lunes, 28 de febrero de 2011

Febrero, 2011.

De vuelta en Santiago me dediqué a trabajar. Según el constructor y su experiencia, en alrededor de unos 8 meses podría inaugurar el hostel. Casi me morí cuando lo escuché, pero Mariano me tranquilizó: que mejor que las Fiestas Patrias para recibir un montón de gringos deseosos de vivir la “chilenidad”.

El problema que tuve que resolver fueron los muebles para mi oficina que había encargado y que llegaron antes de lo esperado. Soporté en silencio los retos de Mariano, que para qué cresta me había adelantado tanto, que era la primera y última compra compulsiva que me aguantaba. Tuve que pagar una pequeña bodega para guardarlos. Sin embargo, mientras recorría la casa (usando la imaginación porque está destruida) buscando el mejor lugar para instalar mi oficina, me di cuenta que en el primer piso existe un lugar que puedo acomodar como mi casa. Sí, creo que lo mejor será que viva en el hostel.

Se lo comenté a Mariano el día de los enamorados. Como su “marido” estaba en el norte por trabajo, y Javier tocando en el sur, decidimos arreglarnos y salir en la noche a comer algo rico.

- Hace casi un mes que no ves a Javier. ¿No lo extrañas?
- Es que después de lo que pasó para su cumpleaños, estoy un poco escéptica de la relación que tengo con él.
- Deberías decir celosa, no escéptica.
- Jamás estaré celosa de la mapuchita.
- Es verdad; esa bicht no te llega ni a los talones. Ahora, en honor al día que hoy se celebra, cuéntame de tus planes con tu vida y el hostel, que me tienes intrigado. ¿Un nuevo affaire en el horizonte? ¿Ya planeas serle infiel al amor de tu vida?
- Javier no es el amor de mi vida. Y no, no se trata de hombres lo que te quiero comentar. Necesito que mi oficina también la diseñemos como mi casa. Un pequeñísimo loft, por así decirlo.
- ¿Vas a vivir en el hostel? ¿Y cuál es la razón de dejar al bombón de Javier?
- Porque ese fue mi plan desde el principio: ser millonaria para no tener que soportar a nadie y hacer lo que yo quiera.
- Entiendo entonces que no amas a Javier. Explícame ahora el porqué te fuiste a vivir con él.
- Porque no me quedaba otra. Tendría que haber vuelto a vivir con mis papás, y la plata de los dos arriendos no me alcanza. Y estoy aburrida de hacer lo que Javier quiere. Recuerda que hasta tuve que trabajar para darle en el gusto.
- El pobre bombón no es perfecto, claro que tiene uno de los peores defectos: tacañería. Mejor hagamos un brindis por los amores de nuestra vida, ¡salud!

Lo bueno es que Mariano me dejó libertad absoluta para decorar mi pequeño loft/oficina. También le di instrucciones al constructor para que le diera prioridad a ese lugar del hostel.

Javier llegó de sorpresa el martes 15, con un ramo de rosas rojas y una cajita con forma de corazón, donde venía un colgante de oro, con un corazón pequeñito. Se quedó hasta el jueves en la mañana. Me acompañó a ver los avances de la casa, a una feria de antigüedades, a Independencia, me cocinó rico… más me parecía un hombre culpable que enamorado.

Me tomé el viernes en la tarde. Necesitaba pensar. Subí a la terraza con la botella de vodka y un cooler con agua tónica helada, apagué el teléfono y me puse a anotar en excel los pro y los contra del giro que le quiero dar a mi vida.

VIVIR SOLA:
Puedo hacer lo que me dé la gana
No tengo que soportar la sombra de la mapuchita
Puedo contactar a Juan Antonio libremente
VIVIR CON JAVIER:


Por más que lo pensé, no hubo caso. No fui capaz de anotar nada en la columna de Javier.

Sin embargo, el dejarlo para irme a vivir en el hostel no era el mayor problema. El constructor me dijo que en tres semanas me podía tener “medianamente habitable” mi loft/oficina (“Pero lleno de maestros”, me recordó Mariano). Lo que me complicaba era que me separarían apenas tres cuadras de Javier. No soportaría verlo pasear de la mano con la mapuchita y su mirada de triunfo. Aunque, ¿qué me importa lo que hagan ellos, sin mi finalidad es ser millonaria y libre?

Abrí el papel donde tenía impreso el correo de Juan Antonio. Lo leía por lo menos una vez al día, sobre todo la parte me gustaría mucho verte para ponernos al día en nuestras vidas.

