lunes, 27 de diciembre de 2010

Fin de año estresada.

Mi familia amó a Javier. Hizo reir a mis sobrinos, se llevó regio con mi hermano y con mi papá, le alabó la decoración a mi mamá, y, lo mejor de todo, es que me regaló unos zapatos maravillosos (de la próxima temporada, obviamente) de mi diseñador favorito.

Como mi mamá me compró los regalos, tuve que hacer como que ya sabía y mirar a Javier con cara de felicidad cada vez que abría un paquete: un perfume, un cinturón, unos jeans y un par de poleras.

Lo mejor de todo es que durante toda la noche hablamos de mi proyecto para ser millonaria. Por supuesto que no lo digo así con la gente en general, sino que me autodenomino "empresaria". Y la verdad es que me gusta demasiado pensar en mi de esa manera, con una hermosa oficina (ya encargué los muebles, aunque físicamente no la tengo), mi propio personal que me atienda, llamando por teléfono, dando órdenes, firmando autorizaciones, ese tipo de cosas.

La casa estoy a punto de comprarla, claro que primero tuve que hacer una sociedad, porque la idea es comprarla a nombre de mi empresa y no mio, por una cosa de seguridad. Lo bueno es que con todos estos detalles aburridos me está ayudando el abogado de mi papá.

Aunque lo que me hizo infinitamente feliz fue hablar con los suizos y decirles que no trabajaré más con ellos, que ahora seré empresaria. Ellos, tan educados, me felicitaron y además se le ocurrió que más adelante, cuando ya esté instalada con mi hotel boutique, podemos trabajar juntos. De pura educada les dije que por supuesto, porque me muero si recibo algún turista que quiera andar en bicicleta. Espero recibir turistas con dinero, dispuestos a gastar en lujos.

Y por primera vez estoy ocupando excel en mi pc rosado: estoy anotando todas las ideas y haciendo listas interminables. Es que estoy muy complicada con el estilo que le daré a mi hotel boutique, con el nombre que le pondré, de qué manera decoraré las habitaciones, qué tipo de plantas, las cortinas, las lámparas... atroz, es muchísimo trabajo. Si incluso me estresé, si hasta se me olvidó tener lista mi ropa para ir donde los papás de Javier.

Ese es un tema aparte, porque mis "suegros" viven en un campo en Puerto Varas. Sí, es lindo y todo lo que se dice, pero ¿pasar un año nuevo en el campo? Una lata. Ni siquiera puedo estrenar mis zapatos nuevos. Lleva ropa cómoda y también de invierno, nunca se sabe con el clima, me dijo Javier. Por lo que tengo entendido, él no va hace años, porque siempre trabaja para estas fechas, pero ahora hizo la excepción por mi. Gran cosa. Mil veces preferiría ir a la gran fiesta donde la Alison (aunque James no me quiera ver porque es amigo de Francisco) , que al campo. Rogué porque no quedaran pasajes, pero Javier los compró con anticipación, y el jueves partimos a primera hora, para volver el domingo en la tarde.

Y como si no bastara el estrés de mi trabajo y de este viaje horrendo, se viene el cumpleaños de Javier. Pienso hacer una fiesta en grande, con todos sus amigos músicos, menos la mapuchita, obviamente. Haré que se entere que no está invitada. Ya veré como me vengo de ella, cuando sea millonaria.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Brillante idea.

Gracias al mes de diciembre y sus noches increíblemente frías (y la mapuchita cargosa), me resfrié. Claro, porque para no quedar tan pasada a cigarro esperaba afuera a Javier, a veces apoyada en el jeep, otras caminando de un lado a otro de la calle.

No me quedó otra que estar en cama - los suizos no estaban muy felices, pero de verdad me sentía pésimo-, aproveché que Javier me tratara como reina, y vi mucha televisión.

Y aunque al principio estaba molestísima por el resfriado, fue gracias a este que se me ocurrió la brillante idea en la que estoy trabajando. Tomo un respiro entre tanto trámite y reunión a la que tengo que ir para escribir todo y que no se me olvide para más adelante, cuando sea millonaria.

Fue viendo el programa de esa señora bien ordinaria, esa norteamericana, que va por las calles consultándole a la gente que cómo se hicieron ricos, o va a sus casas y muestran que siendo pobres cuando niños, gracias a una gran idea, se hicieron millonarios. Pero el caso que más me impactó fue el de una mujer elegantísima, saliendo de una peluquería muy cara. ¿Cómo se hizo millonaria? Quedó en la calle después de una traición de su marido (como yo) y se le ocurrió un negocio. Y pasó de tener nada, a tenerlo todo.

Me quedé pensando el porqué tengo que conformarme con el dinero de dos arriendos; el porqué tengo que trabajar paseando unos gringos horrendos para tener contento a Javier (y a mi familia de paso), si fui educada en unos de los mejores colegios, mi papá es un gran empresario, y ahora está de moda que las mujeres trabajen. ¡Tengo todas las herramientas en la mano!

Llamé a la Lena y a la Alison para comentarles mi idea de trabajar para mí y tener mucho dinero; necesitaba sus opiniones sinceras.

Pero hacía tanto tiempo que no nos juntábamos a ponernos al día, que sólo conversamos. La Alison nos contó que las cosas se estaban enfriando con Gabriel, la Lena con sus aburridas historias de sus hijos, hasta que nos contó que hace unos fines de semana atrás fue a un matrimonio en Viña del Mar, y se quedó en un hotel pequeñito, hotel boutique le llaman. Apenas escuché su descripción (una casa antigua refaccionada, pocas habitaciones pero preciosas), supe que eso tenía que hacer.

Me fui directo a la oficina de mi papá. Aunque está casi retirado, sé que va diariamente a controlar sus negocios, porque "al ojo del amo engorda el ganado", como solía decir.

Estaba con mi mamá, a punto de salir a comprar los regalos navideños. Me miraron extrañados (mi mamá creyó que le iba a contar que estaba embarazada), porque les dije que necesitaba hablar con ambos.

Salí tan contenta de mi primera reunión de negocios. Mi padre me prestará todo el dinero que necesite, mi mamá me comprará los regalos de navidad (hasta el de Javier), así yo sólo me concentro en mi idea genial, y Javier quedó feliz con la idea de pasar la Nochebuena donde mis padres, con la condición que para el Año Nuevo viajemos donde los de él.

Y ya encontré una casa antigua, grande, para mi hotel boutique. La verdad es que la había visto hace unas semanas con el letro de venta, pero como antes ni me interesaba, no le había prestado atención. Queda a tres cuadras del loft, tiene una fachada hermosa, tipo neoclásica, once habitaciones, escaleras separadas para la servidumbre... no puedo pedir más.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La mapuchita al ataque.

Fue la señora Inés, la dueña del negocio que vende el pan que le gusta a Javier, la que me advirtió.

Ocurre que Javier tiene una maña respecto al pan: tiene que ser el de la señora Inés. Según él, ha comprado en todo el barrio y es el único que le gusta. Y como ahora ando en plan de agradarlo en todo (el primer paso, según mi madre), alrededor de las seis de la tarde atravieso y le compro sus cuatro marraquetas.

Obvio que al principio no conversaba mucho con la señora ni con los otros vecinos, ni menos con su marido, que se queda hasta como las tres de la mañana a cargo del local, porque también es botillería. No tengo nada en común con esa gente. De educada que soy les doy las buenas tardes.

Pero un día de la semana pasada, de pura aburrida (Javier andaba ensayando y no había ningún circuito que hacer) me puse a conversar con la señora Inés. Me contó que su hija vive en Australia, que tiene sus nietos allá y que hace tiempo no los ve, tonterías de ese tipo. Hasta que me preguntó el porqué yo no acompañaba a Javier los viernes y sábados en la noche, ya que yo tenía auto y así era más cómodo para él. Le expliqué que me daba lata, que llegaba hedionda a cigarro, que prefería dormir. ¿Y sabe usted mijita quien lo trae? En radiotaxi, como siempre, le respondí. No pues, lo viene a dejar esa niña, la Marlene, esa que se le pegaba como lapa. Mi marido los vio. Tenga cuidado.

Me fui para el loft tranquila. La mapuchita no me llega ni a los talones. Más claro echarle agua. Llamé a la Alison para preguntarle su opinión; me retó por estar tan tranquila: yo que tú voy donde la negra fea esa y le digo unas cuantas. La Lena me aconsejó revisar el teléfono de Javier, o los bolsillos del pantalón, por si encontraba alguna boleta sospechosa.

Pero me quedé tranquila. Cuando mis ex maridos me fueron infieles, las cosas eran distintas, yo estaba aburrida de ellos, preocupada del fresco de Juan Antonio. Con Javier llevamos un poco más de un mes viviendo juntos, y aparte de la noche que me fui donde mis papás a dormir, nos llevamos bien.

Todo tranquilo hasta el viernes. Como siempre, Javier tomó sus cosas (vi por la ventana el radiotaxi que lo vino a buscar) y se fue a tocar. A la hora suena el timbre, y como pensé que se le había quedado algo, abrí el portón. Al mismo tiempo sonó mi teléfono. Era Javier: Amor, se me quedaron unas cuerdas, están encima del sofá azul. La Marlene se ofreció ir a buscarlas, debe estar por llegar. ¿Se las pasaría?

Entonces la veo en la puerta del loft, sonriente. Por supuesto que no, le contesté a Javier, ven a buscarlas tú. Y le corté.

- ¿Y las cuerdas? Javier las necesita urgente.
- Ándate de mi casa.
- ¿Tú casa? No me hagas reír.
- Mal te pese, es mi casa desde que vivo con Javier.
- He pasado más tiempo yo acá, y más noches que tú.
- Es verdad, lo raro es que Javier nunca te invitó a vivir con él, como si lo hizo conmigo. ¿Por qué será?
- No cantes victoria, estoy esperando sentada que Javier se aburra de vivir con una mujer como tú.
- Tan buena que eres para las sobras. Búscate un hombre sólo para ti, ten un poco de dignidad. Y ahora ándate.
- Si tenía un hombre sólo para mi, y lo pienso recuperar.
- Me da lo mismo. Quiero que te vayas de mi casa y que me dejes tranquila.
- Vine a buscar las cuerdas. Javier me lo pidió. Así como me pide que lo traiga en la madrugada.
- Ya lo sabía, él mismo me lo contó. Ahora sale de aquí.
- Está bien, me voy. Pero te advierto: Javier será mio nuevamente.

Apenas salió la rota llamé a Javier. El muy patudo me contestó enojado:

- ¿Cómo quieres que yo vaya a buscar las cuerdas? Estoy ensayando, mujer. ¿Se las pasaste a la Marlene?
- Por supuesto que no. No entiendo cómo eres tan descriteriado. ¿Sabes a lo que vino la mapuchita?
- No le digas así. Tiene nombre.
- Me da lo mismo, ¿sabes a lo que vino? A decirme que serás de ella nuevamente. Así de cursi.
- La Marlene y sus cosas, de seguro lo hace para molestarte.
- Claro que lo hace para molestarme. ¿Y cuándo me ibas a contar que te trae en las noches?
- ¿Ella te contó?
- Si pues, casi me morí de espanto.
- Pucha mi niña rica, no te enojes, pero no te quise contar porque sabía que te ibas a molestar. Era un pacto que tenía con la Marlene: ella me llevaba a la casa, pero sin que tú supieras.
- ¿Y cuál es la idea? ¿Ahorrarte la plata del radiotaxi? ¿Acostarte con ella en su asiento trasero?
- No, nada de eso. Si sabes que yo te quiero. Fue por comodidad, y porque ella me rogó un poco.
- Linda la cosa, te chantajea emocionalmente y tú caes. Pero da lo mismo, vamos a poner reglas respecto a la mapuchita.
- ¿Reglas? No entiendo.
- Te lo explico allá. Voy a dejarte personalmente las cuerdas, y te espero.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Los consejos de mi madre.

Por suerte la semana pasada hice dos circuitos. El martes, con tres amigas inglesas, jóvenes y bonitas. Me pidieron que les tradujera los piropos últimos que les gritaron. El jueves, dos matrimonios de más edad, ingleses también. Muy educados y tranquilos. Casi me morí cuando me quisieron dar propina.

Javier me compró un asiento especial para mi bicicleta, de hecho fue la gran solución para que no me doliera tanto. Y con la venta del chester -lo compró el dueño del local donde toca Javier- abrí un fondo mutuo.

Es que mi mamá me abrió los ojos.

El domingo en la noche me fui a su casa, porque la verdad encontré desubicado llegar donde la Lena tan tarde. Entré (todavía conservo un juego de llaves) y me fui directo al bar: tenía que tomarme un vodka tónica. Me fui a la terraza, donde llegó mi mamá.

