Cuando
faltaba menos de un mes para la inauguración del hostel, recibo una llamada de
mi papá para que vayamos almorzar al club. Supuse que tenía ganas de conversar
de los últimos detalles, o darme algún consejo tipo “empresarial”.
Recuerdo
la frase que me dijo, después del brindis con pisco sour:
-
¿Estás
muy encariñada con el hostel o lo venderías por unos buenos pesos?
-
Depende
lo que llames buenos pesos, papá.
-
Me
gusta tu respuesta. Para tener dinero no hay que encariñarse con las cosas
materiales: si sale una buena oportunidad, hay que tomarla.
-
No
se trata tampoco que el hostel me dé lo mismo. Mal que mal, me he dedicado en
cuerpo y alma a sacarlo adelante. Quedó hermoso papá, te mueres las fotos que
clasifiqué para la página web.
-
Tu
mamá me ha hablado maravillas. Y si a ella le gustó, significa que valió cada
peso.
-
Fíjate
que me ha ido a visitar varias veces; incluso ha llevado gente con ella.
-
De
eso te quería hablar, hija.
-
¿De
las visitas de la mamá y que cada vez que va me pregunta que cuándo tendré una
familia como “corresponde”?
-
Ella
se preocupa por ti, eso es todo. No puedes negar que somos una familia
tradicional, súmale que tu hermano tiene cuatro hijos y una mujer maravillosa.
-
Papá,
si quisiste almorzar conmigo para darme la lata del matrimonio y los hijos, te
digo de inmediato que hasta aquí nomás llegamos.
-
Nos
fuimos del tema. Te quiero hablar de otra cosa, de varias.
-
Te
escucho. Pero no toda la tarde, mira que tengo un montón de trabajo con la
inauguración.
-
Hija,
¿Qué me dirías si te cuento que hay gente interesada en comprar tu hostel, y
que con ese dinero podrás cumplir tu sueño?
-
Pero
papá, si vendo el hostel la plata sería tuya. Yo no puse ningún peso. ¿Y de qué
sueño me estás hablando?
-
De
tu sueño de ser millonaria y de no depender de nadie.
-
Seguro
que lo contó la Alison o la Lena. Y yo que confiaba en ellas. ¿Cuál de las dos
fue?
-
Ninguna
me lo dijo. Y es otra cosa que te quiero contar, pero necesito lo siguiente:
que me guardes un secreto, y que tengas apertura de mente.
-
¡Tanto
misterio, papá! Y si tienes una amante u otra familia, no me interesa saber de
tu vida privada.
-
Hija,
durante todos estos años, cada vez que necesito tomar una decisión importante
de negocios, consulto a un oráculo.
-
¿Oráculo?
-
Sí
hija. Voy donde una tarotista muy sabia a pedirle consejo.
-
Papá,
por favor dime que estás hablando en broma. Si toda la vida me enseñaron que el
tarot está en contra de nuestras creencias religiosas, que poco menos es
demoniaco.
-
Como
sé que no tendrás hijos (o que no es tu deseo) no puedes comprender lo que es
la crianza. Es verdad que con tu madre te enseñamos ciertas directrices acordes
a nuestra vida católica, porque nuestra finalidad como padres fue tener hijos formados con valores cristianos, pero no
todo en la vida es tan absoluto, y tú lo sabes. Por algo tienes dos
matrimonios. Y una convivencia.
-
Gracias
a esos dos matrimonios tengo dos propiedades, y gracias a la “convivencia”
–como tú le dices- me dieron ganas de ser independiente, fíjate.
-
No
te estoy cuestionando; no soy tu mamá. Aprendí a aceptar el rumbo que le quieres
dar a tu vida, aunque debo reconocer que me gustaría mucho que me dieras
nietos.
-
Dos
cosas papá: o vas al grano o te juro que me voy. Me tinca que la mamá te envió
y tú sólo te estás yendo por las ramas.
-
De
niña fuiste impetuosa. Bueno, te cuento. Ocurre que una de las visitas que te
hizo tu mamá al hostel fue con un grupo de inversionistas amigos, y les gustó
tanto que me hicieron una oferta. Una excelente oferta. No me mires con esa
cara, mi idea no es lucrar con mi propia hija; el dinero será todo para ti, si
es que aceptas. Como te vi tan entusiasmada en el proyecto, fui donde mi amiga
la tarotista a consultarle. Y ese es el secreto: tu madre se muere si lo sabe.
-
¿Y
salieron buenas cartas que te veo tan entusiasmado?
-
Excelentes.
Y ella me dijo cuál era tu sueño.
-
No
te creo. Seguro fue la Lena o la Alison.
-
No
deberías dudar de tus mejores amigas, ni de la palabra de tu padre.
-
Tienes
razón, papá. Pero no esperes que crea en el tarot ni en esa señora que vas a
ver.
Casi me
morí cuando vi la cantidad de dinero que podía ganar vendiendo el hostel a esos
inversionistas. Resulta que ya habían comprado uno en Valparaíso y otro en San
Pedro de Atacama, y tuve la suerte que les encantó la forma en que lo ambienté.
