo estaba segura que si le pedía hora a la Lore (harto loca su secretaria, no sé si se lo comenté alguna vez) no me pondría problemas.

Es que me enojé mucho porque usted no fue capaz de ayudarme. Si sé que yo sola debo hacerlo y que usted sólo me acompaña de lejos en el camino, pero no supe que hacer y finalmente, acá me tiene, lejos de Juan Antonio y todavía casada con el fome y tontorrón de Francisco.

¿Puedo encender un cigarro? La verdad es que estoy muy enojada, doctor. El día que vine, hace como ocho meses me parece, tomé mi jeep y manejé por la costanera hasta que se acabó, pensando. Juan Antonio puede ser el amor de mi vida, pero (va a sonar feo) no tiene la plata que tiene Francisco, y yo no trabajo ni loca. Imagíneme a mi, casada con Juan Antonio, llegando todos los días a su departamento medio chino (porque al mío no me voy ni loca, con lo que me pagan de arriendo vivo feliz), después de un día de trabajo, sin poder hacer lo que me gusta, ver tele, vitrinear, leer las revistas esas internacionales, hablar por celular… estoy segura que el amor se acabaría. Juan Antonio se creerá medio monje de esa religión rara, pero yo soy una mujer que siempre fue mimada y me gusta serlo.

lunes, 2 de febrero de 2009

El Principio de todo, parte II

Nos pusimos a conversar y me contó que estuvo viviendo con la china fea, aprendiendo el “arte milenario” de no sé que cosa. Hacía tres meses que había llegado, y cuando le pregunté que porqué no me buscó, me contestó que había visto la foto de mi matrimonio en las sociales, por internet. Y de nuevo no me va a creer, pero cuando salió publicada la foto, le juro que yo pensé que Juan Antonio, estuviera donde estuviera, la iba a ver.

Por supuesto no falté más a clases. Y durante dos semanas estuve pendiente de encontrarme con él a cada rato. Y andaba más caliente, si hasta el bueno de mi marido estaba sorprendido. ¿Es malo acostarse con alguien si una está pensando en otro? Yo creo que no, mientras el otro no lo sepa.

También me puse a dieta y me compré ropa como las viejas que iban al curso de bonsái: poleras y pantalones de algodón o de lino, anchas, onda etérea, porque si algo tiene Juan Antonio es que se fija harto en esos detalles.

A la tercera semana me invitó a almorzar a su departamento. Yo ya lo conocía, pero llegó tan cambiado de su viaje a China o Japón, que había que entrar sin zapatos y era como bien minimalista el ambiente. Me dijo que ahora era budista y tenía en algunos lugares de su departamento unos cilindros bien raros que cada vez que uno pasa hay que darlos vuelta en el sentido del reloj y así a una le va bien o algo parecido. Yo lo hice igual y ponía hasta cara de seria.

El almuerzo fue un plato vegetariano bien sabroso, y tomamos jugo de piña. Nada de ron o pisco sour como antes. Tampoco música estridente. Todo era como chino. Tuve que fingir que estaba muy interesada en su onda, poner cara de sí que bueno cuando me contaba sus historias con la china, hasta me mostró fotos, y harto feita que era. Incluso, cuando vi la foto y entre risa le dije qué como se había fijado en alguien tan fea (él que es tan preocupado por la parte estética), se puso serio y me dijo que ahora le importaba lo de adentro, que ya no estaba para perder tiempo como antes.

Seguí yendo a clases de bonsái, una fomedad, y haciéndome la profunda y mística cuando nos veíamos. Tampoco lo busqué tanto. Mire, los hombres son más fáciles que la tabla del uno: basta que una no quiera para que ellos se calienten.

Y el destino de nuevo, fíjese. Mi marido me anuncia que tiene que irse por dos semanas a Estados Unidos a un training, y Juan Antonio me invita a un resort medio místico en Algarrobo. Claro que me costó convencer a Francisco que no quería ir, porque sabe que viajar me encanta, pero con la mentira que allá está todo nevado y que acá hay solcito, se quedó tranquilo. Por suerte se le olvidó que me encanta esquiar, si no, me hubiese resultado más difícil aun.

Partimos en mi jeep, porque Juan Antonio le da con usar moto. Ni loca me subo. Y además era un pretexto para andar siempre juntos.