- ¿Qué haces aquí a esta hora?
- Me pelié con Javier.
- ¿Te fuiste o discutieron?
- Un poco de las dos, mamá. No quiero hablar ahora, por favor déjame tranquila.
- Lo siento mucho, pero vas a tener que escucharme. Ya es hora que sientes cabeza y dejes de actuar como una adolescente.
- Es decir que para variar crees que es mi culpa.
- ¿Cuándo te he dicho que eres culpable? Lo que sí sé es que si el marido de una se busca una amante, por algo será. No me mires de esa manera, harto poco que tomabas en cuenta a Francisco, y el pobre lo único que quería era tener un hijo. Y con tu primer marido, la misma historia.
- ¿Quieres saber la verdad, mamá? Siempre estuve enamorada de otro. Por eso fui así con mis dos ex maridos.
- Mire mi linda, si ese no es el problema. ¿Quién no ha estado enamorada de otro? Por eso pareces adolescente, con la cabeza llena de tonteras.
- No, mamá, no son tonteras. Nunca he sido realmente feliz.
- Obvio que no, porque entiendes todo mal. ¿Ese gran amor tuyo es el marido de la china histérica?
- ¿Francisco te contó?
- Sí, como una manera de justificarse. Y ahora que hablamos del tema, ¿por qué nunca te casaste con ese hombre?
- Porque ya estaba de novia, y luego me casé con Francisco y después...
- ¿Después qué?
- Mira mamá, no me casé con él porque tuve miedo de no vivir a como me acostumbraron.
- ¿Es pobre acaso?
- No. Pero hubiese tenido que trabajar.
- ¿Y cuál es el problema?
- Que no estoy acostumbrada a hacerlo.
- Es verdad que te crié para que vivieras como yo lo hago.
- ¿Por qué lo dices como si fuera algo malo?
- Porque tú no eres yo, hija.
- Eso es obvio, mamá.
- No tanto para ti, porque tienes la cabeza llena de pájaros. Necesito que me escuches, para que por fin enrieles tu vida.
- ¿No quieres que viva aquí? Será por un tiempo.
- Mira hija, desde el día que volví del almuerzo he estado pensando en ti y en tu vida. Ya no eres una adolescente o jovencita que anda buscando su rumbo en la vida. Y también me di cuenta que no quieres tener hijos. Pero no quieres trabajar, y eso que eres diseñadora. Tampoco puedes vivir aquí eternamente sin hacer nada.
- Que lindo futuro me tienes, mamá.
- No seas niña y escucha a tu madre. Javier, por una razón que no entiendo bien, te quiere. Y tienes suerte, porque él es un hombre bueno, con plata y bastante buenmozo. Fíjate que no quiere hijos, porque hace unos años tuvo uno que se murió guaguito. Si bien es cierto que el barrio donde vive es horrendo, el loft es muy cómodo para ustedes dos.
- ¿Y cómo sabes todo esto?
- Llamé a Sofía, una tía de él que conozco. Pasamos varios veranos de nuestra juventud en Frutillar.
- ¿Y que más te contó? ¿Se querrá casar conmigo alguna vez?
- Eso depende de ti. Si me pusieras atención entenderías que una es la que decide todo en una relación. Tienes que aprender a que el hombre crea que él toma las desiciones, cuando es una la que lo llevó por ese camino.
- Es que Javier quiere que trabaje.
- Hazlo. Y contenta. Ya te enseñaré a dejar de hacerlo, y que Javier crea que fue su idea.
- Suena tan fácil, mamá.
- Hija, entiende: Javier es tu última oportunidad en la vida para vivir bien, tranquila. Incluso más adelante podemos lograr que se cambie de ese barrio horrendo.

El lunes me levanté temprano, compré en la panadería regalona de Javier su pan favorito, y lo desperté con un rico desayuno en la cama. Se puso muy feliz de verme.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Así me criaron.

Heinz y Selina son dos suizos de veintitantos años que les gusta Chile por una razón que no alcanzo a entender. No recuerdo cuál de ellos vino primero, la cosa es que uno convenció al otro y como hablan francés, italiano, alemán y ese idioma raro que tienen, se les ocurrió esto de recorrer algunos lugares de Santiago en bicicleta.

Tienen todo súper bien organizado: los turnos (uno en la mañana con desayuno "criollo" y otro en la tarde con once "criolla"), las bicicletas en perfecto estado, los recorridos en forma exacta, la forma en que cada grupo de turistas se organiza (para que ninguno se pierda), el agua que le reparten. Se pasan estos suizos.

La semana pasada hice todos los recorridos con ellos, para habituarme. Aparte de dolerme el trasero a morir, que bajé de peso de tanto pedalear y de transpirar como condenada, no aprendí nada. Heinz me pasó los mapas que les entregan a los turistas, Javier me hizo contarle los recorridos como guía turística: se me confundían algunos museos, los nombres de las calles se me olvidaban y, si algún inglés me preguntara acerca de la Basílica, no tendría que contarle.

Solución: nos levantamos temprano el sábado y el domingo, hicimos los recorridos tal cual, y hasta comimos el famoso desayuno y la once, que consiste en huevos revueltos en esas pailas que hacen pésimo (porque la idea es comerse el raspado, me explicó Javier) y mucha marraqueta.


Y el domingo, de vuelta al loft cansadísima, caminando de la mano con Javier por el horrendo barrio (pero que es patrimonial, como si eso lo hiciera más lindo o elegante), me di cuenta de dos cosas: uno, que no nací para trabajar como guía turística. Y dos, que Javier jamás me ha hablado de matrimonio. Lo que me llevó a la siguiente conclusión: que tendré que vivir y trabajar. Dos cosas que no me gustan para nada. Es verdad que estoy con un hombre bueno, que me quiere, que me cuida, pero que tiene una buena situación y aún así le molesta que no trabaje. ¿No será de esos enfermos de tacaños, que juntan dinero por el sólo gusto de hacerlo? ¿Cuál es el problema con que yo no trabaje, que esté en el loft, o que vaya al gimnasio o a la peluquería?

- Estás muy pensativa.
- Tengo una pregunta que hacerte.
- Espero que no sea acerca del recorrido, si hasta yo me lo aprendí.
- Quiero saber si tienes considerado el que nos casemos, una vez que yo me divorcie de Francisco.
- ¿Casarnos? ¿Te quieres casar conmigo?
- ¿Tú no?
- Pero si estamos recién viviendo, llevamos un mes juntos apenas.
- ¿Y quieres vivir para siempre?
- ¿Y cuál sería el problema?
- Que yo no vivo, Javier. Yo me caso.
- No me vengas ahora que quieres tener hijos, que nos compremos una casa al lado de la de tus papás y que yo me vista de traje y corbata.
- Estoy hablando en serio Javier.
- Mira, por si no te ha quedado claro: no quiero hijos, me gusta la forma en que vivo, me gusta ser músico. Nada sorpresivo para ti, porque así me conociste.
- Qué fresco eres. ¿Y tú, como me conociste? No me pongas esa cara de inocente. Si pues, casada y sin trabajar.
- Cuando te conocí te ufanabas de ser dueña de una tienda de ropa top, si mal no recuerdo.
- Pero después lo dejé y te conté de mi vida anterior.
- Ahora entiendo. Quieres que nos casemos y no quieres trabajar.
- No se trata que no quiera trabajar. Jamás lo he hecho, no fui criada para hacerlo y no lo haré. No tengo necesidad. Y sobre el matrimonio, es lo mismo. Sabes que fui criada en el seno de una familia católica y que...
- Por favor no me vengas con esas tonteras que eres católica o que te criaron de tal manera.
- Entonces mi vida completa es una estupidez para ti.
- No es eso. Pero tienes que entender que tu vida de niña mimada conmigo no va.
- Bueno, pero tu vida de músico sin compromisos y tacaño tampoco va conmigo.

Entramos al loft en silencio. Me fui a la terraza, llamé a la Alison y me dijo que no me podía ir a su casa, porque James es amigo de Francisco. Obligada a llamar a la Lena: puedes venirte el tiempo que quieras, yo feliz.

Cuando bajé Javier estaba planchando. Claro, como es tacaño no es capaz de contratar una nana. Comencé a llenar una maleta con algunas de mis cosas indispensables para algunos días. Me fui al baño a sacar mis cremas y maquillaje. Javier entró de pronto: ¿te vas?

lunes, 15 de noviembre de 2010

En serio.

Después de la visita de mi mamá quedé llena de dudas y miedos. Me di cuenta que Javier no estaba bromeando, que él se toma la vida en serio y que de verdad me iba a exigir una serie de cosas para seguir viviendo juntos.

Me hice un vodka tónica y subí a la terraza, a hablar con la única amiga con los pies en la tierra que tengo y en quien confío: la Lena. Obviamente me sacó en cara que la tengo botada, pero cuando le comencé a contar mi dilema, me escuchó atentamente y me dijo: mira, si la tía estaba así de feliz con Javier, significa que le gustó. De seguro te dirá cosas del barrio y de la forma de vida de un músico, pero ¿a ti que te importa? Y si me preguntas mi opinión, creo que es importante que te preocupes de tu vida de una buena vez. No que tengas hijos, me refiero a que si vas a vivir con Javier, hazlo en serio. Puede que él no tenga la plata de tus ex maridos, pero te cuida, está contigo y vives tranquila. ¿Qué más quieres?

Bajé pensativa a hacerme el segundo vodka, Javier estaba preparando sus cosas para salir. Me miró serio: voy a tratar de llegar temprano para que terminemos esta conversación, ¿te parece?

Llamé a la Alison: ¿no te das cuenta que tienes todo lo que una siempre quiso? Un hombre atractivo, bueno, que te cuida, no te molesta. Puede que no tenga mucha plata, pero una cosa por otra. Ojalá yo pudiera vivir con mi músico así como estás tú ahora, sobre todo lejos de todas estas viejas miradoras en menos, preocupadas de puras estupideces. Te juro que ahora te envidio.

Con el cuarto vodka me atreví a llamar a mi mamá: mira linda, el único problema de Javier es el lugar donde vive. Conozco a su familia, tienen mucha plata y de seguro él fue la oveja negra. Pero ahora que es un hombre grande está haciendo lo correcto, por algo está viviendo contigo y no con cualquier mujercita de por ahí. Si pues, le pregunté. Y no es pobre, por si eso crees. La casa esa rara donde vives, y la del lado son de él. ¿O acaso tú crees que no le iba a consultar esas cosas? Mira, si el único pero es que vivan. Tan de rotos esa costumbre. Divorciate de Francisco y cásate con este hombre.

Lo esperé despierta. Cuando entró lo miré caminar, tan varonil, con esa gran sonrisa y me imaginé la vida con él en serio. No podía ser tan mala, sobre todo sabiendo que no es pobre como yo creía. Que alivio.

Le preparé un chocolate caliente (que le encanta) y le dije:

- Me tienes intrigada con eso del trabajo perfecto para mí.
- Veo que te está gustando la idea. Y es la primera vez que me haces el chocolate.
- Es lo máximo que haré como dueña de casa, te aviso.
- Bueno, ¿recuerdas a nuestros vecinos de abajo?
- Sí, los alemanes.
- No son alemanes, son suizos.
- Parecen alemanes.
- Da lo mismo. El trabajo es con ellos. Serás una guía turística.
- ¿Qué cosa?
- De seguro has visto la cantidad de bicicletas que tienen. Es porque tienen una empresa turística, recorren todo Santiago en ellas. Es como un tipo de circuito turístico que les gusta a los europeos.
- ¿Y tú quieres que yo sea guía turística?
- Claro. Eres bonita, educada, hablas inglés. Y supongo que sabes andar en bicicleta.
- En la única ciudad que anduve en bicicleta feliz de la vida fue en Amsterdam, por razones obvias. Además que los suizos hablan muchos idiomas, y no conozco muy bien Santiago. No sirvo.
- No te preocupes, está todo listo. Heinz y Selina me deben muchos favores, y tendrán toda la paciencia del mundo para explicarte el circuito que te tocaría.
- ¿Tengo que recorrer todo Santiago en bicicleta, guiando a unos europeos hediondos? ¿Eso quieres que haga?
- Así suena como el peor trabajo del mundo. Primero, el recorrido es por este barrio. Segundo, te tocará con ingleses o gringos, nada de franceses ni italianos ni alemanes. Tercero, no es todos los días, sólo unas pocas horas. Y cuarto, que trabajes es la condición para que vivamos juntos. Eso, y la venta del horrible sofá ese, el chester.

Lo miré a los ojos. Estaba hablando en serio.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La sorpresa de Javier.

Javier estuvo misterioso a contar del jueves: salió temprano en la mañana a comprar, llegó lleno de bolsas que guardó en el refrigerador y, ante mi mirada interrogativa, me cerraba el ojo. El viernes temprano de nuevo a la vega, lugar del que llegó cantando e insisitiendo que la próxima vez tenía que ir sí o sí, que ese es el Chile verdadero, que era el colmo que no lo conociera.

Y el viernes (sábado en la madrugada, más bien) cuando llegó de tocar y se acostó a mi lado, me dijo en el oído: mañana ponte muy linda, porque tenemos invitados sorpresa a almorzar.

Entonces el sábado, mientras lo dejé cocinando feliz de la vida y escuchando a Carles Benavent (hasta me aprendí su nombre) partí a la peluquería relajada, ya que el famoso almuerzo con los invitados sorpresa era a las 2 de la tarde.

