lunes, 30 de noviembre de 2009

Conversando con Lena VII: ¿Mojigata?

- Qué bueno que me llamaste. Tengo que conversar un asunto contigo.
- ¡Yo también! Ni te imaginas de donde vengo ahora. Creo que me vas a felicitar.
- Necesito que me contestes una pregunta: ¿Qué pasó con Johann?
- ¿Cómo qué que paso con Johann? Si ya te conté todo.
- ¿Estás segura que me contaste todo?
- Obvio que sí, Lena. Pero déjame contarte lo que acabo de hacer…
- Pucha, es que si no me cuentas todo, nuestros planes se irán a la basura. Además que necesitas un marido, y nadie mejor que Johann. ¿O acaso no te gusta?
- ¿De qué estás hablando? Si salió todo bien con él. Y no me quiero casar, apenas lo estoy conociendo. Y definitivamente no necesito un marido.
- Pero claro que lo necesitas. ¿O acaso crees que Francisco te dará para siempre una mensualidad? Después que se divorcien no recibirás ni un peso. ¿Has pensado cómo te vas a mantener?
- Falta mucho para eso, Lena. No seas pájaro de mal agüero.
- Por eso necesitas un marido, y por eso no te puedes equivocar con Johann.
- No entiendo a qué te refieres, si todo salió perfecto.
- Mira, hablé con él ayer y no me llevé la misma impresión. ¿Te ha vuelto a llamar?
- No todavía, pero supongo que se está haciendo el interesante.
- Te equivocas. Johann va directo al grano. No te ha llamado porque perdió el interés por ti.
- Imposible. No te creo. ¡Si hasta me reí de sus chistes fomes!
- Bueno, algo hiciste. Me dijo que le encantaste, hasta que se enteró que eres una mojigata.
- ¿Eso te dijo?
- Sí, incluso pensó que eras súper católica.
- ¿Qué se cree el latero? Que se pegue con una piedra en el pecho que salí con él, hasta me puse un vestido maravilloso sin estrenar.
- Bueno, eso mismo me comentó. Que andabas con ropa provocativa, que le coqueteaste, pero no lo dejaste entrar a tu casa.
- ¡Obvio que no! Si apenas lo conozco.
- ¡Pero mujer, si no tienes 15 años!
- Mira, él fue el desubicado: llegó con un ramo de rosas, como si fuera una cita romántica, después me dijo que quería subir a mi departamento para conversar, y eso que nos pasamos la cena hablando.
- Si andabas vestida en forma provocativa, si le coqueteaste, lo menos que podías hacer era hacerlo pasar a tu casa.
- Una cosa es lo que él piense de mi ropa y de mi actitud, y otra muy distinta es lo que yo estoy pensando en mi fuero interno. ¿O es que tengo que andar vestida como monja para que no se sobrepase conmigo?
- Que exagerada eres. ¿Qué hay de malo en que quiera estar contigo a solas?
- Mucho, fíjate. Estaré separada, viviré sola, pero soy una mujer decente. Si le gustan las fáciles, ese es su problema.
- No se trata que le gusten las mujeres fáciles, se trata que somos adultos y de seguro él quería estar contigo a solas para darte un beso, tocarte algo, que sé yo.
- Mal me parece. Y hasta me da rabia que te haya comentado esto. Mira Lena, yo he hecho todo lo que me dijiste: que me ría de su fomedad, que le ponga atención, que me haga la buena dueña de casa, bien femenina, pero acostarme con él a la primera salida, mejor que se busque otra.
- ¿Y qué tiene de malo el sexo? Se debe ver regio sin ropa, con ese cuerpazo que tiene. Y me tinca que es bien caletón.
- Me da lo mismo. Y ya no quiero saber nada de él. Que se busque otra.
- Ah no, eso sí que no. El otro candidato que te tenía se volvió a juntar con la ex mujer. Además que no puedes ir sola al matrimonio de Juan Antonio.
- Tienes razón, con la rabia que me dio por el latero se me olvidó ese gran detalle.
- Ahora que entraste en razón, te digo cómo hacer que Johann se interese por ti.
- Con una condición: lo hago sólo para no ir sola al matrimonio. Después de eso, si lo sigo viendo o no, es cosa mía.
- ¿No te tinca como marido?
- Puede ser, pero tengo que pensarlo un poco.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El Regalo.

Después de la cena con Johann tomé una decisión: iré al matrimonio de Juan Antonio con él. Así le demuestro que mi vida sigue, que me da lo mismo que se case con la china fea, y que estoy acompañada.

Partí entonces a comprarle el regalo. Encontré un juego de cuchillería finísimo, que hasta me dieron ganas de dejármelo para mí. Así, cada vez que coma algo, me recordará. Y capaz que la china fea aprenda a comer como la gente, aunque lo dudo.

Fui al instituto donde Juan Antonio enseña ese karate medio raro, para entregarle el regalo. Me puse ropa deportiva que marca mi figura, para que piense que vengo del gimnasio, que hice un alto en mis actividades, no que sólo voy a verlo y nada más en mi día.

