Conocí a
Felipe en el bautizo de Audrey, la hija de la Alison y James. También me
encontré con Francisco y su nueva familia: la promotora, su hijo y me contaron
que estaba esperando el segundo. Estuve a punto de preguntarle si le habían
hecho el ADN al primogénito, pero me contuve. Total, no es mi problema.
El
famoso bautizo parecía matrimonio, creo que invitó cerca de 200 personas. Es que vino toda la parentela de mi Jimmy, y
me quiero lucir, me dijo la Alison como justificación. De todas maneras
sirvió para que James se mordiera la lengua de una vez por todas y me dejara
entrar a su casa, tanta cosa eso de su amistad con Francisco, como si él me
hubiera sido tan fiel en el matrimonio. Aparte me cae pésimo ese gringo, si no
fuera porque es el marido de mi amiga, ni lo saludaría.
Obviamente
que fui una de las más regias. Como fue a mediados de marzo, aproveché de
ponerme un vestido sencillo, pero que me hace lucir la figura esbelta que
tengo, gracias a mis antepasados que nada tienen que ver con los mapuches, gracias
a Dios. Unas sandalias sencillas con un pequeño taco, y listo.
Era el
primer evento que iba después de haber vendido el hostel, y pensaba qué
responder cuando me preguntaran a qué me dedico. Podía decir inversionista,
pero la verdad es que saqué cuentas con mi papá y no me alcanzó para todo lo
que yo quería. Al final me compré dos departamentos de esos que más parecen
lata de sardina en el centro, uno en Concón para arrendar (el que amoblé
pobremente, sólo lo básico) y como todavía no me decido qué hacer con mi vida,
vivo con mis papás. No es tan poco –me dice mi papá- si sumo los dos
departamentos anteriores que obtuve por cada matrimonio. Es verdad que puedo
vivir tranquila, pero por otro lado necesito buscar algo que hacer. El verano
me lo tomé con calma (además que acompañé a la Alison después del parto, nunca
tan mala amiga) y acepté todas las invitaciones que me hicieron: fui al lago Ranco con la Lena y
sus niños, acompañé a mis papás unos días a Concón y hasta fui a Nueva York por
unos días, pero tanto frio me aburrió y me vine antes.
Fue la
Lena quien me mostró a Felipe. Lo encontré feo de inmediato, y pésimamente mal
vestido: pantalón de cotelé café claro (¡a medidos de marzo!), zapatos negros,
una polera horrenda y un chaleco desabrochado, café también.
-
Lena,
¿es una broma?
-
Fíjate
que se me había olvidado de su existencia. Lo he visto en un par de ocasiones.
Es perfecto para ti.
-
¿Cómo
alguien así puede ser perfecto para mí? Me estás faltando el respeto.
-
Nada
que ver, tonta. Mira, se llama Felipe Boutin y es dueño de una empresa, o
varias empresas. Vas a tener que preguntarle a él. Tiene varios hijos, pero
grandes. Creo que cuatro. Vive solo en una gran casa en la punta del cerro.
-
¿Y
cómo sabes tanto?
-
Porque
una vez la Alison me sentó cerca de él en una cena y me contó. Es un poco
tosco, pero se nota que es en el fondo es buena persona. Ven, yo te lo
presento.
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