jueves, 5 de febrero de 2009

El Principio de todo, parte V

Si en diciembre Juan Antonio en Horcón me dijo que nos casáramos… déjeme acordarme… En julio Francisco se pidió unos días y nos fuimos a la nieve… Claro, fue en el hotel que me encontré con una vieja del curso de bonsái. Estábamos cenando con Francisco, tranquilos, cuando esta señora se me acerca y me saluda. Nos presentó al viejo de su marido y se sentaron con nosotros, previa invitación del educado de mi marido. La cosa es que mientras los hombres hablaban de trabajo, ella me contó de Juan Antonio. Habían pasado más de seis meses desde la última vez que lo había visto, y sentí un dolor en el estómago cuando lo nombró. Y la vieja ridícula dale con hablarme de él: que es tan tierno, tan regio, tan inteligente, tan educado, tan sabio. Me tomé como tres vodka tónica en veinte minutos. Después sacó de su cartera una cámara fotográfica porque quería que yo viera las fotos de un paseo del curso de bonsái. Y es por eso que vengo. Es que Juan Antonio no tiene corazón. Me acuerdo y me da rabia. ¿Sabe adónde fue el paseo? En Horcón, en las mismas cabañas donde estuvimos, donde el muy estúpido me pidió matrimonio. Si eso no me da rabia, escúcheme y no me mire así. ¡Andaba con la china fea! Le juro que cuando vi la foto casi me muero. ¿Y ella quién es? Le pregunté a la vieja haciéndome la tonta. Su novia, que niña más dije, me contestó.

Tuve que pedir otro vodka tónica. Miré las fotos varias veces. Es que no lo podía creer. En el mismo lugar donde fuimos tan felices, Juan Antonio estaba con la china horrorosa. ¿No le daba nada posar en el mismo lugar donde estuvimos tan enamorados en diciembre apenas? Le juro que no puedo creer que Juan Antonio sea así. Como si fuera otra persona, una persona sin sentimientos que no le interesa en lo más mínimo los demás.

Dígame doctor, ¿No encuentra usted que me salvé de casarme con Juan Antonio, si cambió tanto en tan poco tiempo?

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