Me asomé por la ventana de la sala donde hace clases, mientras algo les hablaba a sus alumnos. Abrió los medios ojos cuando me vio, dijo algo y salió a saludarme.

- Qué bueno verte- Me dio un abrazo el muy fresco, que yo no respondí.- ¿Significa que ya no estás enojada conmigo?
- Jamás estuve enojada contigo, Juan Antonio. Necesitaba tiempo para ordenar mi vida.
- ¿Y ya está todo bien?
- Muy bien. De hecho, te vengo a dejar el regalo de matrimonio y de paso contarte que iré con mi nueva pareja, porque la invitación es para mí y acompañante, ¿no?
- ¿Tu nueva pareja? ¿Tan rápido?

No le pude contestar porque apareció la china fea. Juan Antonio tuvo cambiar su expresión de asombro y presentármela. Aproveché ese momento para entregarles el regalo.

- Te lo agradezco mucho- me dijo ella en un español pésimo,- pero estamos inscritos en una lista de novios, que incluye el servicio de reparto.
- Jamás compro en multitiendas. Por eso lo traje personalmente- le respondí.
- Te agradezco mucho el detalle- me dijo Juan Antonio.
- ¿Y vendrá tu familia desde tan lejos al matrimonio? – le pregunté a la china sólo porque soy educada.
- Vendrán mis padres – me respondió.
- Pobrecitos, me imagino lo terrible del viaje. ¿Cuántas horas son desde China hasta acá?
- Soy japonesa, no china.
- Es como si a ti te dijeran boliviana o peruana – Juan Antonio me lo dijo con un tono de voz molesto.
- Muy difícil que me confundan con algún indio – le aclaré. - Mi porte y cara más parecen de europea. Ya les contaré como me atienden de regio cuando ando por allá, porque creen que soy una de ellos.

Al parecer la conversación quedó congelada desde ese momento. Como si fuera mi culpa que los chinos sean todos iguales. De todas formas les deseé que todo les saliera a las mil maravillas, sin inconvenientes, y me fui. Camino a mi casa, llamé a la Lena para contarle el gran paso que estaba dando.

lunes, 16 de noviembre de 2009

La cena.

Johann me llamó el domingo en la tarde para ponernos de acuerdo. Pensé que se iba a demorar un poco más en hacerlo, en esa forma media tonta que tienen los hombres en hacerse los interesantes. Parece que sus ganas de verme eran abrumadoras, porque quería ir el lunes al famoso restaurante francés. Le dije que tenía cosas que hacer, y quedamos para el miércoles. Lo malo es que no quiso que cada uno llegara por su lado; te paso a buscar, soy un caballero, me dijo.

Aproveché para estrenar un vestido negro precioso, un poco insinuante, pero la ocasión lo ameritaba. A las ocho estaba lista, y apenas el conserje me avisó que Johann había llegado, tomé el ascensor y bajé, porque no me parece correcto que entre a mi casa si apenas lo estoy conociendo. Llegó con un hermoso ramo de rosas blancas, cosa que me pareció inapropiada porque no era una cita romántica, aunque se las agradecí con una de mis encantadoras sonrisas y se las entregué al conserje.

Me llevó a un restaurante finísimo al que he ido varias veces, por supuesto. Trató de ordenar en francés, pero no fue capaz. Me sale mejor el alemán, me dijo como broma. Obvio que me tuve que reír.

Se comportó como un caballero, debo reconocerlo: se preocupó que mi copa estuviera siempre llena, si yo me levantaba para ir al baño él me corría la silla, entre otros detalles que me gustan mucho. Como que me empezó a caer mejor.

Me contó que se había separado dos años atrás, que tiene dos niños de 6 y 8 años (parece); que los ve fin de semana por medio y algunos días en la semana (parece); que tiene un campo en el sur, que algún día podríamos ir, aprovechando un fin de semana largo (como si me gustara el campo); que ha estado solo desde que terminó su matrimonio porque no ha encontrado una mujer con todas las cualidades suficientes; que lo que tiene de alemán es lo trabajador, puntual y ordenado; que vive solo en una casa con dormitorios para sus hijos y muchas cosas más que no recuerdo porque mientras me hablaba me puse a recorrer mentalmente mis sandalias, y recordé algunas que las tengo en la bodega y que necesito sacar ahora que comienza el calor.

Cuando me preguntó a que me dedicaba, tuve que pensar un rato. Entonces me acordé de mi madre, siempre regia, pero preocupada de la casa, su marido y sus hijos. Le respondí que me encantaba ser dueña de casa (me acordé de los consejos de la Lena sobre los gustos de los alemanes) pero que tenía pésima suerte en el amor, ya que mis dos ex maridos me habían engañado con mujeres inferiores a mí, cosa que le recalqué, y que en el fondo me daba rabia que mis ganas de tener una familia siempre se encontraba con el escollo de mis males de amores.

Al parecer le gustó lo que le conté, porque en adelante la cena transcurrió de una manera muy agradable. El punto negro de la noche fue al momento de irme a dejar, porque el muy fresco quería entrar a mi departamento. ¿Y para qué? Para que conversemos. Ya conversamos, le dije.

Le di un beso en la mejilla, me bajé de su auto y caminé de forma muy coqueta hasta la entrada del edificio. Así aprenderá que no soy una mujer fácil, sólo regia.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Conociendo a Johann.

Finalmente me decidí por los jeans, así me veo regia y relajada a la vez. También aproveché para estrenar unas sandalias españolas maravillosas, más un top lila que hace que se destaquen más mis ojos. Usé joyas sencillas, porque nueva rica no soy.

Por supuesto que llegué un poco tarde, así, al entrar, todos los ojos se posarían en mí. Puse especial atención en la cara de Johann. Lo vi boquiabierto; quizás no me imaginaba tan regia como lo soy en verdad.

También me fijé en él, por supuesto. Tiene razón la Lena: se nota a lo lejos que tiene un buen cuerpo, espaldas anchas, brazos tonificados. Para mi gusto un poco tosco de facciones, muy rubio, pero es de ese tipo de persona que se nota que es extranjera, lo que es ideal para llamar la atención con él.

La Lena hizo comida típica alemana, que a Sven y Johann les encantó. Personalmente la encuentro asquerosa, llena de grasa, con razón son tan gordos. De hecho Johann, en unos pocos años, será el típico guatón alemanote. Y la Lena también, si sigue comiendo así.

Johann se comportó como un caballero, muy atento. Por supuesto que me hice la interesante, y hasta bostecé un par de veces. Es que la verdad me sentía muy incómoda en esta especie de cita a ciegas, ni que estuviera desesperada por un hombre. Johann, o cualquier otro, si quiere estar conmigo, debe hacer un esfuerzo. Toda esta actitud me duró hasta que me paré al baño y la Lena me siguió.

- ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué pareces como aburrida?
- No me pasa nada. Estoy normal.
- Mira, si quieres que Johann se interese por ti, muestra un poco de interés. ¿O acaso no te gustó?
- Me parece bien
- ¿Bien? Es regio, tiene plata, es el acompañante ideal para sacarles celos a Juan Antonio, y de paso, volver a casarte.
- Déjame conocerlo un poco antes de pensar en casarme, Lena.
- Entonces demuéstrale que te interesa: ríete de sus chistes fomes, hazle alguna pregunta, que se yo.
- Lo haré, no te preocupes.

Volví a la mesa y me hice la interesada: me reí de un par de chistes fomes de alemanes, le pregunté por la edad y nombre de sus hijos (lo que se me olvidó), me contó un poco de su trabajo (que también olvidé) y nos dimos cuenta que ambos amamos la cocina francesa. Con esta excusa me pidió mi número de teléfono para invitarme “al mejor restaurante francés”, según me dijo.

Cuando nos despedimos, me tomó de la cintura para darme un beso en la mejilla. No me gustó mucho esa actitud de tanta confianza. Veremos cómo se comporta en la cena.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Pensando.

Ayer me llamó la Cota García. Le contesté solamente porque no tengo su número registrado. Sonaba feliz de la vida, y supe de inmediato que era por Francisco. ¿Supiste que tu marido está viviendo con su amante en tu departamento?, fue lo primero que me dijo. Ex marido, le corregí, y sí, ya lo sabía, le mentí para no darle en el gusto.

Apenas dejé de hablar con ella me hice un vodka tónica. Por eso Francisco no tuvo problemas en acceder a todas mis peticiones económicas: me dio la mitad del valor del departamento, me da dinero mensual, me dejó llevarme mis muebles favoritos… Qué le vamos a hacer, le gustan las rotas. De todas maneras siempre me sentí mucho para él, y quizás eso le molestaba. Porque no cualquier hombre soporta tener de compañera a una mujer regia como yo. Con la rota esa se siente más a gusto.

Ahora me da lo mismo lo que mi círculo social pueda pensar, porque Francisco se hizo un flaco favor al vivir con la rota, y uno grande a mi. Primero, no hay nada más último que “irse a vivir”. El matrimonio es para la gente de bien, eso es obvio. Segundo, me imagino al pobre de Francisco (me da hasta lástima) yendo a esas cenas finísimas que nos invitaban, con la rota teñida rubia del brazo. Obvio que toda la gente se dará cuenta que yo era demasiado para él.

Tomando mi tercer vodka tónica (tuve que practicar para que me quedaran ricos porque me había acostumbrado a que me los hiciera la nany, que al final se quedó con Francisco. Ahora tengo una nany peruana) encontré que la Lena tiene razón. Debo ir al matrimonio de Juan Antonio, y del brazo de un hombre apuesto y educado. Si lo único que me molesta es que tendré que conocerlo en una especie de cita a ciegas, que encuentro último. Y no tengo porqué llamar a Juan Antonio; con que les haga llegar un regalo basta y sobra.

Este sábado conoceré a Johann. Estoy un poco indecisa si uso un vestido precioso que tengo sin estrenar, o unos jeans que me hacen ver demasiado regia. Es que no quiero darle la señal equivocada: a través de mi ropa él debe darse cuenta que trata con una dama, que no porque ahora vivo sola y tengo dos matrimonios a cuestas soy fácil. Pero divertida y buena compañera, eso de todas maneras.