Dudaba el ponerme en contacto con él. Todas mis energías están puestas en mi plan de vida, en ser millonaria, en ser libre, en no depender de nadie, y Juan Antonio con su matrimonio con la china fea sólo podía entorpecer mis planes.
Guardé el correo en mi bolsillo, me tomé el último vodka tónica, y partí al hostel a decirle al constructor que el día 20 de marzo (a un mes de mi cumpleaños) me iría a vivir allá.

lunes, 21 de febrero de 2011

Enero 2011, segunda parte.

- ¿Me equivoqué de habitación?

- -No. Pero el cumpleañero está durmiendo – me dijo en un susurro la mapuchita-. Si quieres me pasas a mí el regalo y yo se lo entrego más tarde.

- ¿Y se puede saber qué haces tú en la habitación de Javier?

- Lo mismo que tú: le vine a entregar su regalo de cumpleaños. ¿Quieres saber lo que era?

- Déjame entrar.

- Te dije que Javier está durmiendo. Quedó tan cansado el pobre.

- Mira mapuchita, no estoy de ánimo para tus estupideces. Ándate a la habitación del pobre tonto que te trajo y déjame entrar.

- Dos cosas, cuica estúpida: mi nombre es Marlene y no me trajo nadie, recuerda que soy cantante.

- Una sola cosa, mapuchita: me da lo mismo tu nombre y que seas cantante o la que lava la ropa. Si no me dejas entrar en este momento, no respondo.

Según Javier, nuestros gritos lo despertaron. Puso una expresión de susto cuando me vio. Se llevó a la mapuchita a un costado, le dijo algo que yo NO escuché, ella se fue con un encogimiento de hombros, y se acercó a darme un abrazo, que por supuesto rechacé. Le tiré el regalo en la cara y bajé a toda prisa los tres pisos.

Me alcanzó en la calle, seguramente se demoró porque se tuvo que poner zapatos.

- ¿Qué te pasó, por qué reaccionas así?

- No te hagas el tonto, Javier.

- Dime de qué me acusas primero, porque la verdad es que no entiendo nada.

- Vengo de Santiago, con todo el trabajo que tengo, hago una reserva para esta noche en el hermoso Cap Ducal, te traigo un regalo que ya lo quisiera para mí, y cuando golpeo la puerta de tu habitación me abre la mapuchita. ¿Qué será lo que me pasa?

- Se llama Marlene, y lo que pasó...

- Le digo mapuchita y punto. Ahora déjame caminar tranquila, porque también vine a trabajar, no eres el centro del universo.

- ¿Me puedes escuchar un poco? Por favor.

- Dime rápido.

- Debo reconocer que la Marlene se me anda insinuando, pero te juro que yo no la tomo en cuenta. Y ahora salimos todos a almorzar para celebrar mi cumpleaños, como siempre lo hacemos, tomé bastante, ella me acompañó a la habitación y yo me quedé dormido, eso es todo.

- ¿Tengo cara de estúpida acaso?

- Es la verdad. Por favor no mal interpretes, además que estoy tan contento que estés acá.

- Necesito estar sola, Javier. De verdad, no me sigas ni vayas al hotel a buscarme. Necesito pensar. Soy capaz de pegarte si haces una de las dos cosas. En serio.

En el hermoso balcón, con una maravillosa vista mar, llamé a Mariano para contarle, llorando de rabia e impotencia. Me escuchó con santa paciencia, analizamos todos los escenarios posibles: me recordó que ella es experta en seducirlo y que él es un espíritu libre; que lo más probable es que ella se aprovechó de su borrachera para meterse en su cama pero de seguro no pasó nada (“Borracho no se para, mi niña”); que por algo me invitó a vivir con él y me llevó a conocer a sus padres; y, finalmente, que vea en mi interior si le creo o no.

Llamé a la Lena, quien se rió apenas me escuchó: Javier está loco por ti, tonta. De seguro la tontorrona esa aprovechó que estaba con copas de más para metérsele en la cama y le arruinaste el plan con tu llegada sorpresa.

Me di un baño de tina muy largo, me tomé un par de vodka tónica y le mandé un mensaje a Javier: “Dame la dirección de dónde tocas esta noche, allá nos veremos”. Me respondió como un adolescente, con sonrisas y corazones.

Aproveché ese impulso que da la rabia para salir a visitar algunos hostels. Pedí un taxi y se me fue la tarde trabajando, lo que me hizo bastante bien porque vi las cosas con otro punto de vista: primero, Javier sólo se acostaba con la mapuchita. No tengo idea si ella es soltera, vive sola, tiene hijos. Pero no tenían una relación propiamente tal. Lo que me llevó a lo segundo, que fue a MÍ a quien él invitó a vivir, no a la tonta fea arrastrada. Entonces me hizo sentido lo que me dijo la Lena, que ella se aprovechó de su borrachera para meterse a su cama.

Me puse un vestido blanco que me marca las curvas, con unas sandalias plateadas maravillosas – de dos temporadas atrás, pero no llegaron a Chile-, pedí un taxi y partí a encontrarme con Javier. Lo mejor fue ver la cara de la mapuchita cuando me vio entrar e instalarme, mientras ella cantaba: abrió unos ojos gigantes, no lo podía creer.

Javier, como todo hombre arrepentido, me llenó de besos, que me veía hermosa, que era su mejor cumpleaños, que le había encantado el abrigo, que me extrañaba tanto. Lo dejé nomás. De reojo vi como la mapuchita mascullaba la rabia.

A la mañana siguiente, mientras Javier dormía profundamente, me puse a revisar mis correos. Mal que mal era viernes y la casa estaba llena de maestros, por lo que le pedí al constructor que me enviara un reporte diario de los avances, porque tenía planeado quedarme hasta el domingo en la mañana con Javier.

Me llamó la atención un correo de un instituto chino, y en el asunto: “Hola, ¿cómo estás?”. Lo abrí.

No, no es un spam. Soy yo, Juan Antonio. Por favor no borres el correo, dame la oportunidad y léelo hasta el final. Te llamará la atención la dirección de correo de dónde te escribo. Te cuento que me independicé, tengo mi propio lugar donde enseño Aikido, desde fines de noviembre. Me ha ido bastante bien hasta el momento. Donde no he sido afortunado es en el matrimonio. Nanako no entiende mi forma de ser como yo pensé. Hemos tenido algunos problemas. Ahora anda en Japón, porque su mamá está enferma, pero también ha sido como una forma de tomarnos un tiempo. Espero que sirva. Lena me contó que estás llena de planes, que quieres tener un hotel, lo que me alegra mucho, de verdad. Bueno, me gustaría mucho verte para ponernos al día en nuestras vidas. Gracias por leer hasta el final. Juan Antonio Soriano Camino.

Me quedé helada y lo tuve que leer tres veces más. ¿Juan Antonio sabe de mí a través de la Lena? Tomé mi celular, salí a la terraza y la llamé.

- ¿Por qué no me has contado que hablas con Juan Antonio de mí?

- Porque me dijiste que no querías saber nada de él.

- Tienes razón. Pero cuéntame, ¿Siempre te pregunta de mi vida, o desde que está mal con la china fea?

- ¿Cómo sabes que está mal con Nanako?

- Me escribió un correo y me contó. Y así fue como me enteré que tú le cuentas de mi vida.

- ¿Supiste que abrió su propio instituto?

- No me digas que fuiste a la inauguración y tampoco me contaste.

- Obvio. Le quedó muy bonito, y fíjate que casi todos los alumnos se fueron con él.

- ¿Y la china fea trabaja con él?

- Claro, si enseñan lo mismo. Ella es buenísima profesora, vieras tú.

- No me interesa, Lena.

- Qué bueno que tengas ganas de hablar de Juan Antonio, porque estoy segura que su fracaso matrimonial tiene que ver contigo. Como él no ha sido capaz de olvidarte, y tú no lo tomas en cuenta, se mete con otras mujeres. O al menos así me lo han contado.

- ¿Le es infiel a la china fea porque todavía no me olvida? Mira la tontera que se te ocurrió, Lena.

- No lo es. Fíjate que cada vez que conversamos, me pregunta por ti, que cómo estás, que estás haciendo, si Javier te trata bien.

- Qué cínico, se pasó.

- ¿Por qué cínico? Está eternamente enamorado de ti.

- Le creo más a la Alison que dice que es un caliente nomás. Y si estuviera enamorado de mi, jamás se hubiera casado con la china.

lunes, 14 de febrero de 2011

Enero 2011, primera parte.

Ando de lo más tranquila. Sí, porque a pesar de todo lo que me ha pasado, sólo pienso en mi finalidad: ser millonaria.

Por eso comienzo con lo más importantante: ya está lista la sociedad (mi papá aparece como el socio mayoritario, pero es sólo papel), compré la casa y mi día se divide en ir a controlar a los maestros, juntarme con Mariano - el diseñador y mi BFF, como me dice en broma-, ir a ferias o a Independencia, lugares que no tenía idea que existían.

Es increíble la cantidad de trabajo que tengo. Es que la casa estaba en un estado bastante deplorable. Sacamos ¡tres! camiones con basura. Increíble. Me ayuda bastante el hecho que Javier anda tocando por casi todo Chile. Si apenas llegamos de Puerto Varas, partió a tocar.

