lunes, 29 de junio de 2009

Jamás seré su amante.

Sólo para que la Lena viera que mi Francisco es un siete, contraté un detective. Es bastante caro el servicio (y eso que es seguimiento por una semana solamente) pero estaré feliz cuando le restriegue en la cara lo equivocada que está.

Me costó un mundo ponerme de acuerdo con Juan Antonio. Es que me extrañan tanto sus actitudes. Cuando lo llamé por primera vez sonaba muy cariñoso, casi como si fuéramos pareja. Como mi tono era el mismo de siempre, se puso a la defensiva: que le era difícil verme porque con las clases más la china fea esa viviendo con él le costaba salir; que mejor le diga lo que tengo que decirle por teléfono; que no creía que tuviésemos temas pendientes ni nada por el estilo; que yo soy la que se imagina cosas, y eso que yo aún no le decía de que se iba a tratar nuestra conversación.

Finalmente nos juntamos en ese café raro de la otra vez. Iba igual de nerviosa, pero decidida a preguntarle qué espera de nosotros. Incluso llegué un minuto antes de lo acordado y fue él quien llegó unos pocos minutos después, con una expresión no tan feliz como las veces pasadas.

A pesar de su cara, le dije todo de inmediato: que no me parece correcto lo que estamos haciendo, que él sabe perfectamente bien cómo me gusta ser derecha en la vida, que antes podía entender lo que teníamos pero ahora que él está comprometido no comprendo sus razones, que tiene que optar a quien va querer de verdad y no andar jugando como un adolescente despistado. Cuando le dije esto último, abrió los ojos y me lanzó:

- ¿Me estás diciendo que termine con Nanako por ti?
- Cómo se te ocurre semejante tontería.
- Porque si yo termino con ella, tú jamás te separarías de tu marido. ¿O me equivoco?
- ¿De eso se trata, que yo sigo casada con Francisco? – Juan Antonio suspiró antes de responderme.
- No entiendo porqué complicas tanto las cosas.
- ¿Complicarlas? No fui yo la que te besó primero.
- Tampoco recuerdo haberte llevado a la fuerza a mi cama.

Me dio mucha rabia lo último que me dijo. Lo encontré grosero y fuera de lugar. Me tragué mi enojo y continué:

- Quiero saber qué es lo que pretendes con todo esto.
- ¿Cómo que pretendo?
- No te hagas el que no me entiendes, Juan Antonio. ¿Acaso quieres que seamos amantes?
- ¿Y tú acaso quieres que nos casemos?
- Me molesta mucho tu actitud grosera. Antes eras tan tierno y dulce.
- Mira, una vez te creí, esperé que tomaras una decisión. Y aprendí lo siguiente: que eres una mujer que no está dispuesta a correr riesgos, que prefieres la seguridad financiera a seguir tus sueños.
- Estás equivocadísimo.
- Sabes que no.

Nos quedamos mirando en silencio. Tenía razón en una parte solamente, porque sí me gusta el dinero y que me mimen, pero por otro lado sí sigo mis sueños. De hecho la vida que tengo ahora es que la siempre quise.