A las 14:15 me quedé con la llave en la puerta del loft, congelada: escuché la risa de mi mamá. Bajé los escalones de vuelta a la calle, hasta que me di cuenta lo que estaba haciendo. Respiré profundo y entré con mi mejor sonrisa.

- Mi linda, tan lejos que te viniste a vivir. Pero ahora que conozco a Javier, te entiendo perfectamente.

Eso fue lo primero que me dijo mi mamá al saludarme, contenta, con una copa de vino en la mano. Y durante todo el almuerzo (exquisito como siempre) la miré reírse de los chistes de Javier, de compartir anécdotas de París, Bruselas, Roma, Berlín, hablar de música, como si fueran viejos amigos. A las 5 de la tarde se fue, porque tenía una comida con mi papá donde unos amigos. Necesito tiempo para verme regia, le dijo a Javier a modo de despedida.

- Y, ¿qué te pareció la sorpresa?
- Pésima Javier. Pésima. Necesito tomarme algo para el dolor de cabeza que tendré dentro de un minuto.
- Pensé que te iba a gustar el que invitara a tu mamá.
- ¿Y qué te hizo pensar eso?
- Bueno, ya que estamos viviendo juntos, me pareció importante que tu familia supiera donde vives, con quien. Invité a tu papá también, pero tenía un campeonato de golf.
- Son excusas. Si quieres conocerlo, espera que te inviten.
- Ya lo hizo tu mamá. El próximo sábado iremos a almorzar.
- Yo no voy.
- ¿Por qué no?
- Porque no quiero, Javier.
- Tú y tus respuestas de pobre niña rica.
- ¿Quieres que te diga las razones? Porque mi familia se va a horrorizar del barrio donde vivo ahora, que me haya vuelto a separar, que no tengo hijos, que apenas te conozco y ya vivo acá, del mismo hecho que vivamos, que qué le dirán a sus amistades cuando les pregunten por mí... ¿quieres que siga?

Javier me miró largamente, sacó una lata de cerveza del refrigerador, suspiró y me dijo:

- Llevamos casi un mes viviendo juntos y jamás nunca me has preguntado nada de mi parecer. Tampoco hemos hablado de las cosas prácticas, de la plata, de barrer, de cocinar, de trabajar. Te acepté feliz en mi casa, pensando en un proyecto en común, creyendo que nos entenderíamos. Y si invité a tu mamá fue por eso, para unirnos. Incluso hablé con mis papás y nos esperan felices. Pero veo que tú nunca has salido del cascarón social, por así decirlo.
- ¿Del cascarón social? ¿A qué te refieres?
- A que te importa el que dirán, pues mujer. A eso.
- No se trata de eso. Tú te fuiste a los 19 años de Chile, enojado con tus padres. Yo viví con ellos hasta que me casé, con un hombre de nuestro entorno social. No puedes pretender que piense distinto porque ahora vivo contigo.
- Claro que lo pretendo, porque si quieres que esto resulte, tendrás que acostumbrarte a vivir en este barrio, con un músico que no le interesa tener auto ni casa en el balneario de moda.
- Si me estoy acostumbrado al barrio, Javier.
- Mentira. Conoces desde la puerta de la casa hasta la puerta de tu jeep.
- Dame tiempo para acomodarme.
- Incluso he pensado que lo que me dijo la japonesa celosa no es tan lejano a la verdad.
- No seas ridículo.
- No lo soy. Fíjate que varios amigos me advirtieron que tuviera cuidado contigo, por tu forma de vivir, eso de no trabajar, de ser una niña mimada.
- No soy una niña mimada. Soy una mujer grande. Basta con eso.
- Entonces si lo eres, quiero que lleguemos a una serie de acuerdos para poder seguir viviendo juntos. ¿Estás dispuesta?
- Depende del tipo de acuerdo.
- Primero, tienes que hacer algo productivo con tu tiempo. Tienes que trabajar y ganar dinero. Lo siento, pero no gano millones como tu ex marido.
- No quiero trabajar, no lo necesito. Para eso tengo el dinero de los arriendos de mis propiedades.
- ¿Y qué harás todo el día acá, dormir? Porque ni siquiera cocinas o cuidas mis plantas.
- Claro que no lo hago, si no me gusta.
- No te preocupes, que ya encontré el trabajo perfecto para ti. Hasta te va a gustar.
- ¿Y si me niego?
- Primero escucha de que se trata.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La china fea se volvió loca.

Que agradezca la china fea que soy una mujer educada, una señora. Por la verdad es que me tiene harta.

Primero, cuando me vio hablando con Juan Antonio, le gritó de lejos algo en su idioma horrendo. Le GRITÓ, a toda boca. Y todos miraron, obvio. Que atroz, el instituto lleno de gente, viéndonos. Lo peor fue que, mientras caminaba hacia mi jeep, me siguió hablándome en su idioma raro, enojada. Y el tonto de su marido detrás, diciéndole que se calmara: parecía una de esas telenovelas que ven las nanas después de almuerzo.

Camino al loft (me cuesta acordarme que ya no vivo en el sector oriente y tengo que devolverme cada vez) me llamó Juan Antonio: Nanako te está siguiendo. Miré por el espejo retrovisor y no vi ningún auto "sospechoso", por lo que seguí tranquila.

Así pasaron dos días, con mi rutina de siempre con Javier. Igual es extraño vivir con un músico, por sus horarios y su forma tan distinta de ver la vida. Los dos lateros con los que estuve casada tenían un trabajo típico, de lunes a viernes, con traje, celular y computador todo el día. Mientras que Javier hace clases, ensaya, cocina, cuida sus plantas, plancha su ropa (viene una señora una vez por semana hacer el aseo, tiempo que considero poco, cosa que ya enmendaré) y me cuida y me mima, lo que me tiene bastante satisfecha.

El jueves me junté a almorzar con la Lena. Llegué feliz porque nos pusimos al día de todas las cosas que han pasado, y me contó que Francisco se instaló en el departamento con la promotora pobretona y que puso fotos de ellos en su oficina. Igual me da entre risa y pena, porque de seguro esa guagua no es de él. Pero no es mi problema.

Entré al loft hablando en voz alta, comentándole a Javier lo de Francisco y la promotora pobretona, y como no me me hablaba ni se reía, pensé que habia salido. Me di cuenta que estaba cuando lo vi sentado en nuestra cama con cara rara. De tristeza más bien.

- Quiero saber el porqué te viniste a vivir conmigo.
- ¿Me perdí de algo?
- ¿Es verdad que estás viviendo aquí porque con la separación de Francisco ya no tienes plata para mantenerte, y quieres que yo lo haga?
- Claro que no. ¿Quién te dijo esas tonteras?
- En la mañana vino esta mujer, Nanako. Me trajo fotos, unos mensajes de texto, varias pruebas de un romance que tuviste con su marido.
- ¿Vino la china fea?
- Me dijo que no dejas en paz a su marido. Que tuviera cuidado contigo, que me dejarías en la bancarrota.
- ¿Y tú le creíste?
- Mira, tu pasado no me importa. Si le fuiste infiel o no a tus ex con quien sea no es mi problema. Pero me dijo que habías estado la semana pasada con su marido, que fuiste a coquetearle porque siempre has estado enamorada de él y que si no te escapas con él es porque no tiene suficiente dinero.
- ¿La semana pasada? ¿Eso te dijo la china fea?
- No lo niegues porque me mostró una foto que tomó con su teléfono.
- No te lo voy a negar, ni tampoco explicar. Porque no tengo nada que ocultarte, Javier. Es verdad que estuve enamorada de Juan Antonio, mucho antes que la china fea existiera. Luego me casé, él lo hizo, y ahora somos buenos amigos.
- ¿Así como yo con la Marlene?
- No me compares con la rota esa, por favor. Y no seas irónico, me molesta.
- Entonces no entiendo nada.
- Mira, Juan Antonio es un fresco. Cada vez que puede se me insinúa. Súmale que tiene una mujer histérica y celópata.
- ¿Y es verdad eso del dinero, que porque él es pobre jamás estuvieron juntos?
- Mira Javier, si de verdad quieres estar conmigo, debes confiar en mí. De lo contrario hasta aquí nomás llegamos.

lunes, 25 de octubre de 2010

Encarando a Juan Antonio.

Debo reconocer que, si no fuera por el barrio horrendo y último, mi vida sería bastante agradable. Es que Javier de verdad hace lo imposible por verme contenta y sonriendo.

Por lo mismo ni supo que fui al instituto donde hace clases Juan Antonio, a encararlo. Es que tenía tanta rabia, si no fuera por la china mi situación sería muchísimo mejor. Y claro, como Juan Antonio sabe que hizo mal, apenas me vio, puso cara rara.

- Tienes que irte, si Nanako te ve acá...
- ¿La china fea con la que te casaste? Me da lo mismo. Vengo a hablar contigo. ¿Supiste lo que hizo tu mujercita exótica?
- Si sé que habló con tu marido.
- Ex marido, para tu información. Y gracias a eso, ahora soy pobre. Espero que estés feliz.
- Qué exagerada eres, tú jamás serás pobre. Pero de verdad tienes que irte, Nanako está furiosa, no me cree nada.
- Ese es tú problema. Dime, ¿qué le contaste?
- Chuta, algunas cosas de nuestra historia.
- ¿Podrías ser más específico?
- Le dije que estuvimos enamorados mucho tiempo pero que tú preferías otro tipo de vida. Además revisó mi correo electrónico, donde leyó algunos correos antiguos tuyos que tengo guardados. Bueno, tenía, porque los borró.
- Y te apuesto que le contaste todo para salvar tu matrimonio.
- Es que no me quedó otra.
- Qué cobarde eres, Juan Antonio. Y de paso salí perjudicada. ¿Sabes lo que más rabia me da? El haber perdido tanto tiempo contigo. Si en el fondo eres un egoísta que sólo piensa en sí mismo.
- ¿Yo, egoísta? Chuta que tienes mala memoria. ¿O acaso no recuerdas todas las veces que te rogué que estuvieras conmigo, o cuando te pedí matrimonio?
- Igual te casaste con la china fea.
- Siempre quise tener mi propia familia, y no podía seguir esperándote. Además que Nanako, y es japonesa, entiende mi forma de ver la vida.
- Me da lo mismo. Vine solamente para decirte que eres último de egoísta, poco hombre y que gracias a ti y tu mujer, ya no tendré la vida que merezco.
- Tanto melodrama, ¿Acaso volviste a vivir con tus papás?
- No, estoy viviendo con mi futuro marido.
- ¿Te vas a volver a casar?
- Obvio, eso de andar viviendo es para otro tipo de gente.
- Qué afortunado.
- Me carga que seas irónico.
- No es ironía. Siempre quise eso para nosotros, lo sabes.
- No, no lo sé fíjate. Y me da lo mismo, porque estoy tan enojada contigo y con tu mujer. Encuentro último de tu parte que la dejaras ir a hablar con Francisco. No tienes idea el cómo me perjudicó.
- ¡Te juro que yo no lo supe hasta que Nanako llegó a la casa contándome! Pero ya nada podía hacer. Además que tú comenzaste, cuando le enviaste el mensaje ese, diciéndole que me controlara.
- Es que Juan Antonio, estaba harta que me persiguieras. Sabes que no sirvo para amante, una vez que te casaste todo se acabó.
- ¿Y los besos que nos dimos para la inauguración de la tienda, no significaron nada?
- No, nada.
- Estás mintiendo, te conozco.
- A ver Juan Antonio, concéntrate. Si vine hasta acá era para decirte lo que pienso de ti, y nada más. Y no se te olvide que estoy enojada contigo.
- Te ves más linda enojada.
- Me veo linda siempre. Y ahora me tengo que ir, hay un hombre bueno y que me quiere esperándome.
- Dile que lo envidio mucho, qué ganas de estar en sus zapatos.
- Si quieres se lo decimos a la china también.

lunes, 18 de octubre de 2010

La peor semana.

Creo que he bajado 5 kilos en esta semana. Han sido demasiados cambios.

Después de hablar con Juan Carlos, mi abogado, me fui donde la Lena. La verdad es que estaba bastante desesperada y necesitaba su consejo. Le pedí el número de Juan Antonio porque lo único que quería era decirle lo poco hombre que era y que gracias a la tonta de la china fea me había arruinado la vida. Por supuesto la Lena no quería darme el número, que cuál era la idea de rebajarme, que no vale la pena. Finalmente accedió, y me contestó la china fea. Qué atroz esta gente que vive en Chile y habla un pésimo español. Le corté y me llamó de vuelta.

- No quiero hablar contigo.
- Lo único que te quiero decir es que por favor dejes en paz a mi marido. Ya nos has causado suficiente daño.
- Perdóname, pero TU marido es quien me persigue.
- Eres una descarada. Pero no importa, porque ya le conté todo a tu marido y espero que él sepa ponerte en tu lugar.
- Ex marido, para tu información. Y no es mi culpa que Juan Antonio me busque. Quizás yo le doy las cosas que tú no.