Claro que mi papá me puso una condición: que fuera a ver a su tarotista. “Te
abrirá la mente; confía en mí”.
Partí
donde la señora tres días después del almuerzo, aunque ya había tomado una
decisión con el dinero de la venta del hostel: compraría varias propiedades,
para poder vivir de las rentas. También tenía ganas de irme de viaje fuera de
Chile, para poder comenzar de cero mi nueva vida. O también podía comprarme un
gran departamento en Concón y vivir allá, comprar los de cerca y así tener
vigilados a mis vecinos/arrendatarios. Claro que pensaba una y otra vez en lo
que diría mi mamá sobre el vivir sola, que ya no soy una adolescente para andar
haciendo tonteras, que cuando sentaría cabeza.
Me costó
llegar a la casa de la señora Mirta. Es que jamás había andado en la Gran Avenida,
tuve que llamar a mi papá para que me indicara, si hasta me daba miedo sacar mi
teléfono para ubicarme, ni hablar de bajar el vidrio y preguntarle a alguien. A
pesar de mis resquemores, su casa era bien monona, como diría mi mamá: tenía un
jardín bien frondoso y los muebles en el interior no se veían como de pobre. Me
llevó a un dormitorio donde ella “atiende”, como se dice, lleno de figuras de
ángeles, budas, incienso y velas.
La
señora Mirta me dijo que mi papá ya le había contado que yo no creía en el
tarot, pero que me agradecía la apertura de mente y la visita. Me hizo respirar
profundo, con los ojos cerrados, revolviendo las cartas. “Esto es pura fe, mi
niña”.
Comenzó
contándome de mi niñez, el colegio, la universidad, de mi familia. Datos que mi
papá perfectamente le podría haber dado. Como me vio cara de aburrida, recogió
todas las cartas y me dijo: ya mi niña,
veamos tu futuro mejor.
Me habló
de Javier: “él no está enamorado de ti, se enamoró de lo que tú representas.
Este hombre quiere una familia, un hogar, está aburrido de la vida que lleva,
eso de vivir solo.” Obvio que le pregunté por la mapuchita:” ¿Tú crees que un
hombre cómo él se casará con una mujer que se le anda ofreciendo sola? No pues
mi niña, él se acuesta con ella, la ocupa casi de junior. Pero para formar
familia, quiere otra cosa. Y la va a encontrar fíjate. Incluso te va a invitar
a su matrimonio”. También salió Francisco, que estaba feliz con su guagua y que
me guardaba mucho rencor, que prendiera unas velitas y rezara para que me
perdone. ¡Prender velas para su perdón! Ni loca, él fue quien me engañó con la
promotora esa. Me da lo mismo su perdón.
De Juan
Antonio me dijo varias cosas: “Alguna vez estuvo muy enamorado de ti, pero cómo
te casaste con otro por la plata, él se resintió por eso. Fíjate que se casó
medio enamorado de la niña oriental, pero ella era muy celosa, más bien
celópata. Ella solita lo echó de su lado. Aunque él se sabe regio y es bien
fresco, no te creas que no. Igual se cuida y no se mete con la gente con la que
trabaja, parece que es como jefe, así lo veo. Él te quiere mucho, incluso la
última vez que estuvieron juntos se ilusionó un poquito, pero tú de nuevo lo desilusionaste.
De todas maneras él ya no confía mucho en ti, le molesta que seas tan fijada en
la plata.”
Después
pasó algo raro. Veía y veía las cartas, cuando de pronto me dice:
-
Mi
niña, ¿te puedo hablar a calzón quitado?
-
¿A
qué se refiere exactamente?
-
Mira,
lo que veo en el tarot es que vives en una dualidad que tienes que aclarar para
poder ser feliz.
-
¿Una
dualidad?
-
A ver, lo que veo en el tarot es que a ti te
gusta mucho el sexo, la vida libre, sin ataduras. Pero por tu formación
familiar, no lo aceptas, reniegas de eso.
-
Creo
que ahora sí que se equivocó.
-
Bueno,
si tú lo dices. Pero es lo que veo. Si quieres le pedimos un consejo al tarot.
-
¿Da
consejos?
-
Los
mejores. Ves, aquí está claro: tienes que casarte con un hombre un poco mayor,
que tenga hijos grandes –para que no te pida - y así poder hacer tu vida
tranquila, porque socialmente te aceptarán, y tú podrás hacer y deshacer. Un
hombre trabajólico, ocupado, ¿me entiendes?
Encontré
tan absurdo eso de la dualidad. No le puse mucha atención, pero debo reconocer
que me dio buenos consejos respecto a las inversiones.
Mientras
se hacían los trámites de la venta del hostel, seguí organizando la inauguración y me puse a
buscar departamentos para comprar –y uno para vivir. También decidí partir por
unas dos semanas a Playa del Carmen, a pensar bien eso de la “dualidad”.