lunes, 21 de marzo de 2011

La independencia.

Apenas se fue la mapuchita, abrí mi pc rosado y le escribí un mail de respuesta a Juan Antonio Soriano: Disculpa la demora, pero he estado ocupadísima trabajando. Si hasta se me había olvidado tu correo. Me alegro mucho por tu independencia, te envío los mejores deseos de éxito. Y sobre tu malogrado matrimonio, ya lo veía venir. En fin, sería muy bueno que vinieras a conocer mi hostel. Te dejo mi teléfono, para que me llames cuando tengas tiempo. Cuídate y estamos en contacto.

Lo releí varias veces. Me pareció escrito en el tono adecuado: como antiguos conocidos y nada más. Llamé a la Alison para contarle cómo me había ido con la mapuchita y también le leí el mail para Juan Antonio. ¿Llamaste a la Lena para preguntarle por él? Quizás anda en Japón, por lo del terremoto, me dijo.

Me contó Juan Antonio que la Nanako se queda allá por un buen rato, comenzó diciéndome la Lena. Cuando se vean pregúntale el porqué se terminó el matrimonio, según las malas lenguas se puso fresco con sus alumnas, pero nunca se sabe. Igual me vive preguntando por ti, como siempre.

Me fui al hostel tranquila: Javier del ensayo se va directo a tocar, por lo que tendría una noche relajada. Verifiqué con el constructor que el maestro que se queda cuidando el hostel sea de confianza (nunca se sabe con este tipo de gente), y me fui al apart hotel caminando, para ver cuánto me demoraba: 20 minutos apenas. Aproveché de inmediato para escoger y dejar pagada mi habitación. Mi idea era estar el domingo 20 durmiendo lejos de Javier y del loft.

Grande fue mi sorpresa, porque mientras hacía mi maleta y ordenaba lo que se irá al hostel (lo bueno es que jamás me acomodé 100% en el loft), llegó Javier.

- ¿Te ibas a ir sin decirme nada? – fue lo primero que me dijo, apenas entró.
- ¿Qué haces tan temprano por acá? ¿Dejaste a los demás botados?
- Les dije que estaba enfermo. Da lo mismo. Marlene me contó la conversación que tuvieron en la tarde.
- Tan discreta la mapuchita. ¿Qué te contó exactamente?
- Que te vas, que me dejas.
- ¿Y no te dijo el porqué?
- Es que a eso vengo, a explicarte.
- No tienes nada que explicarme, Javier. Y no me voy ahora mismo, sino mañana. Pero de seguro nos toparemos en la calle, y te voy a saludar, no te preocupes.
- De verdad quiero contarte lo que pasó en el verano…
- Ahórratelo. No me interesa.
- Es que no quiero que me dejes. Quiero que sigamos viviendo juntos, construyendo día a día…
- Córtala, Javier. Nadie “construye” –le hice el gesto técnico con los dedos, para que le quedara claro que me estaba burlando – nada a base de mentiras. Porque harto que me mentiste.
- Te lo puedo explicar.
- ¿Me puedes explicar el porqué el día de tu cumpleaños, cuando llegué de sorpresa, la que me abrió la puerta de tú habitación el hotel fue la mapuchita? ¿Cuántos días se llevaban acostando?
- Soy culpable porque soy un caliente de mierda. Pero yo no siento nada por ella. Es a ti a quien quiero.
- ¿Aunque sea latera en la cama? No pongas esa cara, la mapuchita me dijo que esa es tú opinión sobre mí.
- ¿Cómo se te ocurre que yo diría algo así?
- Da lo mismo. La decisión ya la tomé. Mañana me voy.
- Por favor, conversemos. Te preparo un vodka tónica, subamos a la terraza, pero por favor no te vayas.
- El vodka te lo acepto. ¿Te importaría dormir en el sofá? No soportaría dormir a tu lado.
- ¿Acaso no puedes entender que soy débil, que la Marlene conoce la forma de embaucarme?
- Lo único que sé, y esto lo aprendí por mi educación católica, que cuando se está en pareja, hay que ser sincero y leal.
- Por lo mismo pensé que tú me entenderías.
- ¿A qué te refieres?
- A tu infidelidad con el tipo ese.
- Perdóname, pero yo estaba enamorada de Juan Antonio. No fue una calentura, como lo tuyo con la mapuchita. Por favor no vuelvas a comparar las situaciones, que atroz, lo que me faltaba.
- Estoy buscando una manera que me entiendas, eso es todo.
- Javier, lo único que yo entiendo es que deberías vivir con la mapuchita. Son tal para cual.