Le corté y apagué el teléfono unos minutos. China horrenda, le regalo al cobarde de Juan Antonio. Quizás qué cosas le dijo de mi para que ella me tratara tan mal. Aunque esto no se va a quedar así, buscaré a Juan Antonio por último en ese instituto donde hace clases y le diré unas cuantas. Y pensar que hasta creí que era el amor de mi vida.

Donde la Lena escuché el mensaje de voz de Javier: “Mi pobre niña rica (así me dice para molestarme), me llamó tu marido porque la Marlene le fue con el cuento. Le dije que sí estamos juntos, menos de un mes, pero porque tú te sentías sola ya que intuías su infidelidad. Me hizo rejurarle que todo era verdad. Creo que se lo creyó. Te llamo más tarde porque voy saliendo al ensayo”.

Llegó la Alison donde la Lena, porque Francisco le contó a James “lo engañado que había vivido todos estos años”. Según mis dos amigas, la mejor solución es irme a vivir con Javier. Escuchando cómo la Alison se lo describía a la Lena, casí me enamoré de él: un hombre bueno, querendón, solitario, responsable, atractivo, sin vicios, al que le “brillan los ojitos cuando te ve”.

Finalmente les hice caso, sobre todo por la parte del dinero que gastaría quedándome en un hotel. Claro que lo hice todo en forma organizada: el martes a primera hora llegó el camión que contraté, donde cargué todas mis cosas y algunos muebles que yo escogí y que costaron carísimos. Igual gasté una cantidad importante, porque contraté a unos hombres para que embalaran el lunes.

Javier me recibió con una gran sonrisa. Me dijo que no me preocupara por nada, que él estacionaba mi jeep y se preocupaba del camión. Te preparé un rico baño de tiña para que te relajes.

Me fui al baño, me saqué el buzo inmundo y me relajé en la tina. A los cinco minutos, mientras escuchaba bajar mis muebles, a Javier abrir mis maletas y gritarme: no te preocupes, te dejé casi todo mi clóset para ti solita, me vino un ataque de llanto. Qué atroz, no podía parar. ¿Qué sería de mi viviendo en este barrio horrendo, con un hombre al que apenas conozco, más la vergüenza de tener un ex marido infiel?

Anduve bastante triste el resto de la semana, además que Javier continuó con su vida habitual y, cuando iban sus alumnos al loft, tenía que irme a alguna parte. El jueves me fui donde la la Lena, y el viernes un rato donde la Alison.

Tampoco quise contestar las llamadas de mi mamá: no tenía ganas de escuchar sus recriminaciones.

Pero lejos lo peor fue contestar la llamada de Francisco. Lo hice porque no tengo nada que ocultar, pero me trató pésimo.

- Te llevaste el Chester. Es mío, lo quiero de vuelta.
- Nunca te gustó, fui yo la que lo compré.
- Perdóname, pero todo lo que hay dentro del departamento lo compré yo.
- Si te refieres al dinero, obvio que sí. Pero el buen gusto y refinamiento son míos, y eso no tiene precio.
- No tengo tiempo de escucharte. Lo quiero de vuelta. Ni me importa saber cómo me lo traes, pero lo quiero antes del próximo fin de semana en el departamento.
- ¿Me lo estás ordenando?
- Tómalo como quieras.
- Entiendo que siempre te gustaran las rotas Francisco, pero ponerte a hablar como una de ellas lo encuentro una exageración.
- Prefiero a las “rotas”, como tú las llamas, que a una mujer como tú: traicionera y mentirosa.
- ¿Ahora soy yo la mala? Como te lavó el cerebro la rota esa. ¿No le contaste que antes me engañaste con una rubia teñida última?
- No entiendo cómo no me di cuenta lo cínica que eres. Ya sé que la relación con ese tipo no fue sólo durante nuestro matrimonio, sino que viene de antes.
- ¿De qué estás hablando, por Dios?
- Sabes perfectamente a lo que me refiero. Pero gracias a Dios encontré una buena mujer, decente, trabajadora, sincera.
- Si fueras pobre no te hubiera mirado ni de lado.
- Cualquier cosa que venga de ti no tiene ninguna importancia. Lo único que quiero es el Chester de vuelta y que nos divorciemos lo antes posible.
- Dos cosas Francisco: el sofá es mío y la próxima vez que quieras hablar conmigo, hazlo a través de mi abogado. Es la última llamada que te contesto.

lunes, 11 de octubre de 2010

Francisco supo.

La semana pasada fue muy estresante. Todo comenzó con la cena con Javier. No estaba segura si decirle que sí, porque estaba esperando la respuesta del abogado de Francisco. Necesitaba estar 100% segura que el departamento lo pondría a mi nombre, porque con el dinero de los tres arriendos sí valía la pena vivir en el loft: estando adentro o en la terraza, ni se nota la comuna. El problema es el barrio y las distancias, pero creo que son cosas que podré soportar. Me puse a sacar cuentas y ahorrando el dinero del arriendo del departamento más grande, en dos años me puedo comprar otra propiedad más. Entonces sí seré libre de vivir donde y con quien quiera.

Me pasé toda la cena siendo amorosa con Javier y respondiéndole con evasivas. Como que disfrutaba mi forma misteriosa de contestarle. De todas maneras se me adelantó, porque me regaló una caja bien bonita con la llave de su loft adentro. Di las gracias internamente que no fuera un anillo de esos pobres que intentan parecer caros, porque ni loca lo hubiera usado.

No quise pasar la noche con él porque, en medio de la velada, recibí una llamada de Juan Carlos, mi abogado, que me tenía novedades. Quedé de ir a su oficina el sábado a primera hora.

- ¿Ubicas a una tal Nanako Soriano? – Fue lo primero que me preguntó.
- Para nada. ¿Quién es?
- Es la señora de Juan Antonio Soriano Camino.
- Si seré bruta. Claro que la conozco, es la china fea.
- ¿Y a Marlene Gatica?
- ¿Me citaste un sábado por la mañana para que adivinara nombres de mujeres?
- Es que estas dos mujeres arruinaron nuestros planes. ¿Estás segura que no ubicas a Marlene Gatica? Es cantante de jazz, una morena, bajita.
- La mapuchita.
- Ellas, por separado y sin ponerse de acuerdo, le contaron a Francisco sobre unas infidelidades tuyas.
- ¿Ahora soy culpable por dos mujeres celosas?
- Los pormenores no los conozco, pero tengo entendido que la tal Nanako le mostró mensajes de textos tuyos a Francisco, por lo visto bastantes comprometedores. Lo de la cantante fue más bien como un rumor, además que ella no es casada con el que supuestamente tu eres infiel.
- Todavía no entiendo, Juan Carlos.
- Es lo siguiente: Francisco no te dará nada. Porque si tú comienzas un juicio de divorcio probando que te fue infiel reteiteradas veces, él hará lo mismo.
- Que lo haga. No tengo nada que ocultar.
- ¿Estás segura? Porque el proceso es bastante vergonzoso: testigos, pruebas.
- Te juro que me indigna Francisco. Él fue quién me dejó en vergüenza la primera vez con la rota teñida, si hasta se la llevó a vivir al departamento. ¿Te acuerdas? Y ahora, con esta promotora pobretona y el embarazo. La ultrajada socialmente soy yo.
- Te entiendo, pero cuando Francisco andaba con, como dices tú, la teñida, te dio la mitad del dinero y tú te compraste una propiedad. Con eso deberías darte por pagada.
- Igual quiero demandarlo, por el daño que me ha hecho. Y que me entregue el departamento como pago. ¿Se puede?
- No te lo recomiendo. Francisco está bastante molesto con estas últimas noticias. Te va a destruir socialmente si lo demandas. De hecho, quiere que desocupes el departamento lo antes posible, pero negocié un mes.

lunes, 4 de octubre de 2010

¿Qué hago?

Necesito escribir todo lo que me ha pasado, porque la verdad es que estoy muy confundida y no quiero volver al siquiatra: es sólo pérdida de tiempo y de dinero. Además que con ese fin me regaló el latero de Francisco este computador.

Las Fiestas Patrias no quiero ni recordarlas, porque hasta pelié con Javier. La cabañita en las Cruces muy bonita y todo, pero desde que llegamos me sentí fuera de lugar. Me quedé callada hasta que Javier me dijo que nos habían invitado unos amigos a un asado en Cartagena. ¿Yo, en Cartagena? Me explicó que era una de esas casonas de antaño, lejos de playa, gente de bien pero en desgracia. Y bueno, como no entendió mi postura – según él parezco una pobre niña rica-, tomé mis maletas y me fui donde mis papás a Con Cón.

Obvio que allá mi mamá dale con que volviera con Francisco, que la familia está primero, que tengo que embarazarme, que lo perdone por una propiedad a cambio… hasta que le dije que hablara con él personalmente.

Aparte de mi madre molestándome, me relajé bastante, dormí, me di baños largos en el jacuzzi y decidí que, una vez que Francisco ponga a mi nombre el departamento, lo arrendaré y me iré a vivir al de antes que cometiera el error de volver con él: me gusta mucho el barrio y la idea de decorarlo me encanta.

El martes de semana pasada, ¿o fue el miércoles?, mi mamá se juntó a hablar con Francisco. Llegó bastante desanimada a contarme que él está feliz con la idea de ser padre y que no tiene ninguna intención de arreglar el matrimonio conmigo. ¿Viste? Si a Francisco siempre le gustaron las rotas, mamá. Me quedó mirando con la misma cara que cuando era niña y hacía algo indebido, y me contestó: si te vuelves a casar, por favor haz algo pequeño y sin publicidad. No soportaré pasar más verguenzas, menos a mi edad.

Por otra parte, Javier es un latero del tipo “romántico”. Mientras estuve en Con Cón me envió mensajes de texto, que me extrañaba, que tenía ganas de verme. Le respondí – después del décimo mensaje- que la “pobre niña rica” no tenía ganas de verlo.

Para que sufriera un poco, me aparecí por su loft recién el jueves pasado. Estaba en una de sus clases y tuve que esperarlo en la terraza. Después me dio un gran abrazo y que lo perdonara, que él trataría de ponerse en mi lugar, que tenía muchos planes para nosotros y “nuestro futuro”.

Y aquí el gran problema, porque Javier quiere que me vaya a vivir con él. ¿Lo bueno? Que tendría el dinero del arriendo de los tres departamentos para mi solita. ¿Lo malo? El barrio, pobre y triste para mi gusto. Me da lo mismo que sea patrimonial o como sea que le dicen, la peluquería y el gimnasio me quedarían como a 40 minutos, y ni hablar de mis restaurantes favoritos.

En fin, le dije que este viernes le respondería. Iremos a cenar a uno de mis lugares favoritos. Mientras tanto, espero la respuesta del abogado de Francisco.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Gracias al huacho de Francisco.

Después que se fue Francisco me tomé tres vodka tónica sentada en la terraza, pensando con la cabeza fría. Claro, me deja este departamento, pero ¿por cuánto tiempo? Primero, está a nombre de él, ya que nos casamos con separación de bienes, por lo tanto no me toca ningún pedazo. Segundo, me puse a sacar cuentas: si me voy a vivir a uno de mis departamentos, con el arriendo del otro no me alcanza para vivir como acostumbro.


Llamé a mi mamá para contarle la noticia; necesitaba sus consejos.


- Hija, lo que debes hacer es lo siguiente: perdonas a Francisco, él vuelve a la casa contigo y, una vez que nazca el huacho, le hacen el ADN. Si llega a ser de él, le pasan plata mensualmente y asunto arreglado. Incluso le puede regalar un departamentito, de esos baratos, para que la rota esa críe al niño. Y por supuesto, te embarazas lo antes posible.
- Olvídalo mamá. Esta nueva infidelidad de Francisco ya la sabía, y este asunto del embarazo me da lo mismo. Si lo único que me preocupa es el cómo viviré.
- Nada de eso. No te quiero ver de nuevo viviendo como soltera. Perdonas a Francisco y asunto arreglado. Pídele el departamento a tu nombre, un refugio en la nieve. ¿Te acuerdas de la Loreto Smith? Le pasó lo mismo que tú, aunque peor, porque el Tito la engañó con la empleada, te mueres lo que fue eso. Y ahora es una viuda con mucho dinero gracias a las propiedades que tiene.
- Quiero tener el mismo dinero pero joven, mamá. Además que no quiero estar más con Francisco.
- Si tienes un amante y estás pensando en vivir con él, ni lo sueñes. Vuelves con Francisco y punto. Ya pasé bastante verguenza justificándote cuando viviste sola. ¿Qué quieres que diga ahora, que tu marido embarazó a su amante y que tú estás viviendo quizás con quien?


A los pocos minutos me despedí de ella, dejándole en claro que no le haré caso.


Me puse a revisar mi agenda telefónica, necesitaba hablar con alguien que me diera un buen consejo. Entonces me acordé de una clienta de la tienda, una abogada con pésimo gusto para vestirse, pero gracias a mi ayuda la convertí en una mujer elegantísima. Y gracias a ella ya sé que hacer: tengo que hablar con Francisco y decirle que tiene dos opciones: llegar a un acuerdo económico y divorciarnos de mutuo acuerdo en forma expedita, o pasar verguenza en tribunales, porque le pido la compensación económica por los años de casados, probando la infidelidad.


