Juan
Antonio se hizo el loco. Me miró unos segundos con cara de sorpresa, pero
después siguió jugueteando con la mujer esa como si nada.
Subí a
la habitación y pedí tres vodka tónica, y me senté a tomarlos mientras Felipe
seguía roncando. En la mañana le diría que me sentía mal, que me había
enfermado, para que nos fuéramos. No pensaba seguir ni un minuto más con él,
era hora de tomar las riendas de mi vida y hacer lo que yo quiero.
Cuando
estábamos en el lobby esperando que cerraran la cuenta, pasó Juan Antonio. Le
dije algo de disculpa a Felipe y fui a enfrentarlo.
-
¿Por
qué me hiciste esa desconocida anoche?
-
Porque
saludo solamente a la gente que me agrada. ¿Ese tata es tu nueva víctima?
-
Qué
antipático, Juan Antonio. Te desconozco.
Me
alejé, caminando de la forma más orgullosa que pude. Le dije a Felipe que
manejara, porque la verdad tenía mucha rabia. Apenas hablé en el camino de
vuelta, sólo quería llegar a mi casa.
Felipe
se comportó de una manera bien cariñosa, de seguro estaba preocupado por mi
“enfermedad”. Mi mamá estaba en la casa, por lo que estuve obligada a
presentárselo. Un gusto conocer al hombre
misterioso que no tiene tiempo para almorzar con mi hija como la gente, le
dijo de entrada. Lamentable frase, porque quedaron de ponerse de acuerdo un
“día de estos” para que viniera a almorzar.
Me fui
directo a encender el computador, sin escuchar a mi mamá y sus preguntas
tontas. Estaba decidida a encontrar ese mismo día un departamento y hacerme
cargo de la vida tal como me gusta: sin marido, sin hijos, con plata y
libertad. Llamé a la Lena para preguntarle sobre las andanzas de Juan Antonio,
ya que son “íntimos”.
-
Es
que no te puedo contar nada.
-
¿Cómo
es eso?
-
Tal
como soy tu amiga y no le cuento a nadie lo que conversamos, hago lo mismo con
Juan Antonio.
-
¿Es
una broma, Lena? ¿Qué clase de amiga se supone que eres?
-
Una
buena amiga.
-
Nosotras
somos íntimas desde el colegio, ¿De cuándo eres amiga de Juan Antonio? ¿Dos
años? ¿Seis meses?
-
Qué
pesada que eres. Sólo trato de ser justa.
-
Quédate
con tu justicia. Y con tu salón de té también.
-
¿Te
tinca la idea de ser mi socia?
-
Ahora
no, Lena. ¿Cómo podría trabajar tranquila si no existe la lealtad que antes
teníamos?
-
Pucha,
no seas así. Estoy segura que juntas nos irá muy bien, juntamos tu buen gusto y
mi experiencia en la cocina…
-
No
me hagas la pata, Lena. Mira, si yo fuera amiga de tu marido y él me contara
cosas sobre ti, lo primero que haría sería llamarte y decirte todo.
-
Si
sé, tienes razón. ¿Pero de verdad quieres que seamos socias en el salón de té?
-
Te
reconozco que estaba indecisa, pero esta salida con Felipe me sirvió para
aclarar mis ideas.
-
¿Y
cómo te fue con él?
-
Pésimo,
me cargó. Le inventé una enfermedad para venirnos antes. Y allá me encontré con
Juan Antonio, y estuvo bastante mal educado conmigo.
-
Es
que está dolido contigo desde lo de Javier.
-
¡Pero
si ya pasó casi un año!
-
Para
que veas. Sin embargo, siempre siempre me pregunta por ti, que como estás, que
si tienes pareja, dónde estás viviendo, ese tipo de cosas.
-
¿Y
la mujer que andaba, la ubicas?
-
Da
lo mismo, siempre cambia. Está hecho un fresco, lo vieras.
¿Y si
aparte de comprarme un regio departamento, dedicarme al negocio con la Lena,
reconquisto a Juan Antonio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario