A la mapuchita la conocí aquel día del almuerzo. Le había pedido un café a Javier, porque la tarde ya estaba bien helada. Estábamos en eso en la cocina, cuando suena el timbre. Le pregunto a Javier si espera a alguien, me hace que no con la cabeza y pone cara de molestia cuando escucha quien es por el citófono. No me retes porque vine sin avisar como acordamos, pero justo iba pasando por la pastelería árabe y te traje baklawa, dijo apenas entró al loft. Después, cuando me vio, le preguntó: ¿y ella quién es?
Noté incómodo a Javier. Primero, no nos presentó. Se quedó de pie, sin saber que hacer. Segundo, cuando la mapuchita le dijo: si quieres me voy y no le contestó, agarré mi cartera y le dije, mirándola hacia abajo porque no debe medir más del metro sesenta: no te preocupes, la que se va soy yo.
En vano llamé a la Alison para retarla, como tan pajarona y no averiguar antes que Javier está comprometido. Después de dejarle el mensaje, me llama Javier.
- ¿Por qué te fuiste? Devuélvete, tengo casi listo el café.
- ¿De dónde sacaste mi número? Y ya estoy lejos. Y tú estás con visita.
- Olvídate de la Marlene, ya la despaché.
- ¿Marlene se llama? ¿Y es tu pareja o algo así?
- Nada de nada.
- No te creo, mi intuición femenina me dice que es algo más tuyo.
- Mira, es una historia más o menos larga, pero te la cuento acá, con el café.
- Para otra vez será. Ya estoy lejos, manejo bastante rápido.
Me moría de ganas de volver, pero plato de segunda mesa jamás he sido ni seré. La Alison me contó - después de escuchar mi reto y yo su tarde erótica-, que es una cantante de jazz que se queda con las mijagas que le da Javier, según la opinión de Gabriel. Una amiga con ventaja, resumió la Alison.
Borré a Javier de mi mente y me concentré en trabajar, en recibir los regalos que Francisco me trajo (se pasó para generoso esta vez), en borrar los mensajes de Juan Antonio (que insiste en que nos veamos en un lugar los dos solos) y ayudar a la Alison para que vea a Gabriel a escondidas.
Javier me mandó unas rosas bastante pobretonas a modo de disculpas, pero se las regalé a la niña que es jefa de local. Después me invitó de nuevo a almorzar a su casa, y no le respondí el mensaje.
Que se quede con la mapuchita, él se lo pierde.
6 comentarios:
Todos son iguales...
jamás he sido ni seré? por favor, ahora le falla la memoria.
p'ta la mina hueona
Si le gusta tanto el hueveo no puede ser así de celosa.
Como es que espera exclusividad de los minos si ella tampoco la ofrece... fresca y desubicá
Fijo que caé...todas vuelven a el jajajaaj.
Como que estos minos tienen imán cuando hay un obstáculo por ahí.
Y sipo¡ lindo el fondo que cambiaste.
(ese sería mi aporte...cuek).
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