Fue como un bálsamo escucharla, porque así solucionaba mi vida: me quedo con este departamento y vivo de los arriendos de los otros dos. O arriendo este (para qué quiero tanto espacio para mí) y me voy a vivir al más pequeño. Y todo gracias al hijo de Francisco con la pobretona.


Feliz como estaba, llamé a Javier. Y él me dio una mejor noticia: que estas Fiestas Patrias no tocará en ninguna parte (la gente sólo escucha cumbias, me explicó) y que nos podríamos escapar a las cabañas de un amigo, en Las Cruces. Le dije que sí porque estoy segura que en ese lugar jamás encontraré a nadie de mi círculo. Y si me preguntan dónde andaba, diré que me deprimí tanto con la infidelidad de Francisco que me encerré en mi casa todos estos días.

Y todo gracias al huacho de Francisco.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Francisco se decidió.

Venía llegando de almorzar con la Lena. El vino me había dado sueño y lo único que quería era acostarme a dormir una siesta. Pero apenas entré al departamento me recibió la nany con cara rara: la están esperando, me dijo. Fui a la terraza y veo a la promotora pobretona ponerse de pie.

- ¿Qué haces en mi casa?
- Tengo que hablar contigo algo muy importante.
- No tengo tiempo. Ahora por favor te pediría que te fueras.

Pero en vez de irse, abrió un sobre y me pasó un papel.

- ¿Qué es esto?
- Leélo.
- No tengo tiempo ni ganas.
- Es una muestra de sangre que indica que estoy embarazada.
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
- Que es de Francisco, tu marido.
- No mi linda, esto indica que estás embarazada. De quien, eso es otro tema.
- Francisco está feliz. Pero no creo que te hayas dado cuenta, si ni te preocupas por él.
- Cuida tu boca niñita. Conozco a las de tu clase, obviamente que el próximo paso era el embarazo para amarrar a un hombre distinguido y con dinero, como mi marido.
- No necesito de su plata. Trabajo, y todo lo que tengo lo he conseguido gracias a mi esfuerzo.
- Me da lo mismo tu vida. Ahora por favor ándate.
- Francisco viene en camino. Te va a dejar y se va a vivir conmigo.
- ¿En serio? Mira tú. Ahora por favor ándate.
- Voy a esperar a Francisco acá.
- Te vas en este minuto, sino te juro que llamo a los carabineros.

Mientras la veo salir llamo a Francisco, quién no me contesta. Hablo a su oficina y la secretaria me dice que no está. Desde el balcón diviso su auto entrando al estacionamiento, mientras la promotora pobretona lo saluda y entra con él. Lo voy a esperar a la entrada. Obvio que con la puerta cerrada, no pienso hacerle un escándalo.

El muy fresco hizo pasar primero a la promotora pobretona. Lo paré en seco.

- Ella se queda afuera. Y fuera del edificio también.

La pobretona me hizo caso, obvio que por conveniencia, para que Francisco crea que es sumisa y buena. Antes de entrar al ascensor le dijo: te espero en la casa. Mi maridito le dijo que sí con la cabeza.

- Asi es que tienes otra casa aparte de esta. ¿Y qué es eso que la pobretona está embarazada de ti?
- Es verdad. Voy a ser papá. Lo que te vengo pidiendo desde que nos casamos.
- Te acordaste que somos matrimonio.
- No seas irónica, sabes que hace tiempo que no estamos bien.
- ¿Te digo de cuando? Desde que me engañaste con la rota esa teñida. Y te perdoné, me tragué mi orgullo y pensé que podía volver a confiar en ti. Y de nuevo me equivoqué.
- La culpa es mía. Debimos conocernos más antes de casarnos, y me hubiera gustado que me dijeras desde el principio que no querías ser madre.
- Qué pésima excusa para tus infidelidades.
- No son excusas.
- ¿Y desde cuándo que me engañas con tu nueva conquista? Porque si está embarazada de ti, algún tiempo deben llevar juntos.
- Desde junio.
- ¿Y nació como una calentura y después te enamoraste? ¿O acaso le crees que tú eres el padre de esa guagua que espera? Porque te digo de inmediato que las pobretonas como ellas así actúan: se embarazan para amarrarte. Si ya la veo viviendo aquí, feliz de la vida.
- Te dejo este departamento. Me voy a vivir con ella. La verdad es que hace unas semanas te lo quería decir, pero no me atrevía.
- Siempre has sido un cobarde, Francisco.
- Es verdad, te lo concedo. Pero ahora es mi oportunidad de hacer lo que sí quiero en la vida: tener una familia.

Le pegué una cachetada con todas mis fuerzas. ¿Qué se cree el muy estúpido? ¿Dejarme él a mi? ¿Y por esa promotora pobretona?

lunes, 6 de septiembre de 2010

Copuchando con la Alison.

- ¿Te conté que la Mapuchita no cantó esa noche?
- ¿En serio Alison? ¿Y cómo lo lograste?
- Hice un escándalo, me inspiré en ti. Le dije al tipo que está a cargo del local que era el colmo del rasquerío, que yo pensaba traer a mis amigas para acá pero con este tipo de clientes ya me estaba arrepintiendo, que si él sabía quien era mi marido...
- ¿Por James? ¿Qué tiene que ver?
- Nada poh, pero se me ocurrió nomás.
- ¿Y te dijo algo más la mapuchita?
- Me miró feo y me dijo: "dile a la calentona de tu amiga que tenga cuidado." Y yo que tú lo tendría.
- La mapuchita es parte del pasado, Alison.
- En serio, ten cuidado. ¿Y si va donde Panchito y le cuenta de Javier?
- No creo, además que Francisco no la tomaría en cuenta. Capaz que piense que es una empleada que viene a ofrecerse, y menos la escucharía.
- Chuta, yo igual le tendría respeto.
- Pero no hablemos más de la mapuchita.
- Tienes razón. Mejor cuéntame cómo va la cosa con Javier. ¿No le importa que seas casada? Porque él quiere tener una relación contigo, ¿O no?
- Fíjate que es como romántico en ese sentido. Me dijo que tenía ganas de despertarse en la mañana y verme a su lado, que cuando llegue de hacer clases yo lo estuviera esperando para cenar, cosas así.
- Es que es bien solo, por lo que me ha contado Gabriel.
- De todas maneras yo paso harto con él, porque Francisco está desaparecido con la promotora pobretona esa. Antes se inventaba reuniones, o partidos de tenis y cosas así. Ahora llega tarde y yo ni le pregunto. Y si yo no he llegado, tampoco me pregunta nada.
- Que tienes suerte, James siempre anda vigilándome.
- ¿Y la promotora que anda con él?
- Si la tiene para puro acostarse nomás. Me tinca que a Panchito le gusta como de verdad. De nuevo, ten cuidado.
- ¡Pero Alison, cómo se te ocurre que le va a gustar de verdad esa pobretona!
- Pero es que tú lo tienes bien botado, y quizás ella le da cariño, le cocina, como un hogar. Por lo menos así yo conquisté a mi Jimmy y me resultó de lo más bien.
- Es que James pertenece a otra cultura. Acá en Chile es distinto, por lo de las clases sociales.
- Puede ser, pero la promotora parece una cabra joven luchadora nomás. Alguna vez yo también fui así. Por eso te advierto que cuidado.
- Mira, Francisco ya me perdió una vez y sabe lo que valgo. Además que nuestros padres son amigos y mi mamá me contó que mi suegro lo retó tanto por esa vez que anduvo con la teñida.
- ¿Y no te dan ganas de hacer tu vida con Javier?
- ¿Y vivir en el loft en ese barrio horrible? Ni loca.
- ¿Entonces Javier no te ha pedido nada a cambio por estar con él?
- Llegamos a un acuerdo: él corrió a la mapuchita de su vida y yo me separaré de Francisco. Por eso paso más tiempo con él, para que me crea.
- ¿Le mentiste?
- Obvio. No me quedó otra.

lunes, 30 de agosto de 2010

La Mapuchita furiosa.

- ¿Viniste a ver al Javier?

- Hola, ¿cómo era que te llamabas?

- Marlene.

- Ah claro, Marlene. Mira, no tengo idea el porqué de tu pregunta. Vine a escuchar mi música favorita con mi amiga.

- No te hagas la tonta. Sé que andas rondando a Javier.

- ¿Rondando? ¿A qué te refieres?

- A que andas detrás de él. Debería darte verguenza, si eres casada.

- Qué latera que eres. Claro que soy casada, jamás lo he negado. Y no ando detrás de Javier, que imaginación tienes.

- Siempre supe que, aparte de cuica, eras cínica.

- Mira niñita, no tengo porque soportar tus insultos en forma gratuita. ¿Te podrías ir y dejarnos en paz, por favor?

- No me voy, porque la que se tiene que ir eres tú.

- ¿En serio? ¿Y cuál sería la razón?

- Porque estoy hasta la coronilla con tu cara de caliente persiguiendo al Javier. Él es mio.

- A ver mapuchita, ya soporté bastante tus roterías.

- ¿A quién le dices mapuchita? ¿A mi?

- ¿Ves a alguien más?

De ahí en adelante se me hace un poco borroso el panorama. Recuerdo haber sentido el vodka en mi cara, la Alison pegándole un empujón a la mapuchita, después sentí una cachetada de esta rota, la música dejó de sonar, Javier entre nosotras, que me calmara, la Alison le gritó (con muchos garabatos) que él se hiciera cargo de la mapuchita, que estaba como loca. Javier me pasó un juego de llaves y me repitió como cinco veces: ándate a mi casa, espérame allá. Que atroz, quedé como en shock, no atinaba a hacer nada. La Alison no quiso irse conmigo, No le doy el gusto a la mapuche esta, me dijo.

Me sorprendió, igual que en el almuerzo, lo ordenado y limpio que es Javier. Y como estaba de dueña de casa, puse la cafetera, me saqué el vestido (no podía llegar toda mojada a la casa) y me puse un polerón que encontré. Mientras me tomaba el café me dio como un ataque de risa medio nervioso, recordaba lo que había pasado con la mapuchita y no lo podía creer. Eso te pasa por meterte con rotos, me hubiese dicho mi madre.

Javier llegó una hora después, con cara de preocupado.

- ¿Te hizo algo la Marlene?

- Me pegó una cachetada, pero no me dolió. Debe ser por la adrenalina del momento.

- Que bueno que no te pasó nada. Es que la Marlene es de temer.

- ¿A qué te refieres con eso "de temer"? ¿Tengo que suponer que no es la primera vez que actúa como rota?

- Es que la Marlene es media posesiva, entonces entiende mal las cosas.

- Javier, habla claro. ¿Tienes o no una relación con ella?

- Es que relación no es, es sólo sexo.

- Bueno, la mapuchita me dijo que tú eras de ella.

- Chuta, ese es el problema. Como la Marlene canta, sabe mis movimientos y bueno, también sabe lo que me gusta y uno como hombre cae nomás.

- Bueno, te tengo una noticia: vas a tener que aclararle que tu dueña ahora soy yo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Llevando a cabo.

Comencé mi plan de la siguiente manera: le dije a la Alison que averiguara (es íntima de las secretarias y los junior, cosas de ella) dónde se juntaba Francisco con la promotora rota pobretona esa. Sorpresa mía, su nido de amor es el departamento de ella. Me contaron que de chica trabajaba en esos team de verano y así se lo compró, me dijo la Alison.

Entonces, una tarde que Francisco llegó cansado y agotado del gimnasio (como si yo fuera tonta), le comenté con el tono de más inocente que pude: ¿Te conté que me encontré con la Cota García? Sigue igual de copuchenta y mala clase. Si hasta me dijo que había visto tu auto en un barrio de Providencia donde no tenemos ningún conocido, que tuviera cuidado por tu "historial". Pero no te preocupes, que no le hice ningún caso.

Francisco se quedó en silencio unos segundos, y luego se rió de la forma más nerviosa que le he escuchado. De esta manera andará con delirio de persecusión y - lo mejor para mí- con cargo de conciencia.

Después vino Juan Antonio y su frescura. Me envió el siguiente mensaje: "Te extraño mucho y cada día te pienso. Quiero verte". La Lena me consiguió el número de la china fea y se lo reenvié con el siguiente texto: por favor controla a tu marido.

Fue lo peor de lo peor, porque mi teléfono no dejó de sonar, primero desde el número de Juan Antonio y luego de otros números que no conozco. Llamé desesperada a la Lena y me dijo que la china estaba vuelta loca, porque Juan Antonio ha sido "un poco fresco" y la fea quería saber de mi boca la verdad. Le prohibí a la Lena que le diera mi dirección o algún dato de cómo ubicarme.

Finalmente, Javier. Usé la técnica antigua e infalible: la seducción. Fui con la Alison a una tienda donde nadie de mis conocidas jamás irá, y me compré un vestido ajustadísimo, negro con rayas blancas hasta las rodillas y con un hombro al descubierto. El jueves le dije a Francisco que iríamos a tomarnos algo con la Alison (feliz él, obviamente). En el jeep me puse las medias caladas y unos tacos altísmos, y partimos al concierto.

