lunes, 8 de noviembre de 2010

La sorpresa de Javier.

Javier estuvo misterioso a contar del jueves: salió temprano en la mañana a comprar, llegó lleno de bolsas que guardó en el refrigerador y, ante mi mirada interrogativa, me cerraba el ojo. El viernes temprano de nuevo a la vega, lugar del que llegó cantando e insisitiendo que la próxima vez tenía que ir sí o sí, que ese es el Chile verdadero, que era el colmo que no lo conociera.

Y el viernes (sábado en la madrugada, más bien) cuando llegó de tocar y se acostó a mi lado, me dijo en el oído: mañana ponte muy linda, porque tenemos invitados sorpresa a almorzar.

Entonces el sábado, mientras lo dejé cocinando feliz de la vida y escuchando a Carles Benavent (hasta me aprendí su nombre) partí a la peluquería relajada, ya que el famoso almuerzo con los invitados sorpresa era a las 2 de la tarde.

A las 14:15 me quedé con la llave en la puerta del loft, congelada: escuché la risa de mi mamá. Bajé los escalones de vuelta a la calle, hasta que me di cuenta lo que estaba haciendo. Respiré profundo y entré con mi mejor sonrisa.

- Mi linda, tan lejos que te viniste a vivir. Pero ahora que conozco a Javier, te entiendo perfectamente.

Eso fue lo primero que me dijo mi mamá al saludarme, contenta, con una copa de vino en la mano. Y durante todo el almuerzo (exquisito como siempre) la miré reírse de los chistes de Javier, de compartir anécdotas de París, Bruselas, Roma, Berlín, hablar de música, como si fueran viejos amigos. A las 5 de la tarde se fue, porque tenía una comida con mi papá donde unos amigos. Necesito tiempo para verme regia, le dijo a Javier a modo de despedida.

- Y, ¿qué te pareció la sorpresa?
- Pésima Javier. Pésima. Necesito tomarme algo para el dolor de cabeza que tendré dentro de un minuto.
- Pensé que te iba a gustar el que invitara a tu mamá.
- ¿Y qué te hizo pensar eso?
- Bueno, ya que estamos viviendo juntos, me pareció importante que tu familia supiera donde vives, con quien. Invité a tu papá también, pero tenía un campeonato de golf.
- Son excusas. Si quieres conocerlo, espera que te inviten.
- Ya lo hizo tu mamá. El próximo sábado iremos a almorzar.
- Yo no voy.
- ¿Por qué no?
- Porque no quiero, Javier.
- Tú y tus respuestas de pobre niña rica.
- ¿Quieres que te diga las razones? Porque mi familia se va a horrorizar del barrio donde vivo ahora, que me haya vuelto a separar, que no tengo hijos, que apenas te conozco y ya vivo acá, del mismo hecho que vivamos, que qué le dirán a sus amistades cuando les pregunten por mí... ¿quieres que siga?

Javier me miró largamente, sacó una lata de cerveza del refrigerador, suspiró y me dijo:

- Llevamos casi un mes viviendo juntos y jamás nunca me has preguntado nada de mi parecer. Tampoco hemos hablado de las cosas prácticas, de la plata, de barrer, de cocinar, de trabajar. Te acepté feliz en mi casa, pensando en un proyecto en común, creyendo que nos entenderíamos. Y si invité a tu mamá fue por eso, para unirnos. Incluso hablé con mis papás y nos esperan felices. Pero veo que tú nunca has salido del cascarón social, por así decirlo.
- ¿Del cascarón social? ¿A qué te refieres?
- A que te importa el que dirán, pues mujer. A eso.
- No se trata de eso. Tú te fuiste a los 19 años de Chile, enojado con tus padres. Yo viví con ellos hasta que me casé, con un hombre de nuestro entorno social. No puedes pretender que piense distinto porque ahora vivo contigo.
- Claro que lo pretendo, porque si quieres que esto resulte, tendrás que acostumbrarte a vivir en este barrio, con un músico que no le interesa tener auto ni casa en el balneario de moda.
- Si me estoy acostumbrado al barrio, Javier.
- Mentira. Conoces desde la puerta de la casa hasta la puerta de tu jeep.
- Dame tiempo para acomodarme.
- Incluso he pensado que lo que me dijo la japonesa celosa no es tan lejano a la verdad.
- No seas ridículo.
- No lo soy. Fíjate que varios amigos me advirtieron que tuviera cuidado contigo, por tu forma de vivir, eso de no trabajar, de ser una niña mimada.
- No soy una niña mimada. Soy una mujer grande. Basta con eso.
- Entonces si lo eres, quiero que lleguemos a una serie de acuerdos para poder seguir viviendo juntos. ¿Estás dispuesta?
- Depende del tipo de acuerdo.
- Primero, tienes que hacer algo productivo con tu tiempo. Tienes que trabajar y ganar dinero. Lo siento, pero no gano millones como tu ex marido.
- No quiero trabajar, no lo necesito. Para eso tengo el dinero de los arriendos de mis propiedades.
- ¿Y qué harás todo el día acá, dormir? Porque ni siquiera cocinas o cuidas mis plantas.
- Claro que no lo hago, si no me gusta.
- No te preocupes, que ya encontré el trabajo perfecto para ti. Hasta te va a gustar.
- ¿Y si me niego?
- Primero escucha de que se trata.

6 comentarios:

LadelosSuenios dijo...

Guauuuuu!!!

Ese Javier si es mino!!

Saludos!!

Scarlet dijo...

por que esta galla tiene tantas segundas oportunidades?
Es como por la fe en la vida y optimismo general de la autora, o hay algún mérito oculto que no ha mostrado?
o todo el mundo se merece todas las oportunidades aunque se porten como la mierda y soy solo yo la desgraciada que me cuesta tanto darlas?

Isabel dijo...

Me pregunto lo mismo que Scarlet... de verdad que no entiendo cómo la mina ésta tiene tanta "suerte" para que le soporten todas sus tonterías. Creo ya que es como mucho... no sé, te creo fuese una mina de "alta sociedad" pero simpática o con otros intereses o al menos preocupada por otras realidades... pero tiene cero empatía, es arrogante, avasalladora. Debe ser muy buena en la cama, no se me ocurre otra cosa...

Insisto... dijo...

Yo creo que de conserje,por que como pasa encuevada ahí.Además sirve para atender a sus vecinos por ser tannn simpática :D

SRTA TEMPLARIA dijo...

No sé por q me imagino a Javier tan guapo! tan interesante, tan lindo, tan rico, tan tierno, tan todo!!!

Ahhhhhwww

El autor dijo...

creo que no logro comprender donde comienza la tranca "social" de esta minita. sera que ella se autolavo el cerebro y la mama tiene muy poco que ver?