lunes, 26 de abril de 2010

La celebración de mi cumpleaños.

Apenas pude invitar a 30 personas. ¡Me quedó tanta gente afuera! Por más que le rogué a Francisco, le lloré, no cambió de opinión. Ahora somos otros, y nuestros amigos lo tienen que entender, me dijo. Eso, a pesar que le comenté que ya le había avisado a mucha gente que haría una gran fiesta de disfraces. Y de seguro que ahora pensarán que somos pobres. No me importa lo que piensen los demás, me respondió.

Tuve que mandar correos electrónicos a todas las personas que había pensado invitar inventándoles una excusa. Es que me dio verguenza llamar por teléfono. De algo me sirvió el terremoto maldito: escribí que por culpa de éste, no había tenido el suficiente tiempo para organizarlo todo. Y como en nuestro comedor caben 30 personas sentadas, no pude invitar más.

Francisco me hizo dos regalos: el "espiritual" (según él), una cruz de plata con su respectivo colgante, de plata también. Lúcelo con orgullo, porque representa nuestra nueva vida, me dijo cuando me lo entregó. Obvio que jamás lo uso, aparte que no me combina con ningún aro. El otro regalo, el "mundano": una gift card para ir a comprarme lo que yo quiera. Tampoco me gustó mucho, porque prefiero comprarme ropa por internet, más exclusiva. Tendré que esperar que se le pase esta faceta de buena persona a mi marido.

La cena, gracias a Dios, estuvo elegante y bien regada con lo mejor. Todos me hicieron regalos finísimos, menos la Alison y la Lena, que me regalaron un traje de "policía". No lo mires así, que harto caro que nos costó, me dijeron muertas de la risa. Ni se lo mostré a Francisco.

Ahora que lo pienso, fue muy desilucionante celebrar mi cumpleaños de esta manera, tan apagada. Y eso que ni he hablado de Juan Antonio - porque no lo debería hacer para poder olvidarlo definitivamente- que me ha mandado mensajes de texto (primero para saber cómo me fue con el terremoto y luego para desearme feliz cumpleaños). Los leí y los borré.

En fin, veré hasta cuando soportaré a mi marido y su postura de buen samaritano. Y eso que todavía no escribo acerca del "trabajo" que se le ocurrió para mí.

Que cumpleaños más horrendo el que tuve.

lunes, 19 de abril de 2010

Terremoto maldito.

Si no he tenido ganas de escribir en mi pc rosado es por culpa del terremoto. Y de Francisco. Si hasta mi cumpleaños pasará desapercibido.


En fin, lo bueno es que andaba en Miami con la Alison la semana del terremoto, de compras. Somos íntimas amigas desde el verano, después de tantos días y tantos vodkas tónicas nos contamos la vida entera y me di cuenta que, aunque a veces tenga algunas cosas de rota, me entretiene su forma de ser.

Por eso partimos a Miami de shopping. Reconozco que es algo atípico en mí, y no de muy buen gusto, pero pensé lo siguiente: si acompaño a la Alison a comprar, le puedo indicar cómo vestirse mejor y así no pasar verguenzas con ella cuando andemos juntas acá en Chile.

Nos enteramos del terremoto por un llamado de Francisco, contándome que estaba bien. Y como no se podía volver por el desastre en el aeropuerto, aprovechamos para quedarnos más días de lo presupuestado.

Cuando volví me encontré que Francisco había partido con unos empresarios a dejar ayuda a la gente pobre que se les cayó la casa en el sur. La Lena me contó que Juan Antonio le preguntó por mí, pero le estoy haciendo caso a la Alison y borré a ese hombre de mi mente, con la siguiente técnica: escribo en un cuaderno todas las noches que debo olvidarlo, que ya no existe para mí. Se supone que al cabo de un tiempo, resulta.

Hasta ese momento, todo normal. Además que me entretenía mucho ordenando el departamento nuevo, escogiendo las cortinas, viendo nuevos tapices, juntándonos con la Lena y la Alison a pasar las tardes en la terraza.

Pero llegó Francisco totalmente cambiado del sur. Que debíamos dar las gracias por nuestro estilo de vida, que la pobre gente quedó sin nada, que somos unos afortunados porque no nos pasó nada, que se dió cuenta que nuestra vida es vacía y que venía pensando unos cambios para nosotros, para mí, porque quedó muy impresionado con la fuerza "de la mujer chilena".

¿Cuáles fueron sus ideas? Primero, tener una vida más austera, asunto que ya nos ha llevado a tener varias discusiones, porque no quiere que compre más ropa vía internet, que no salga tanto a almorzar afuera, que para que necesito tantos zapatos, tantas carteras. Pero eso no es nada. La guinda de la torta es que quiere que trabaje. QUE YO TRABAJE.

Que atroz, si acordarme me da rabia. Y para qué hablar de mi cumpleaños, que de una elegante fiesta de disfraces, tendré que conformarme con una "cena entre amigos".