Llegamos justo cuando estaban tocando; Javier me dedicó una sonrisa y yo le cerré un ojo.

Lo malo fue que, a lo lejos, divisé a la mapuchita acercándose a nosotras con mala cara.

lunes, 16 de agosto de 2010

Desiciones.

La semana pasada me quedé en cama. Comencé el domingo, mientras esperaba que llegara Francisco feliz de su "retiro" en las Termas de Chillán. En realidad me vino una gran tristeza desde que salí de la casa de la Lena. Claro, podría haber llamado a Juan Antonio, haberme escapado con él a donde sea, pero no tenía ganas. No quiero ser su consuelo mientras la china fea lo espera en la casa.




Es que no lo entiendo: soy una mujer regia, educada, pero con mala suerte en el amor. Bueno, mi primer matrimonio fue culpa de mis papás, obvio: tuve que hacer lo que ellos querían, estudiar y casarme con alguien de nuestro círculo. Si tan sólo no hubiera conocido a Juan Antonio en esa época, quizás mi historia sería distinta. Y si me casé con Francisco fue culpa de él, porque se fue en estos eternos viajes a China o Japón y me dejó sola. Y yo no puedo estar sola, Juan Antonio lo sabe. Y claro, cuando pudimos estar juntos sin problemas, él va y se casa con la china fea.




Y ahora conozco a Javier y me doy cuenta que tenemos muchas, muchísimas cosas en común. Con la diferencia que él es un espíritu libre y yo sigo atada a lo que me enseñaron. Y a pesar de la mapuchita y de Francisco, estoy segura que él siente algo por mí.




Hasta el miércoles estuve en cama. Mandé a la nany que me arrendara un montón de películas románticas (que me encantan) y le dije a Francisco que durmiera en la habitación de huespedes. Se anduvo extrañando un poco, y cuando me preguntó qué me pasaba, aproveché de decirle que la tienda me tenía estresada, que yo jamás había trabajado y que ahora me lo imponía, que por eso me sentía mal, que era su esclava. Lo ignoré todo el tiempo, y el jueves me dijo que había hablado con James y que no había necesidad que yo volviera a trabajar. Sumado al cargo de conciencia por andar con la promotora rota esa, me pidió disculpas por obligarme a trabajar y me pasó la tarjeta para que me fuera de compras o a la peluquería.




Pasé todo el jueves y parte del viernes en un spa, tomando ciertas decisiones. Primero, le voy a cobrar esta a Francisco. Tal como me dijo la Alison en la prehistoria de nuestra amistad, mi marido vale plata, y por eso no me conviene dejarlo. Haré la vista gorda con respecto a la promotora rota pobretona, pero tendrá que volver a ser el de antes conmigo. Comenzaré con la temporada primavera verano por internet, para tener ropa que acá ni se ha visto.



Segundo, será la última vez que me deprimo por tonteras. Tercero: si Juan Antonio me manda otro mensaje para buscarme, se lo reenviaré a la china fea. Sin asco.



Y cuarto, voy a tener a Javier sólo para mí. Mapuchita, prepárate.

lunes, 9 de agosto de 2010

Qué hacer.

- Te juro que no te puedo creer que fueras a su casa a buscarlo. Si no te respondía los mensajes, por algo era.
- Es que Lena, te juro que somos como almas gemelas, por eso no pensé eso de él.
- ¿Cómo vas a ser alma gemela de un músico?
- Es que tenemos familias parecidas, con la diferencia que él fue la oveja negra y yo seguí al pie de la letra lo que mis papás querían para mí.
- Entonces es ilógico que tu alma gemela sea la oveja negra. Nosotras somos convencionales, seguimos las tradiciones.
- Es verdad, Lena. Pero no puedes negar que casarse con hombres así es harto aburrido.
- Me parece que Francisco lo pasa bastante bien. Se hace el tonto nomás.
- Ni me lo recuerdes. De seguro anda ahora con la promotora esa en las Termas de Chillán.
- Te desconozco amiga mía. Si cuando lo pillaste con la rota esa teñida te separaste, ¿por qué lo aguantas ahora?
- La Alison me convenció, con la excusa que así nosotras también podríamos andar tranquilas.
- ¿Tanto te gusta Javier que estás dispuesta a hacerte la tonta con la infidelidad de Francisco?
- Me gusta harto, la verdad. Es que lo pasamos tan bien en el sur. Déjame contarte: apenas terminaba de ensayar o tocar, estaba conmigo. Conversamos mucho, de la vida, de lo que nos gustaba, de la forma que fuimos criados...
- ¿Y qué diferencia tiene con Juan Antonio?
- ¿Por qué me preguntas de él? Te estoy hablando de Javier.
- Porque siempre dijiste que Juan Antonio era el amor de tu vida.
- Era, porque se casó con la china fea, ¿Te acuerdas de ese detalle?
- ¿Me estás diciendo que si estuviera soltero sí sería el amor de tu vida?
- No lo sé, Lena. No quiero hablar de él, te estoy contando de Javier y de lo raro que se puso hoy, que no me contestó los mensajes y que de seguro pasó la noche con la mapuchita.
- Más claro echarle agua: se quería puro acostar contigo. O como diría la Alison: estaba caliente contigo y se sacó las ganas.
- ¡Lena! No hables así.
- Es para que no te quede ninguna duda al respecto de tu Javier.
- No creo.
- ¿Entonces porqué se acostó con la mapuchita y no te contestó los mensajes?
- Probablemente porque está confundido con sus sentimientos.
- Los hombres no son como nosotras. Y fíjate que lo encuentro hasta cuerdo, porque como sabes que estás casada, no se hace ilusiones contigo. Aparte que al ir para el sur te entregaste fácilmente a él.
- No creas, si igual me tuvo que buscar.
- Bueno, ya que Juan Antonio no es más el amor de tu vida, que no te importa que tu marido ande con una promotora, que Javier es tu alma gemela según tú, ¿Qué haras ahora?
- No lo sé, Lena.

lunes, 2 de agosto de 2010

Qué se cree.

Dejé de mandarle mensajes a Javier avisándole que iba a estar sola el fin de semana, porque entendí que se le había perdido el celular, de lo contrario me hubiese contestado. Igual le consulté a la Alison si es que sabía algo, pero lo único que me contó fue que tenían los conciertos habituales.


No me quedó otra que ir directamente a su casa, aunque me deprima el barrio. Me estacioné al frente de su loft y estaba indecisa si bajar y tocar el timbre, o esperar un rato que bajara a comprar algo para almorzar, o que llegara un repartidor de pizza. O quizás estuviera durmiendo porque tocó hasta tarde el viernes. Iba a llamar a la Alison por si sabía algo, cuando vi salir a la mapuchita. La seguí por el espejo retrovisor, para asegurarme que no volviera. Entonces me bajé del jeep y toqué el timbre.

Javier estaba con un buzo viejo, con cara de sueño y un poco molesto.


- Estaba durmiendo, anoche me acosté tardísimo.
- Vine porque no contestaste mis mensajes. ¿Se te perdió el celular?
- No, no se me ha perdido.
- ¿Entonces viste mis mensajes?
- Claro que los vi.
- ¿Y por qué no me respondiste?
- Chuta, no sé. ¿Vienes a pedirme explicaciones?
- No, pero no te costaba nada mandarme un mensaje de vuelta.
- Esto me suena a regaño, y que yo sepa, no somos pololos ni pareja ni nada. Es más, tú estás casada.
- Eso no te molestó el fin de semana que te acompañé en el sur. De hecho pensé que teníamos algo, porque lo pasamos bien juntos, tenemos muchas cosas en común.
- Pero claro que tenemos cosas en común, pero lo que nos separa es muy grande.
- ¿Te refieres a Francisco?
- Obvio.
- Y la mapuchita también nos separa. La vi salir de aquí hace poco.
- ¿Hace cuanto rato estás acá afuera?
- Llegué justo cuando la mapuchita salió.
- No le digas así.
- ¿Se quedó contigo desde ayer?
- No tengo porqué contarte lo que hago o no hago con la Marlene o con nadie. Soy un hombre libre, y ella también.
- Te deseo lo mejor con tu libertad.

Me subí al jeep enojadísima, y me fui lo más rápido que pude. ¿Qué se cree el pobretón? Puede que venga de una buena familia, pero su vida dista mucho de la mía y de lo que yo quiero para mí. Llamé a la Lena para irme a almorzar a su casa, quizás un ambiente familiar me ayudaría a pasar la rabia. Claro que mi llamado no fue recibido como yo esperaba.

- ¿Ahora te acuerdas de mi? Harto botada que me tienes.
- Acepto que he sido una mala amiga este último tiempo, pero te lo puedo explicar todo.
- De seguro problemas con esos músicos. Te pasa por tonta, por no escucharme.
- En tu casa me retas, ¿puedo ir?
- Acá te espero.

lunes, 26 de julio de 2010

Conversando con el marido.

- ¿Idea mía o llegaste distinta del Sur?
- Idea tuya, obvio.
- No sabría como decirlo, pero hasta tu mirada está diferente.
- Córtala Francisco, ya te conté que el viaje fue un fiasco: los diseñadores emergentes una lata, la Alison odia la lluvia, hizo mucho frío... ¿Y tú, que hiciste estos días?
- Nada.
- ¿Cómo nada?
- Nada interesante, me refiero.
- ¿No subiste a esquiar?
- No, me dio lata encontrarme con los mismos de siempre.
- Pero saliste a comer a alguna parte, te juntaste con James, ¿o estuviste todos estos días encerrado acá?
- Más o menos eso.
- Que estás misterioso Francisco. Si no supiera lo arrepentido que estás de tu desliz de la otra vez con la rota esa teñida, juraría que tienes otra.
- Quedamos en que no me lo sacarías en cara nunca.
- No te lo he sacado en cara, es que me extraña tu actitud.
- ¿Mi actitud? ¿Y qué hay de la tuya?
- No te entiendo, yo estoy igual que siempre.
- Fíjate que no. Tienes otra mirada, estás radiante.
- Un fin de semana lejos de esta ciudad hace milagros, Francisco. El alejarme de la tienda, de los tacos, de las mujeres esas horrorosas que van a la tienda y no compran nada...
- Me dan ganas de escaparme también de esta ciudad, para así llegar como tú.
- Hazlo, Francisco, te hará muy bien.
- ¿No irías conmigo?
- ¿Dónde?
- Estaba pensando en las Termas de Chillán, ¿te tinca?
- No, que lata. Tengo muchas cosas que hacer después de este viaje en la tienda.
- ¿No te molesta que vaya solo a descansar a las Termas de Chillán?
- Para nada, creo que te lo mereces por ser un tan buen marido.
- ¿No te aburrirás solita?
- No, ya te dije que tengo mucho trabajo en la tienda. Anda tranquilo.

lunes, 19 de julio de 2010

En el sur.

Tampoco tenía muchas ganas, pero la Alison me convenció: ¡será como volver a ser solteras!


El plan funcionó a la perfección porque Francisco con James estaba felices de estar sin nosotras tantos días. En el fondo daba lo mismo la excusa, aunque la Alison les contaba -como si de verdad la idea le entusiasmara- que estaba loca por ir a esa feria de diseño independiente en Valdivia, que ella nos haría la competencia con ropa de diseñadores nacionales y que yo era la única entendida en la matería, que debía acompañarla.


Así fue como el jueves en la mañana partimos. Dudé hasta el último momento en subirme al avión, porque recordaba la maldita cena y más rabia me daba con Javier.


- No seas tonta, si es obvio que Javier está loco por ti.

- Pero casi se comió con la vista a la pobretona esa que anda con Francisco. Que es mi marido, a todo esto.

- No lo puedes culpar que la mirara, si la tipa estornudaba y se le salía un pezón.

- Que atroz, Francisco sigue con pésimo gusto. Antes la rota esa teñida, y ahora esta aspirante a modelo, que ni para promotora le alcanza.

- Me alegra que no te importe que Francisco ande con ella. Si son calenturas, jamás nos van a dejar. Menos tu marido, que es tan formal para sus cosas.

- ¿No tienes miedo que James te deje por una de esas rotas?

- Es una posibilidad, por eso mismo firmé un acuerdo prenupcial.

- Sea como sea, si Javier anda con la mapuchita esa, me devuelvo de inmediato.

- ¿Y que te importa la Marlene? Debería darte pena, la vieras como anda detrás de Javier. Y de seguro va a estar, si es un festival de jazz.

- ¿Y cómo es el ambiente?

- Fíjate que me da lo mismo, yo voy sólo a ver a Gabriel y luego a la cama con él. El resto, me tiene sin cuidado.



En Valdivia me separé de la Alison; ella se fue a un hotel de mala muerte con los músicos y yo a una hostería preciosa, pequeñita, atendida por unos suizos. Me dediqué a recorrer la ciudad ese día, mientras la Alison me mandaba mensajes de texto, que fuera a ver cómo ensayaban, que Javier le preguntaba a cada rato por mí, que no fuera tonta. Después más mensajes para decirme dónde iban a tocar y a que hora.