lunes, 22 de junio de 2009

Conversando con Lena IV

- Cuéntamelo todo y con lujo de detalles. Sobre todo los más cochinos.
- No puedo Lena, tú sabes que yo no soy así.
- Es lo mínimo que me merezco, ya que me usas como coartada.
- ¡Pero obvio que te uso como coartada! Si eres la única amiga que tengo.
- Me dan lo mismo tus declaraciones de amistad, quiero escuchar detalles. ¿Lo tiene más grande o más chico que Francisco?
- ¡Lena! Jamás te contestaré eso, de pésimo gusto me parece. Lo que sí te diré es que es mil veces mejor que Francisco.
- Por eso andas con la media sonrisa.
- Ni tanto fíjate. Me pregunto que pasará con nosotros ahora.
- No te pongas latera; disfruta el momento y listo.
- No es de latera Lena, pero tú sabes que no me gusta ser infiel. Y ahora por partida doble, porque también estamos engañando a la china fea.
- ¡Pero si les has sido infiel a tus dos maridos con el mismo! Yo diría que te encanta serlo.
- No pues, no me gusta. Si tengo cargo de conciencia todo el rato. No voy a confesarme porque me da vergüenza.
- Vergüenza debería darte no aprovechar a ese hombre más todavía. Yo que tú estaría en la cama con él ahora mismo.
- No creas que no me dan ganas, pero antes quiero conversar con él, de sus intenciones, de lo que espera de mí.
- Sus intenciones están clarísimas. Y por favor no te pongas así para tus cosas.
- ¿Cómo así?
- Como adolescente, preguntando tonteras.
- Perdóname Lena, pero no son tonteras. Son cosas que tienen que ver con mis principios de vida, ni más ni menos.
- Qué principios de vida ni nada. Juan Antonio te besó y tú caíste redondita a sus pies, bueno, a su cama. Francisco está igual que siempre y tú feliz. A todo esto, ¿qué te dijo de las fotos?
- No mucho, pero se las llevó porque conoce a un par de tipos con apellido Cortés y de seguro les preguntará porque lo andan difamando.
- Disculpa que te baje de tu nube de alegría, pero yo que tú investigaría a Francisco.
- ¿Investigarlo? Mira Lena, todo lo que venga de la Cota García no pueden ser sino mentiras.
- ¿No te tinca que un día lo sigamos?
- Pero si pasa todo el día en la oficina.
- ¿No me dijiste que a veces va al centro?
- Sí, pero no tengo idea cuando.
- Fácil, llamas a su secretaria, le preguntas donde está y si te dice que salió, salimos a buscarlo.
- ¿Y dónde lo encontramos? Apenas me ubico el centro. Pésima idea, Lena.
- Podemos comenzar en los lugares de la foto. Es cerca de un museo, donde hay hartos cafés.
- No me tinca mucho tu idea, fíjate. Ahora estoy preocupada de Juan Antonio, no tengo cabeza para nada más.
- ¿Y si yo lo sigo?
- ¿Tú sola? Estás loca.
- Es por hacer algo, porque los niños llegan tarde del colegio y me aburro.
- Mejor contrato un detective, si te quedas más tranquila.
- Es por tu tranquilidad, no por la mía.
- Pero si yo estoy tranquila, Lena. Mira, voy a contratar uno, para que veas que mi marido es lo mejor que hay.
- Me parece buena idea. Y me tienes que tener al tanto de lo que hagas con Juan Antonio.
- Lo voy a llamar para juntarme con él y conversar. No podría volver a hacer el amor con él sin saber hacia donde vamos.
- ¡Hacer el amor! Pero que siútica.
- Son mis valores, Lena.

lunes, 15 de junio de 2009

En su departamento.

Juro que en forma inconsciente me puse el juego de ropa interior que sé que a Juan Antonio le vuelve loco. Me di cuenta cuando iba manejando a su departamento, mientras revisaba mentalmente la ropa que me había puesto: botas altas, jeans ajustados, el suéter morado que hace que se destaquen mis ojos, y mi abrigo exclusivo que me había traído de Italia hace unas vacaciones atrás.

Iba con el estómago lleno de mariposas, pensando que si Juan Antonio está con la china fea, me quedo cinco minutos y me voy. Y si está solo y me va a decir finalmente que terminó con ella y que quiere que yo también termine lo mío con Francisco que le puedo responder. Me puse a pensar en esta posibilidad y cómo podría terminar mi matrimonio con Francisco y mantener mi estatus de vida. El departamento a mi me encanta, lo decoré y lo escogí yo, un poco antes de casarnos. ¿Me lo dejará o querrá que lo vendamos y dividamos la plata? Quizás a Juan Antonio le moleste la idea de vivir en el mismo lugar de mi anterior matrimonio y quiera que yo me vaya a vivir a su departamento, pero jamás viviré en el mismo lugar que vivió con la china fea. Claro que con la mitad de mi departamento más el dinero si él vende el suyo nos compramos uno al gusto de ambos para comenzar nuestra nueva vida… sería genial.

Nanako vuelve mañana, anda en un retiro, me dijo cuando entré. Recibió mi abrigo y me entregó un ramo de rosas rojas, hermoso la verdad. Me besó en la boca y me preguntó si quería un té de esos raros que toma. Parece que le dije que sí, porque llegó con uno que dejó en la mesa de centro. El departamento estaba igual que siempre, sólo había unas fotos de la china fea, que apenas miré.