Así nos pasamos varias horas. Mientras yo ordenaba, Javier me seguía, tratando de convencerme. Me preparó varios vodka, más de tres. Supongo que eso, más su insistencia, hicieron que pasáramos la noche juntos. Fue una mezcla de varias cosas: venganza contra la mapuchita (lo sabrá de todas maneras) y eso que yo soy latera en la cama seguro que se le olvidará, porque le hice cosas bien cochinas. Para que vea lo que se pierde.

Finalmente le mentí: le dije que me diera un mes para pensarlo bien. Que necesitaba ese tiempo para perdonarlo. Lo aceptó, y hasta me ayudó con el cambio. Me prometió que me dejaría tranquila y me rejuró que no pensaba ni mirar a la mapuchita.

Y el domingo, revisando mis planillas excel en mi casa provisoria, recibí la llamada de Juan Antonio. ¿Te tinca que nos veamos esta semana? Me gustaría que fueras a conocer mi instituto. Después nos podemos ir a comer a mi casa, como en los viejos tiempos.

lunes, 14 de marzo de 2011

Humillando a la mapuchita.

Para hacer todo mucho más humillante para la mapuchita, le envié un mensaje desde el teléfono de Javier: Te espero a las 3 de la tarde. Dejo la puerta abierta. Fui bien cortante, para que no sospechara nada de nada. No creo que Javier sea cariñoso con ella, ni le dé muchas explicaciones. Me respondió de vuelta: ¿No tienes ensayo hoy? Le escribí rápidamente, porque Javier estaba saliendo de la ducha: se suspendió.

La arrastrada hasta se sabe el horario de Javier. Ni yo sé muy bien lo que hace cada día. Menos ahora que me paso apurando al constructor. La verdad es que es una locura irme a vivir al hostel, está todo sucio, lleno de materiales, sin agua caliente. Lo pensé bien y esto es lo que haré: venderé algunas joyas que me regalaron mis ex maridos (que me traen sólo malos recuerdos) y, mientras tanto, me iré a vivir a un aparthotel en el centro, para no estar tan lejos. En el hostel puedo guardar todas mis cosas, a la espera que tome forma de casa. Con el dinero de la venta de las joyas (ya contacté al joyero de mi mamá, que es 100% discreto), puedo vivir durante un mes así. Espero celebrar mi cumpleaños en mi loft/oficina nueva.

Con este ánimo esperé a la mapuchita, quien llegó un minuto antes de las tres, maquilladísima, y hedionda a perfume barato. Lo primero que me dijo, apenas entró y me vio sentada en el sofá, fue:

- Estoy aquí porque Javier me citó.
- Te equivocas. El mensaje te lo envié yo – me miró incrédula y se rió en forma nerviosa-. Si no me crees, llámalo y verás que está ensayando.

Me hizo caso: lo llamó. No hablaron más de un minuto.

- Si querías comprobar que hay algo entre nosotros, ya lo sabes.
- No quiero comprobar nada, porque ya lo sé.
- Te advertí que te lo iba a quitar.
- Te equivocas, no me lo estás quitando. Te lo regalo.
- ¿Tú me regalas a Javier? ¿Y se puede saber el porqué?
- Porque a diferencia tuya, no me gusta quedarme con las sobras. Estoy acostumbrada a la exclusividad.
- ¿Y qué te hace pensar que me gustan las sobras? Javier era sólo mío hasta que tú llegaste.
- Mira niñita – no quise tratarla de mapuchita y jamás recuerdo su nombre-, no nos veamos la suerte entre gitanas. Sé que Javier ha tenido muchas mujeres y que tú siempre has estado ahí, esperando.
- Te informaron pésimo, porque es él quien me busca, ¿y sabes por qué? Porque yo le doy cariño, apoyo…
- Me parece excelente que te auto engañes. Es una buena forma de vivir.
- No me autoengaño, que estupidez. Para tu información, Javier se acercó a mí porque tú…
- ¿Él se acercó a ti? No me hagas reír. Si todos saben que eres una arrastrada, hasta él me lo dijo cuando lo conocí.
- ¿Y sabes lo que él me dijo de ti? Que eras una latera en la cama.
- Me da lo mismo. Y es de pésimo gusto hablar de las intimidades, que atroz de mala costumbre. En fin, como en los próximos días me iré de aquí, anda a la iglesia de acá cerca, préndele velas a un San Antonio, a ver si Javier te invita a vivir con él.
- Para tu información, yo soy la que no he querido vivir con él.
- ¡Qué mentirosa eres! Se nota que andas con el vestido de novia a cuestas.
- No me quiero casar ni con Javier ni con nadie. Amo mi independencia, por eso tú no eres capaz de entender la relación que tengo con él.
- La relación que tú tienes con él se llama de amante, aquí y en la quebrada del ají.
- Tema en el cual tú eres una experta. ¿Estás dejando a Javier porque ya tienes a otro, como acostumbras?
- Cuando una es regia así como tú me ves, nunca faltan los pretendientes. Ahora, respondiendo a tu pregunta, te lo estoy regalando. Por eso me voy. La buena para las sobras eres tú.