En la noche me decidí: a primera hora del viernes me volvería a Santiago. O mejor que eso: llamaría a Juan Antonio para irme con él hasta el domingo a algún lugar, la nieve no porque de seguro me encontraría con todos mis conocidos. En fin, me arreglé y me fui al casino, para no pensar tanto y sentirme más en mi ambiente.

Llovía muy fuerte cuando tomé el taxi para irme de vuelta a la hostería; eran ya las dos de la mañana y había perdido harta plata, por lo que mi humor no era muy bueno. Puse el despertador del teléfono a las 7 de la mañana, para irme temprano al aeropuerto, llamar a Juan Antonio y olvidarme de toda esta tontera.

Y para colmo de males, nadie me habría en la hostería. Primero golpeé suavemente, mientras la lluvia comenzaba a mojar mis botas finísimas. No encontré el timbre, entonces -muerta de verguenza- grité ¡alo!

Javier me abrió la puerta, con cara de sueño: ¿Adonde te metiste? Te estoy esperando desde las 11 de la noche.

lunes, 12 de julio de 2010

Cena sorpresa.

El miércoles pasado estaba con ganas de meterme al jacuzzi por unas cuantas horas, con una rica copa de vino y la música que escucho para relajarme. Juan Antonio me tenía aburrida de tanto mensaje, y de Javier ni luces. Francisco lleno de trabajo y reuniones, y hasta tenía otro viaje luego.


Pero cuando al entré al departamento y ví a la nany con el delantal para las visitas y yo sin saber nada, me pareció extrañísimo. Entré al dormitorio y vi a Francisco canturreando, vestido sport, perfumándose. ¿Se te olvidó avisarme que tenemos invitados? No te quería molestar, por eso lo organicé todo solito, me respondió con un beso en la mejilla, entregándome un lindo paquete con las iniciales de mi tienda favorita: Te compré ropa para que te veas espléndida.


Francisco me conoce. Sabe que si me regala ropa se me pasa el enojo. Me di una ducha rápida, me puse el vestido maravilloso y mientras me ponía unos aros discretos le pregunté quien venía a cenar. James, Alison y nuestros queridos músicos con sus novias. Somos ocho. Pero no te preocupes, tengo todo listo.

Me quedé sin habla durante un minuto. ¿La mapuchita en mi casa? ¿Y a la Alison no le importa que Gabriel venga con su pareja? No podía ser. Llamé a la Alison, pero de alguna manera me dijo que estaba con James y que no podía hablar.

Le pedí un vodka tónica a la nany y me lo tomé en el dormitorio. No podía soportar la idea que la mapuchita entrara con Javier de la mano, riéndose y comiendo en mi casa. Ya me las vería con Francisco. Prendí la televisión y me entretuve un rato haciendo zaping.

- Oye, ¿qué haces aquí sola? Te mueres lo estupendo que se ve Javier, claro que Gabriel es mucho más rico.
- ¿No te importa que haya venido con su pareja?
- ¿Con su pareja?
- Eso me dijo Francisco, que Gabriel y Javier venían a comer con sus novias.
- Amiga mía, eres harto despistada.
- No te entiendo, Alison. Habla claro.
- Respóndeme primero: ¿Francisco te hizo hartos regalos luego que volvió de su viaje?
- Sí, pero todavía no te entiendo.
- Y te apuesto que te ha hecho más regalos que lo habitual y que ya tiene agendado un nuevo viaje.
- Claro, con James.
- ¡Están haciendo lo mismo que nosotras! James es el chivo expiatorio de Francisco, y viceversa.
- Puede ser, pero qué tiene que ver con Gabriel y Javier. Te juro Alison que no entiendo nada.
- Es bien ridículo la verdad, pero es una tontera que se le ocurrió a Francisco, de puro caliente. ¿Es caliente contigo también?
- Alison, sabes que me carga que hables así. Y de qué tontera me hablas.
- Francisco, que se jura amigo de Javier, le pidió un favor: que haga pasar a su amante por su pareja, y así él puede salir tranquilo con ella. Y con la amante de James, lo mismo.
- ¿Qué me estás diciendo?
- Eso. Que la supuesta "pareja" de Gabriel es la amante de James y...
- ¡Francisco trajo a su amante a mi casa! ¿Eso me estás diciendo? ¿Y que Javier se prestó para el juegito? Voy de inmediato a parar esta farsa.
- ¿Estás loca? Es lo mejor que nos pudo pasar.
- ¿Lo mejor? ¿No te importa que James ande con otra?
- No me importa mucho, porque me parece que me estoy enamorando de Gabriel. He pensado hasta en dejarlo, mira que estoy tonta.
- Bueno, a mi si me importa, y harto. Sobre todo que Gabriel se prestó para la tontera.
- Quizás quiere verte.
- Cosa que vaya a la tienda y me encuentra. ¿Y quién es la rota que anda con mi marido?
- Una promotora, parece que estuvo en la inauguración de la tienda.
- Ya sé cuál es. Ya verás como la expulso de mi casa.
- Pero pucha, no lo hagas. Piensa un poco: si James y Francisco anda empotados con un par de cabritas que no tienen plata, mejor para nosotras.
- Mejor para ti será, porque yo estoy sola.
- Es que tu problema es que no entiendes a los hombres. Si Gabriel de pronto se acuesta con la Marlene, es porque ella se ofrece.
- No me hables de la mapuchita esa.
- Deberías darle una oportunidad a Gabriel, aprovecharte de Francisco y después haces como que lo pillaste y le pides que te cambie el auto, o que te pague un viaje y nos vamos unas semanas gracias al cargo de conciencia de nuestros maridos.

lunes, 5 de julio de 2010

La mapuchita.

Si fuera por mí no vería más a Javier, pero como la Alison me nombró su "chivo expiatorio oficial" (porque la Lena no es tan amiga mía como tú, me dijo), he tenido que ir a verlo a algunos lugares donde toca con Gabriel López y, por desgracia, me he encontrado con la mapuchita y su mirada asesina.


A la mapuchita la conocí aquel día del almuerzo. Le había pedido un café a Javier, porque la tarde ya estaba bien helada. Estábamos en eso en la cocina, cuando suena el timbre. Le pregunto a Javier si espera a alguien, me hace que no con la cabeza y pone cara de molestia cuando escucha quien es por el citófono. No me retes porque vine sin avisar como acordamos, pero justo iba pasando por la pastelería árabe y te traje baklawa, dijo apenas entró al loft. Después, cuando me vio, le preguntó: ¿y ella quién es?

Noté incómodo a Javier. Primero, no nos presentó. Se quedó de pie, sin saber que hacer. Segundo, cuando la mapuchita le dijo: si quieres me voy y no le contestó, agarré mi cartera y le dije, mirándola hacia abajo porque no debe medir más del metro sesenta: no te preocupes, la que se va soy yo.

En vano llamé a la Alison para retarla, como tan pajarona y no averiguar antes que Javier está comprometido. Después de dejarle el mensaje, me llama Javier.

- ¿Por qué te fuiste? Devuélvete, tengo casi listo el café.

- ¿De dónde sacaste mi número? Y ya estoy lejos. Y tú estás con visita.

- Olvídate de la Marlene, ya la despaché.

- ¿Marlene se llama? ¿Y es tu pareja o algo así?

- Nada de nada.

- No te creo, mi intuición femenina me dice que es algo más tuyo.

- Mira, es una historia más o menos larga, pero te la cuento acá, con el café.

- Para otra vez será. Ya estoy lejos, manejo bastante rápido.

Me moría de ganas de volver, pero plato de segunda mesa jamás he sido ni seré. La Alison me contó - después de escuchar mi reto y yo su tarde erótica-, que es una cantante de jazz que se queda con las mijagas que le da Javier, según la opinión de Gabriel. Una amiga con ventaja, resumió la Alison.

Borré a Javier de mi mente y me concentré en trabajar, en recibir los regalos que Francisco me trajo (se pasó para generoso esta vez), en borrar los mensajes de Juan Antonio (que insiste en que nos veamos en un lugar los dos solos) y ayudar a la Alison para que vea a Gabriel a escondidas.

Javier me mandó unas rosas bastante pobretonas a modo de disculpas, pero se las regalé a la niña que es jefa de local. Después me invitó de nuevo a almorzar a su casa, y no le respondí el mensaje.

Que se quede con la mapuchita, él se lo pierde.

lunes, 28 de junio de 2010

En la terraza.

- ¿Y en que parte de Italia viviste?
- En Génova. ¿Por qué, has estado allá?
- De paseo solamente.
- Entiendo, prefieres Milán.
- ¿Y es malo eso?
- No, para nada. Pero por tu trabajo y tu pinta es fácil deducirlo.
- ¿Tiene algo de malo mi pinta, como dices tú?
- No te pongas a la defensiva, mujer. Es una observación solamente. Aunque supongo que para ti mi pinta sí es pésima, ¿o me equivoco?
- Te vistes como músico, supongo.
- Buena respuesta. Y tú te vistes como dueña de tienda de ropa.
- Gracias, es la idea.
- ¿Y desde hace cuanto tiempo te dedicas a la moda?
- Siempre me ha gustado, pero trabajo en la tienda hace poco tiempo.
- ¿Y antes donde trabajabas?
- No trabajaba.
- ¿Y no te aburrías?
- No fíjate.
- ¿Y qué hacías en el día?
- No entiendo porqué tanta pregunta. ¿Qué tiene de extraño?
- Me cuesta entender qué puede hacer una mujer en todo el día, es distinto si estuvieras criando.
- Hartas cosas fíjate. Y tú, ¿siempre has trabajado?
- Desde que me fui de mi casa, a los 19 años.
- ¿Y por qué te fuiste de tu casa? Me muero, qué terrible.
- No me dejaban ser músico, por eso.
- ¿Y dónde te fuiste?
- A Génova.
- Pero que valiente. ¿Y qué hiciste por allá?
- ¡Uf! Miles de cosas.
- A ver, déjame entender un poco. En tu casa no te dejaron estudiar música, entonces a los 19 años te fuiste a Génova (supongo que con permiso de tus papás porque eras menor de edad) y allá trabajaste en muchas cosas y ahora eres músico. ¿Qué clase de padres tenías que te dejaron a la deriva?
- Papás preocupados del que dirán y un hijo rebelde y soñador, aunque mi mamá me enviaba plata que yo ahorraba. Además que eso es parte del pasado y ahora nos llevamos rebien.
- Tu vida sí que es interesante. ¿Y dónde estudiaste música?
- En Luxemburgo.
- Viviste bastante tiempo en Europa.
- Lo suficiente como para querer volver a Chile.
- Chuta, y yo cada vez que voy me dan ganas de quedarme a vivir.
- Hemos hablado mucho de mí, hasta me siento incómodo. Cuéntame mejor de ti: ¿qué hace una mujer felizmente casada en la casa de un músico de mala muerte?

lunes, 21 de junio de 2010

Los huevitos quieren sal.

Finalmente no hubo cena en la casa de la Alison, como ellos son músicos y más bien pájaros nocturnos, fuimos a la casa de Javier Lecaros a almorzar. Viste, si estos huevitos quieren sal, me dijo la Alison feliz de la vida cuando me contó el cambio de planes.


Mi primer problema fue el qué ponerme. Me pregunté una y mil veces, mientras miraba mi vestidor, cómo le gustan las mujeres a los músicos. Descartado el vestirme mal; soy dueña de una tienda de ropa exclusiva y eso es parte de mi vida. Finalmente opté por jeans, unas botas altas de charol burdeos (preciosas!), un beatle negro muy ajustado y un parka que me trajo Francisco de Milán. Es de hace como dos temporadas, pero está muy in.


El segundo problema es que la casa de Javier queda lejísimos. Según la Alison es el centro histórico de la ciudad, pero yo sólo veía casas viejas en el camino. Se me hizo más largo porque nos fuimos cada una en su auto; la Alison tenía planes para irse con Gabriel López hasta Reñaca si fuera necesario.


Javier no vive en una casa propiamente tal: vive en un loft. Según me explicó, la casa pertenecía a una familia de mucho dinero, lo que se nota porque me mostró los detalles de la construcción, de inspiración francesa. Estuvo unos años botada, la compraron e hicieron dos lofts: el del primer piso (creo que vive una pareja de alemanes que tienen como un negocio de bicicletas o algo así) y el segundo, que ocupa Javier. Tiene hasta una linda terraza con muchas plantas, porque Javier ama las plantas. Son como mis hijos, me dijo cuando me las mostró.

Llevé una botella de buen vino al almuerzo, porque nunca se sabe que vino a una le servirán. La Alison, como decía una empleada que tenía mi abuelo en el campo, andaba "vendiendo salud": se puso un vestido mini, con medias negras y botas. ¿No tienes frio?, le pregunté cuando la vi. Quiero que puro me saque la ropa el Gabriel, me respondió muerta de la risa. Se veía regia, no puedo negarlo.