El lugar era bien bonito, las cabañitas están construidas con vista al mar, y había un lugar como en un acantilado donde se iban a “meditar”. Una vez fui, pero no le encontré sentido. Es que sabe, tenía que ir, porque había un programa con un horario súper estricto, que todos seguían con la cara llena de risa. Y lo peor es que las cabañas estaban separadas por sexo, y si le suma que Juan Antonio andaba como monje, peor todavía. Nos levantábamos temprano, tomábamos desayuno, escuche bien, al AMANECER, dando gracias a no se quien chucha, perdón por el exabrupto pero le juro que no le encuentro ni pies ni cabeza a esa tontera china o budista. Después hacíamos ejercicios de meditación o talleres de yoga y cosas así (Y el día hermoso, con un sol resplandeciente, como para ir a echarse en la playa). Al tercer día mentí, dije que se me habían quedado unos remedios importantes en mi casa, y partí para Reñaca. No le avisé a Juan Antonio, si al tonto lo veía rezando nomás (¿se le dirá rezo a eso que ellos hacen?) y me escapé. Comí rico, vitrinié -hasta me compré unas pilchas-, fui al cine, y tipo 5 de la tarde me aparecí. Saludé con cara de santa, dije que tenía un dolor de cabeza insoportable y me fui a dormir. Es que me había tomado varias copas de champaña, que me encanta para acompañar las ostras.

domingo, 1 de febrero de 2009

El Principio de todo, parte I

Diciembre.
Creo que mi problema, mi gran problema, es que los hombres buenos me aburren. Y los buenos trabajólicos, peor. ¿Se acuerda de mi primer marido? Qué hombre más aburrido, trabajando todo el día, estudiando el famoso MBA. Claro que gracias a él tengo el auto y el departamento. Y aunque yo ya andaba con Juan Antonio, igual me dolió saber que él tenía otra. Es decir, yo no lo quería ni tampoco me tocaba hace como dos meses, ¿Se acuerda cuando venía toda complicada si dejarlo o no? Pero jamás pensé que iba a andar con esa fea del trabajo, aunque igual lo entiendo porque son tal para cual. Claro que la tontona tenía la pura cara de tonta, porque era súper caliente, ¿Se acuerda que los pillé gracias a un dato de la María Ester, mi amiga que era secretaria de mi ex? Igual ya no la veo tanto, pero por ese dato siempre le hago buenos regalos.

Igual con Francisco, mi segundo marido por si se le olvidó, me casé enamorada. O como yo entiendo al amor, supongo. Además que Juan Antonio se había ido en esos viajes eternos y se anduvo medio enamorando de una china fea (qué mujeres más horrorosas, ¿no encuentra?) y supuse que se quedaría por esas tierras. Y usted sabe, la soledad nunca ha sido una buena compañera. Nunca nunca, fíjese. Desde que comencé a pololear, jamás estuve sola. Siempre tenía a alguien a mi lado, y el que yo quería. Igual que ahora, supongo.

La cosa es que Francisco es más bueno que el pelotudo de mi primer marido. Si hasta se le nota que me ama. Debe ser que llevamos apenas y año y medio de casados, y además quiere tener hijos. Yo le dije que sí, por supuesto, pero me tomo las pastillas escondidas. ¿Cómo se le ocurre que voy a tener hijos? No quiero. No tendría la libertad que tengo hoy en día, ya no podría salir donde yo quisiera, me pondría gorda, con las pechugas gigantes… no gracias. Todavía no.

En fin, ¿Dónde iba? Ah, Francisco. Bueno como el pan. Me cambió el auto por ese jeep espectacular que le conté hace tiempo, ¿Se acuerda? Hasta escogí el color (un plateado espectacular). La lata es que tuve que esperar un mes a que llegara, y en ese tiempo anduve en su auto. Tenía que ir a dejar a Francisco temprano en la mañana al trabajo, pero aproveché para inscribirme en clases de yoga a primera hora. Y como me aburro en el departamento el resto del día, no me voy a poner a chatear como adolescente, ¿no cree?, en el mismo lugar donde hacen yoga vi un anuncio de clases de bonsái. Un poco caro e inútil, pero me puse cariñosa con Francisco y me inscribí.

Mire, si las estrellas cuando quieren que las cosas sean de una manera, no hay como torcer el destino. Estoy segura de eso. Porque no sabe con quien me encontré en ese instituto chino o japonés, da lo mismo: Juan Antonio Soriano Camino. Y haciendo clases el perla, de un tipo de kárate milenario, o algo por el estilo.

El reencuentro fue igual que en las películas: me estaba comprando un té de jazmín en la cafetería, cuando siento una mano en mi cintura. Y no me va a creer, pero supe de inmediato que era él. Claro que está mucho más buenmozo, si se parece más que nunca al vocalista de INXS, el que se murió. Mire: es alto, delgado pero musculoso, la diferencia es que el pelo lo tiene liso en vez de con rulos, y rubio eso sí, pero esa cosa sexy que tenía ese vocalista, que me encantaba cuando yo estaba en el colegio, es casi igual. Como que toda su persona exuda sensualidad.