lunes, 18 de junio de 2012

Felipe Boutin.


Conocí a Felipe en el bautizo de Audrey, la hija de la Alison y James. También me encontré con Francisco y su nueva familia: la promotora, su hijo y me contaron que estaba esperando el segundo. Estuve a punto de preguntarle si le habían hecho el ADN al primogénito, pero me contuve. Total, no es mi problema.

El famoso bautizo parecía matrimonio, creo que invitó cerca de 200 personas. Es que vino toda la parentela de mi Jimmy, y me quiero lucir, me dijo la Alison como justificación. De todas maneras sirvió para que James se mordiera la lengua de una vez por todas y me dejara entrar a su casa, tanta cosa eso de su amistad con Francisco, como si él me hubiera sido tan fiel en el matrimonio. Aparte me cae pésimo ese gringo, si no fuera porque es el marido de mi amiga, ni lo saludaría.

Obviamente que fui una de las más regias. Como fue a mediados de marzo, aproveché de ponerme un vestido sencillo, pero que me hace lucir la figura esbelta que tengo, gracias a mis antepasados que nada tienen que ver con los mapuches, gracias a Dios. Unas sandalias sencillas con un pequeño taco, y listo.

Era el primer evento que iba después de haber vendido el hostel, y pensaba qué responder cuando me preguntaran a qué me dedico. Podía decir inversionista, pero la verdad es que saqué cuentas con mi papá y no me alcanzó para todo lo que yo quería. Al final me compré dos departamentos de esos que más parecen lata de sardina en el centro, uno en Concón para arrendar (el que amoblé pobremente, sólo lo básico) y como todavía no me decido qué hacer con mi vida, vivo con mis papás. No es tan poco –me dice mi papá- si sumo los dos departamentos anteriores que obtuve por cada matrimonio. Es verdad que puedo vivir tranquila, pero por otro lado necesito buscar algo que hacer. El verano me lo tomé con calma (además que acompañé a la Alison después del parto, nunca tan mala amiga) y acepté todas las invitaciones que  me hicieron: fui al lago Ranco con la Lena y sus niños, acompañé a mis papás unos días a Concón y hasta fui a Nueva York por unos días, pero tanto frio me aburrió y me vine antes.

Fue la Lena quien me mostró a Felipe. Lo encontré feo de inmediato, y pésimamente mal vestido: pantalón de cotelé café claro (¡a medidos de marzo!), zapatos negros, una polera horrenda y un chaleco desabrochado, café también.

-          Lena, ¿es una broma?

-          Fíjate que se me había olvidado de su existencia. Lo he visto en un par de ocasiones. Es perfecto para ti.

-          ¿Cómo alguien así puede ser perfecto para mí? Me estás faltando el respeto.

-          Nada que ver, tonta. Mira, se llama Felipe Boutin y es dueño de una empresa, o varias empresas. Vas a tener que preguntarle a él. Tiene varios hijos, pero grandes. Creo que cuatro. Vive solo en una gran casa en la punta del cerro.

-          ¿Y cómo sabes tanto?

-          Porque una vez la Alison me sentó cerca de él en una cena y me contó. Es un poco tosco, pero se nota que es en el fondo es buena persona. Ven, yo te lo presento.

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