lunes, 7 de marzo de 2011

Se lo regalo.

Javier llegó muerto de cansado de su periplo veraniego: durmió 15 horas de largo. Me fue a ver al hostel, y tuve que buscar una excusa para que no entrara y viera lo avanzado que va mi loft/oficina y me llenara de preguntas que aún no le responderé.

Lo acompañé a comprar pan donde la señora Inés. Mientras Javier pagaba y se ponía al día con su marido de los asuntos del barrio, ella me dijo en un susurro: harán unos diez minutos que se acaba de ir la fresca esa. Estuvo tocando el timbre y mirando su celular todo el rato.

Mientras Javier se preparaba una paila con huevos, le pregunté por su teléfono. Lo dejé encima de la cama, me respondió distraído. Tratando de que no hacer ruido, revisé sus llamadas perdidas: tres de la mapuchita.

En la tarde me junté con la Alison, en la cafetería de siempre. Me trajo unas cremas para el pelo que cuesta encontrar en Chile, y me contó que con Gabriel las cosas ya se habían enfriado.
- Antes de irme las cosas no estaban como al principio. Cuando le conté que me iba por enero y febrero con mi Jimmy, ni se inmutó – encendió un cigarrillo mentolado, de seguro se trajo una maleta llena-. Confundí el amor con una calentura. Lo bueno es que a ti no te pasa, porque eres como más cerebral.

Le mostré el correo de Juan Antonio. Mientras lo leía, le expliqué mis planes de dejar a Javier para irme a vivir en mi hostel. Me miró seria:

- ¿No estarás corriendo muchos riesgos? ¿Dejar a Javier para irte a vivir a una casona medio derrumbada? Me parece hasta peligroso. Sobre Juan Antonio, lo único que quiere es acostarse contigo – me dijo mientras me entregaba el papel con el correo impreso, que llevo siempre conmigo-. Esa historia que es desdichado en el matrimonio y que su mujer no lo comprende es más vieja que la injusticia. Ahora si quieres pegarte un revolcón con él libre de culpas, déjale una llamada perdida y verás como corre a tus brazos.

Después le comenté de la mapuchita, de cuando fui a ver a Javier para su cumpleaños, cuando vino para el día de los enamorados, lo de esta mañana…

- Te juro que no entiendo cómo le haces caso a la Lena. ¿No te das cuenta que es una romántica? Jura que todos los hombres actúan por amor, o son unos fomes como su marido. Del tal Mariano ni idea, porque no lo conozco, sólo he escuchado de su fama de diseñador. Pero no te preocupes, que acá está este pechito para abrirte los ojos: obvio que se acostaron. Si Javier es hombre, y la otra le anda tirando los calzones, ¿tú crees que él se iba a negar porque tú estabas en Santiago? Por algo tú eres su primera pareja estable: no le conocías el pasado y la pésima reputación que tiene. Porque como la mapuchita no le exige nada, él puede ir por la vida acostándose con cuanta mujer se le ocurra. ¿O acaso nunca te llamó la atención que un hombre de su edad viviera solo? Si pues, porque es un caliente. No me mal interpretes, a mi me encanta Javier. Pero es la verdad. Yo que tú se lo entrego en bandeja a la mapuchita, porque de seguro esa tonta te anda buscando para enrostrarte lo del verano. Dile que se lo regalas.

Manejé lento de vuelta al loft. Tenía razón la Alison, ¿cómo no lo vi? Y me di cuenta que es la primera vez que un hombre me es infiel por calentura solamente, no por amor como mis dos ex maridos. Podía perdonar a Javier, pero la mapuchita seguiría allí, alerta. Además que ella es el tipo de mujer que no le importa quedarse con las sobras de otra.

La única salida victoriosa que me quedaba era ir a hablar con la mapuchita, regalarle a Javier, e irme del loft. Y de paso llamar a Juan Antonio, a ver si a Javier le iba a gustar verme con él.