Nos sentamos en el sofá, Juan Antonio me besó de nuevo… y así fue como terminamos en su cama.

Me da mucha vergüenza ponerlo por escrito (aunque sea yo la única que lo lea) pero hicimos el amor de una manera que me dejó sin aliento y feliz. Y también me di cuenta de cuanto extrañaba a Juan Antonio, su cuerpo, su risa, su pelo, su olor.

Conversamos de muchas cosas, abrazados, felices y desnudos. Recordamos nuestro pasado en común (menos los episodios tristes), comimos una ensalada de frutas exquisita que me tenía preparada, tomamos mi champaña favorita (se había preocupado de todos esos detalles) y me sentí feliz como hace tiempo no lo hacía. No quería ni mirar el reloj ni mi teléfono, ni levantarme de esa cama.

Claro que tuve que volver a la realidad cuando sonó su teléfono y se levantó lejos para hablar con la china fea. Aproveché de ver la hora (eran casi las 9 de la noche), tenía llamadas perdidas de Francisco y de la Lena. Con Francisco fue fácil porque no hablamos a cada rato; a la Lena la dejé para después.

Nos despedimos con un beso en la puerta de su departamento. Tenía tantas ganas de preguntarle que cuál es la idea ahora, pero por otro lado me sentía tan feliz y tan plena, que con sólo escuchar su “te llamo” me quedé tranquila.

Claro que manejando hacia mi departamento me comencé a preguntar ¿y ahora qué?

lunes, 8 de junio de 2009

Las pruebas

Mientras esperaba a la Lena, traté de recordar si Francisco había estado actuando extraño o haciendo algo que me hiciera dudar de él. No pude recordar nada, ni una señal, ni un gesto distinto. Además que nada que venga de la Cota García puede ser verdad, si es una pobre mujer con una vida horrenda. Mejor esperaba a la Lena y sus “pruebas”; tan ingenua que es a veces, y eso que vivió en Alemania tanto tiempo.

Como había pasado el rato y no le había devuelto el llamado a Juan Antonio, me mandó un mensaje de texto: “te espero el jueves en mi departamento, a las 3 de la tarde”. Dudé un rato en responderle que sí (aparte que encuentro tan de adolescentes enviar mensajes de texto), porque me imaginaba que me iba a estar esperando con la china fea a tomar té. Le mandé de vuelta un escueto “ok”, para hacerme la interesante.

Finalmente llegó la Lena con las famosas “pruebas”: un par de fotos de celular, donde supuestamente se veía a Francisco caminando con una mujer, la otra se les veía besándose en la boca y la tercera subiéndose a un auto. Remarco el supuestamente porque lo único que se les ve es la espalda y están sacadas de bien lejos. La Lena me contó que el Flaco Cortés las sacó y se las llevó impresas a la Cota García (de seguro para que lo deje tranquilo un rato) y esta horrenda mujer se las entregó a la Lena con una sonrisa en el rostro y diciéndole que esperaba asistir a mi tercer matrimonio.

Sin embargo, por más que las miré, no podía asegurar que era Francisco. Imposible, si él se nota tan enamorado de mí, me llena de regalos y nuestra vida en común sigue igual. Le dije a la Lena que se fuera tranquila, que me dejara las fotos y que yo hablaba con Francisco, para reírnos juntos de esta infamia. Obvio que la Lena quiso dárselas de detective, pero la mandé a su casa con viento fresco.

Francisco llegó alrededor de las 9 de la noche, como lo hace habitualmente. Esta vez no venía del gimnasio, sino que del trabajo: lo deduje por su cara de cansado. Nos sentamos en el living a esperar que la nany nos trajera los aperitivos, momento que aproveché de entregarle las fotos. Las quedó mirando un rato, me miró (de seguro se fijó en mi cara llena de risa) y me preguntó:

- ¿De dónde salieron estas fotos?
- ¿Puedes creer que la rota de la Cota García se las pasó a la Lena como pruebas de tu infidelidad?
- ¿Quién es la Cota García?
- La rota antipática que iba en mi colegio, desde siempre hemos sido rivales. Te conté que se portó pésimo conmigo en el encuentro.
- Tienes razón. ¿Y de dónde se consiguió ella estas fotos?
- Su marido, el Flaco Cortés. Lo que pasa es que él se la pasa gorreando y supuestamente él te vio con esta mujer, te sacó estas fotos y se las entregó. Debe ser una manera de decirle que no es el único.
- ¿El Flaco Cortés? ¿Lo conozco?
- De seguro que sí, porque si no cómo él iba a saber que yo soy tu mujer.
- Déjame las fotos. Conozco a un par de apellido Cortés, capaz que hayan visto tu foto en mi escritorio y de ahí concluyeron todo esto.
- Son tuyas; de todas maneras las iba a votar. ¡Pero no te pongas tan serio! Dime si acaso no es para la risa.
- No mucho, mi amor. ¿Qué hubiera pasado si tú creyeras que el de esta foto soy yo?
- Jamás lo hubiese creído. Sé que eres un hombre bueno y fiel.

lunes, 1 de junio de 2009

Las llamadas

Lo llamé a los dos días después. Le hice caso a la Lena y me tomé tres vodka tónica, me senté en la terraza respirando profundo, buscando tranquilidad, y esperé a que me contestara.

- Estaba esperando tu llamado – fue lo primero que me dijo.
- Sólo te llamaba para terminar la conversación que dejamos pendiente.
- ¿No quieres que nos veamos de nuevo? Por teléfono es muy impersonal.
- Es que no tengo tiempo, Juan Antonio.
- ¿Estás trabajando?
- No, pero no me puedo juntar contigo.
- ¿No puedes o no quieres?

Me quedé en silencio por unos segundos, pensando que tenía dos posibilidades: preguntarle directamente a Juan Antonio cuál es la idea que nos juntemos; o seguirle su juego. Gracias al cuarto vodka tónica que recién me había traído la nany, opté por la primera opción.

- A ver Juan Antonio, ¿para qué quieres que nos juntemos de nuevo? ¿Para que me restriegues en mi cara tu matrimonio con la china y después me beses? ¿A qué juego estás jugando? Porque tú me conoces perfectamente y sabes muy bien que soy muy respetuosa de las instituciones y que no me gusta la idea…
- No estoy jugando ningún juego. Cálmate un poco.
- Si estoy calmada, lo que pasa es que no te entiendo, eso es lo que me pasa.
- ¿Qué es lo que no entiendes?
- El beso que me diste, por ejemplo.
- Fue un impulso; perdóname si te molestó.
- ¿Un impulso? ¿Y el casarte con la china también lo es? ¿Y querer juntarte conmigo de nuevo para no sé que cosa es un impulso también?
- Es japonesa – escuché su suspiro por el teléfono-. La verdad, que cuando te vi me di cuenta que me ha sido muy difícil cerrar nuestra historia, sobre todo por la manera en que nos vimos la última vez.
- ¿Y la mejor manera de cerrarla es besarme en vísperas de tu matrimonio?
- Veo que te molestó mucho mi beso. De verdad lo siento, lo que pasa es que, algunas veces, te extraño.

Se me puso la piel de gallina. Era lo que esperaba escuchar y no esperaba, las dos cosas al mismo tiempo. Me di cuenta que está confundido igual que yo, con la diferencia que él puede echar pie atrás y no casarse, mientras que yo estoy atada a Francisco, a menos que quiera verme para pedirme que deje mi matrimonio.

- Para que te quedes tranquilo y puedas iniciar tu nueva vida en paz, juntémonos por última vez – Mientras le decía esto a Juan Antonio, veo a la nany venir hacia la terraza con el teléfono inalámbrico en la mano.
- Señora, la llama la señora Lena – Me dice sabiendo que me carga que me interrumpan.
- No puedo atenderla ahora, dile que la llamo más rato.
- Dice que es de vida o muerte.

Si la Lena dice que es de vida o muerte siendo que no es exagerada, tiene que ser así. Le dije a Juan Antonio que lo llamaba en cinco minutos y tomé el teléfono de la casa.

- Ojalá se haya muerto alguien, Lena. Estaba en lo mejor de la conversación con Juan Antonio.
- Se trata de Francisco. Hablé con la Cota García y me dijo que tenía pruebas que inculpan a tu marido.
- ¿Inculpan de qué?
- Que te es infiel.
- ¿Francisco, mi Francisco? – Solté una carcajada.- ¿Y tú le crees a esa rota?
- Voy a tu casa ahora. Llevo las pruebas.