Me sorprendió lo lindo del loft, lo ordenado y pulcro que se veía. Nos recibió Gabriel, porque Javier estaba en la cocina. Lindo él, preparó un risotto maravillo de rico. Es que viví unos años en Italia y así no me morí de hambre, nos dijo. La mesa estaba puesta en la forma correcta, tenían un vino rico, postre y café italiano.

Gabriel no disimuló su deseo por la Alison, y ella tampoco; coquetearon todo el almuerzo (parecían adolescentes) y se fueron con la excusa de ir a comprar agua tónica para que yo tomara vodka.

- Que excusa más mala, ¿más café?
- No, gracias. Muy fuerte para mí.
- Y así nos quedamos solos, porque esos dos no vuelven.
- Así parece.
- ¿Te gustan las plantas? Tengo un jardín realmente hermoso en la terraza.
- Bueno, vamos a ver tus plantas.

lunes, 14 de junio de 2010

Almorzando.

- Pero Lena, reconoce que fuiste desubicada al invitar a Juan Antonio.
- Mira Alison, conozco a mi amiga hace muchísimos años más que tú, por eso lo hice.
- Bueno Lena, si crees ser tan buena amiga, deberías ayudar. Invitar a Juan Antonio no fue buena idea, ¿No es cierto?


Me quedaron mirando las dos. Me sentí como niña chica que tiene que escoger entre dos amigas. Traté de ser lo más imparcial posible:


- Es verdad que no fue muy bueno verlo llegar, pero al mismo tiempo, fue como una prueba.
- ¿Una prueba? ¿De qué estás hablando si igual te fuiste con él?
- Si pues Alison, una prueba. No lo veía desde su matrimonio, más de seis meses. Y la comida fue 100% amistosa.
- No te creo.
- En serio Lena, sólo conversamos.
- Según lo que tú me has contado, Juan Antonio es bastante caliente, por lo que no te creo.
- Alison, sabes que me carga que hables así.
- Bueno, pero de seguro o te dio un beso o te agarró algo. No lo niegues.


Claro que quería negarlo. Si era cosa de cerrar un poco los ojos y sentir sus labios, su olor, sus manos...


- Ya pues, responde - Me insistió la Alison- ¿O acaso estás recordando?
- Fue una cena entre amigos. Lo juro.


Claro, porque mientras me besaba y tocaba sonó su teléfono. Al contestarlo se alejó de mi, lo que me molestó bastante y me subí al jeep. Tengo que irme, me dijo sin mirarme a los ojos, pero me gustaría volver a verte, en otro lugar más tranquilo.


- A mi me encanta Juan Antonio: es buenmozo, tiene buen físico, es educado...
- Te falta lo fresco que es, Lena.
- ¿Encuentras que es fresco?
- ¡La preguntita! Obvio que sí. Si ya se casó, ¿que más quiere?
- Pero Alison, lo que pasa es que es enamoradizo.
- Caliente y fresco, Lena.


Las miro discutir con desgano. Los besos de la cena fueron un desliz, porque después le dije que me dejara tranquila, que se fuera a su casa con la china fea. Hasta tuve que ponerle los seguros al jeep, porque no me dejaba ir. Veo a la Lena ponerse de pie y despedirse, tengo que ir a buscar a los niños al colegio, nos dice a modo de despedida. La Alison vuelve al ataque:

- Supongo que vas a olvidar todo lo que te dijo la Lena de Juan Antonio. Es un fresco, y punto.
- Si sé que es un fresco, no tienes para que repetiro.
- Que bueno que se fue la Lena, porque tengo todo listo con nuestros músicos.
- ¿Cómo que todo listo?
- Como nuestros mariditos se van de viaje,preparé una cena en mi casa.
- ¿En tu casa? ¿Estás loca?
- Mira, si quieres que te pillen, haz todo escondida. Una cena inocente en mi casa no tiene nada de malo.
- ¿Tú encuentras? ¿Y por qué mejor no vamos a un restaurante, o a la casa de uno de ellos?
- Espero irme a la casa de Gabriel, pero solita con él.
- Supongo que invitaste a más gente, sino pensarán que somos unas come hombres o mujeres casadas y aburridas.
- A ellos les dije que invité a más gente, pero es mentira. Estaremos solitos los cuatro.
- Por lo menos conocer a Javier Lecaros me ayudará a olvidar a Juan Antonio.
- De todas maneras, amiga mía.

lunes, 7 de junio de 2010

La Inauguración, segunda parte.

Mientras miraba como Francisco hablaba con Javier Lecaros cual fan quinceañero, me dediqué a observarlo: quijada marcada, ojos vivaces, pelo corto, manos grandes, nariz aguileña (ni grande ni pequeña), vellos en sus brazos... bastante varonil me pareció. Mucho mejor que el deslavado de Juan Antonio y que Francisco.

Me quedé sola en la puerta, mientras mi marido con Javier Lecaros se acercaron al bar. Divisé a la Alison toda coqueta con su músico, y la Lena comiendo. Bueno, pensé, mal que mal soy la anfitriona y debo estar con todos y en todas partes.

Me disponía a acercarme a algunas ex compañeras de universidad - las invité sólo para que me envidien con ganas- cuando siento que me llaman: era Juan Antonio Soriano Camino, solo.

- ¿Se puede saber quién te invitó?
- Tú. - Me mostró la invitación.- La traje conmigo porque no sabía si me harías la desconocida. A veces eres tan bipolar.
- No estás en la lista de invitados que le entregué a la productora. Pero ya que estás aquí, pasa y aprovecha de comprarle algo a tu mujer.
- Nanako usa otro tipo de ropa.
- ¿Y por qué no viniste con ella?
- Porque quería verte, saber como estás.
- Estoy muy bien, gracias.
- Se te nota. Lena me contó que volviste con tu marido y que eres dueña de esta tienda. Tenía que verlo con mis propios ojos.
- Entonces fue ella quien te invitó.
- Se lo agradeceré personalmente, porque te he extrañado bastante. Ni siquiera contestas mis mensajes.
- ¡Obvio que no! Nuestras vidas tomaron rumbos distintos, Juan Antonio. Tú te casaste y yo volví con Francisco.
- Que estés casada nunca fue un impedimento para nosotros.
- A ver, Juan Antonio, ¿estás pasando por algún problema matrimonial con la china?
- No, mi matrimonio está de lo más bien. Y es japonesa, no china.
- Da lo mismo. En fin, escúchame bien: mi vida es totalmente diferente ahora. Trabajo y me dedico 100% a mi marido.
- Me alegro por ti, de verdad.
- Y ahora te tengo que dejar, porque - como anfitriona- debo estar con todos y vigilar que todo ande bien.

Me alejé un poco nerviosa, debo reconocerlo. Me dirigí donde la Lena, para retarla por la desubicación. ¿Cómo se le ocurre invitar a Juan Antonio sabiendo de mis esfuerzos para olvidarlo?

No pude acercarme a ella porque me detuvo Francisco, quien venía con los dos músicos, la Alison y James. Nos vamos para la casa, llamé a la nany y nos va a esperar con picoteo, me dijo mi maridito. Miré a la Alison con cara de pregunta, ella se encogió de hombros y partieron.

Me dio harta rabia, la verdad. Tenía que quedarme sola a cargo de todo, despachar a los invitados, poco menos que ponerle candado a la tienda para luego irme a mi casa, mientras ellos se divierten sin mí.

- ¿Tu marido se fue y te dejó sola? - Diciéndome esto, Juan Antonio me pasó un vodka tónica.- Brindemos por la libertad mejor.
- Buena idea.
- ¿Te gustaría ir a comer después de esta exitosa inauguración?

Lo miré fijamente. Una comida inocente, sólo para ponernos al día... no tenía nada que perder.

lunes, 31 de mayo de 2010

La Inauguración.

Tengo que decirlo con todas sus letras: me veía REGIA. Tuve que usar un vestido azul petróleo de la tienda, pero de la próxima temporada. Pasé un poco de frio, pero valió la pena.

Lo que me molestó fue que la productora invitara a tanta modelo, de esas pobretonas que andan con futbolistas, y algunos actorcillos, que si no fuera porque las dueñas de casa los ven en las tardes, no los conocería nadie. Según me explicaron, ellos hacen que un evento sea llamado top, lo que me da lo mismo, porque yo ando buscando elegancia y exclusividad. De todas formas, le indiqué al fotógrafo que hiciera como que les sacaba fotos, pero al final yo decido cuales se publicarán.

Me encantó ser la anfitriona, recibir a los invitados, sacarme fotografías con ellos, revisar que todo estuviera bien, recibir las felicitaciones. Tuve que ponerle el ojo a Francisco porque lo vi en una actitud media coqueta con una modelo - que no me llega ni a los talones-, de seguro pobre que sabe que él es el dueño. Lo tomé del brazo y me lo llevé donde nuestros amigos, y le prohibí acercarse a la pobretona.

Estaba tan contenta que tomé unos tragos de más, debo reconocerlo. Mientras caminaba, recibiendo felicitaciones, sacándome fotos con distintos grupos de gente, interiormente le agradecí a Francisco su cambio con el famoso terremoto y me hiciera trabajar. ¡Había nacido para esto! Incluso, producto del alcohol, me dieron ganas de estudiar relaciones públicas y dedicarme en serio a organizar este tipo de eventos. O incluso poner una productora, que sería la más elegante, exclusiva y top de esta ciudad.

En este ánimo me encontraba cuando se me acercó la Lena, con la cara llena de risa. Pobre Lena, por más que se trate de arreglar, siempre se ve gorda. Es que comiendo como alemana... en fin, es mi mejor amiga de toda la vida - junto con la Alison ahora- y siempre le digo que se ve bien, como para subirle el ánimo. Me dijo que miraba hacia la puerta, porque los músicos habían llegado.

No sé si fue el alcohol o la música o que se yo, pero los encontré bastante regios a los dos. Mal vestidos, pero regios. Incluso varias mujeres se dieron vuelta a mirarlos.

Como buena anfitriona, me acercé a darles la bienvenida. A los segundos llegó la Alison, y ella misma me los presentó: Gabriel López y Javier Lecaros. Supe que Gabriel era su amor imposible porque lo tomó del brazo, me dijo que era un gran baterista y se lo llevó.

No me quedé mucho rato sola con Javier, porque llegó Francisco, con cara de sorprendido.

Así me enteré que Javier Lecaros es un gran bajista, y que Francisco es su fan número 1.

lunes, 24 de mayo de 2010

Copuchando con la Lena.

-¿Te contó la Alison que se enamoró de un músico?
- A mi no me cuenta esas cosas; es más amiga tuya que mía.
- ¿Tú crees Lena?
- Es una tincada mía, pero no importa. ¡Cuéntamelo todo!
- Resulta que la semana pasada vinieron sus primas pobres del sur a comprar y la Alison aprovechó que James no estaba para salir todas las noches, andaba como loca fijate.
- ¿De verdad son pobres sus primas? ¿Las conociste?
- ¡Estás loca! No tengo nada que ver con esa gente yo. Pero si en vez de tomar un avión que te toma tres o cuatro horas viajas toda la noche en bus, hay que ser pobre.
- Me imagino que sí. ¿Y adonde fueron?
- No quiero ni imaginarme los lugares, pero al famoso músico lo conoció en un lugar donde tocan música en vivo. Me dijo la Alison que toca jazz.
- Me gusta el jazz, fíjate. Me acuerdo cuando fuimos al Blue Note, lo pasamos tan bien.
- Es que no puedes comparar Santiago con Nueva York, Lena.
- Sé que no, aunque recuerdo que varios músicos estaban bastante bien.
- Bueno, según la Alison el músico este es regio, educado, alegre y ya han salido varias veces.
- ¿Ha pasado algo entre ellos?
- Todavía no, pero según ella están a punto. Mira Lena, si lo peor de toda esta historia es que tuve que invitarlo a la inauguración.
- ¿Y por qué no te negaste? Nada que ver un músico medio pobretón en la tienda.
- No me pude negar, recuerda que James es socio. Y no es todo, tuve que invitarlo a él con otro músico.
- ¿Otro? ¿Acaso no puede ir solo?
- No es por eso. Según la Alison, es "pintado" para mí. Como si yo anduviera buscando serle infiel a Francisco, y menos ahora que tengo que estar al tanto de tantas cosas en la tienda.
- Seguro que quiere que salgan los cuatro escondidos, así le da menos cargo de conciencia.
- Le dije a la Alison lo mismo, incluso le recalqué que estoy ocupada con la tienda. Con Francisco me basta y me sobra.
- No entiendo el porqué la Alison piensa que un músico te podría interesar.
- Según ella, tenemos historias de vida parecidas. Al parecer él proviene de una familia distinguida, con dinero, pero prefirió dedicarse a la música que a los negocios familiares. Algo así.
- Una oveja negra.
- Claro.
- La Alison y sus cosas. ¿Y para qué quiere un amante si tiene a James, que le da de todo?
- Me dijo está insatisfecha sexualmente, porque James viaja bastante, y que tiene ganas de pasarlo bien.
- Buenas razones, no lo puedes negar.
- Sea como sea, este jueves los conoceremos.
- No me pierdo la inauguración por nada.