lunes, 2 de agosto de 2010

Qué se cree.

Dejé de mandarle mensajes a Javier avisándole que iba a estar sola el fin de semana, porque entendí que se le había perdido el celular, de lo contrario me hubiese contestado. Igual le consulté a la Alison si es que sabía algo, pero lo único que me contó fue que tenían los conciertos habituales.


No me quedó otra que ir directamente a su casa, aunque me deprima el barrio. Me estacioné al frente de su loft y estaba indecisa si bajar y tocar el timbre, o esperar un rato que bajara a comprar algo para almorzar, o que llegara un repartidor de pizza. O quizás estuviera durmiendo porque tocó hasta tarde el viernes. Iba a llamar a la Alison por si sabía algo, cuando vi salir a la mapuchita. La seguí por el espejo retrovisor, para asegurarme que no volviera. Entonces me bajé del jeep y toqué el timbre.

Javier estaba con un buzo viejo, con cara de sueño y un poco molesto.


- Estaba durmiendo, anoche me acosté tardísimo.
- Vine porque no contestaste mis mensajes. ¿Se te perdió el celular?
- No, no se me ha perdido.
- ¿Entonces viste mis mensajes?
- Claro que los vi.
- ¿Y por qué no me respondiste?
- Chuta, no sé. ¿Vienes a pedirme explicaciones?
- No, pero no te costaba nada mandarme un mensaje de vuelta.
- Esto me suena a regaño, y que yo sepa, no somos pololos ni pareja ni nada. Es más, tú estás casada.
- Eso no te molestó el fin de semana que te acompañé en el sur. De hecho pensé que teníamos algo, porque lo pasamos bien juntos, tenemos muchas cosas en común.
- Pero claro que tenemos cosas en común, pero lo que nos separa es muy grande.
- ¿Te refieres a Francisco?
- Obvio.
- Y la mapuchita también nos separa. La vi salir de aquí hace poco.
- ¿Hace cuanto rato estás acá afuera?
- Llegué justo cuando la mapuchita salió.
- No le digas así.
- ¿Se quedó contigo desde ayer?
- No tengo porqué contarte lo que hago o no hago con la Marlene o con nadie. Soy un hombre libre, y ella también.
- Te deseo lo mejor con tu libertad.

Me subí al jeep enojadísima, y me fui lo más rápido que pude. ¿Qué se cree el pobretón? Puede que venga de una buena familia, pero su vida dista mucho de la mía y de lo que yo quiero para mí. Llamé a la Lena para irme a almorzar a su casa, quizás un ambiente familiar me ayudaría a pasar la rabia. Claro que mi llamado no fue recibido como yo esperaba.

- ¿Ahora te acuerdas de mi? Harto botada que me tienes.
- Acepto que he sido una mala amiga este último tiempo, pero te lo puedo explicar todo.
- De seguro problemas con esos músicos. Te pasa por tonta, por no escucharme.
- En tu casa me retas, ¿puedo ir?
- Acá te espero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y quiere que la traten como polola... jajaja
harto rara esta mina

Insisto... dijo...

Lo mas raro de todo,es que vaya a pedir explicaciones a su "loft",siendo tan finina ella.Yo nica' voy por unos putos mensajes sin responder.

:D