A pesar de todo lo que tengo que hacer, ha sido raro estar sola estas semanas en Santiago, ya que todo el mundo anda de vacaciones. Sobre todo por la ropa de trabajo que uso: jeans viejos, zapatillas gruesas, polera grande (algunas antiguas de Javier), el pelo tomado, y mi bolso con mi pcrosado. Anoto todo, soy de lo más ordenada. Es que tengo que serlo, porque mi papá –quien al principio se mostró desconfiado- anda de lo más orgulloso contándole a todo el mundo que tiene una hija con alma de empresaria, como él. Hablamos casi todas las noches por teléfono, donde yo le cuento los avances, y si tengo algún problema con el constructor -por ejemplo- él lo llama para llamarle la atención.

Lo otro que me complica es que ya no será un hotel boutique, ahora seré dueña de un hostel. Mariano fue quien me convenció. Y con toda razón. Pensar que al inicio no quería trabajar con él, no tanto por el hecho que sea gay y que viva con su “marido” (como él dice), más que nada porque es íntimo amigo de mi mamá, le decoró la casa y la verdad es que no me gusta para nada como la dejó. Según Mariano, hizo lo que mi mamá le dijo: No es mi obra esa casa, mi linda.

Ahora es como mi mejor amigo, ya que la Lena se fue a la playa (de vecina con Francisco, me contó que a la promotora pobretona ya se le onta la panza) y la Lena partió a Estados Unidos donde los parientes de James.

En palabras de Mariano: no tengo experiencia para abrir un hotel boutique. Fue lo primero que me dijo cuando nos reunimos.

- Si quieres ser millonaria, comienza de a poco. Es como si jamás nunca hubieras cocinado, y te pones a preparar un creme brulee.

- ¿No es un poco rasca una hostería?

- Hostel, mi linda, hostel. Grábeselo en esa cabecita linda que tiene.

- No entiendo para qué un hostel y no un hotel boutique.

- Mira, con un hostel no necesitas tener restaurante, lo que en un hotel boutique sí. ¿Te imaginas a cargo de un hotel y además de un restaurante? Una locura, con todas sus letras.

- Pero mi idea es ganar plata Mariano, que vengan gringos a gastar plata a mi hotel.

- Entonces asóciate con el Sheraton o el Hyatt. No me mires con esa cara. El gringo que quiera venir a este barrio a dormir, es porque quiere conocer el verdadero Santiago, esa cosa del barrio, del día a día, ver la historia de la ciudad.

- Gringos pobretones.

- No seas lesa. Gringos estrafalarios y con plata. Ya verás.

Para el cumpleaños de Javier aproveché de matar dos pájaros de un tiro: visité varios hostels de Valparaíso, y lo visité de sorpresa. No le pude hacer la gran celebración que había pensado, ya que tenía todo enero y febrero agendado.

Ese día – el jueves 13- lo llamé tempranísimo para desearle un feliz cumpleaños, y le mentí: que no me esperara ese día, que el sábado viajaba a Valparaíso de todas maneras. No podía esperar a abrazarlo y darle su regalo: un abrigo hermoso de cashimir, ideal para las noches frías en la costa.

Ocurre que el viaje a Puerto Varas me hizo pensar de otra manera. Me trataron tan bien, mis suegros felices porque era la primera vez en mucho tiempo que Javier dejaba de tocar para ir a pasar el año nuevo allá, su hermana atenta a mis requerimientos, la casa fabulosa donde viven. La tarde antes de volver a Santiago, recorriendo a caballo el fundo, me di cuenta que somos iguales socialmente, que nuestras familias son bastantes parecidas, que ya basta de andar preocupándome de Juan Antonio y la china fea, que debo divorciarme cuanto antes de Francisco y hacer mi vida tranquila con Javier, total, si soy millonaria, él también tiene dinero y hasta heredará mucho más.

Con ese espíritu lo llamaba diariamente, mientras lo ponía al día de los avances de la casa, de las ideas que me daba Mariano, que sí, que no se preocupara de sus plantas, que las estoy regando tal y cómo me lo enseñó.

Llegué alrededor de las cuatro de la tarde al Cap Ducal, porque ni loca dormía con todos los músicos cerca en el hotel que se estaban hospendando. Como Javier no me contestó el celular, llamé a Gabriel: Si no te contesta, es que debe estar durmiendo. Estuvo regado el almuerzo del cumpleañero.

Partí al horrendo hotel, pregunté el número de la habitación, golpeé la puerta, y me abre la mapuchita.

Y yo como estúpida, con un hermoso paquete de regalos en la mano.