Finalmente no hubo cena en la casa de la Alison, como ellos son músicos y más bien pájaros nocturnos, fuimos a la casa de Javier Lecaros a almorzar. Viste, si estos huevitos quieren sal, me dijo la Alison feliz de la vida cuando me contó el cambio de planes.
Mi primer problema fue el qué ponerme. Me pregunté una y mil veces, mientras miraba mi vestidor, cómo le gustan las mujeres a los músicos. Descartado el vestirme mal; soy dueña de una tienda de ropa exclusiva y eso es parte de mi vida. Finalmente opté por jeans, unas botas altas de charol burdeos (preciosas!), un beatle negro muy ajustado y un parka que me trajo Francisco de Milán. Es de hace como dos temporadas, pero está muy in.
El segundo problema es que la casa de Javier queda lejísimos. Según la Alison es el centro histórico de la ciudad, pero yo sólo veía casas viejas en el camino. Se me hizo más largo porque nos fuimos cada una en su auto; la Alison tenía planes para irse con Gabriel López hasta Reñaca si fuera necesario.
Javier no vive en una casa propiamente tal: vive en un loft. Según me explicó, la casa pertenecía a una familia de mucho dinero, lo que se nota porque me mostró los detalles de la construcción, de inspiración francesa. Estuvo unos años botada, la compraron e hicieron dos lofts: el del primer piso (creo que vive una pareja de alemanes que tienen como un negocio de bicicletas o algo así) y el segundo, que ocupa Javier. Tiene hasta una linda terraza con muchas plantas, porque Javier ama las plantas. Son como mis hijos, me dijo cuando me las mostró.
Llevé una botella de buen vino al almuerzo, porque nunca se sabe que vino a una le servirán. La Alison, como decía una empleada que tenía mi abuelo en el campo, andaba "vendiendo salud": se puso un vestido mini, con medias negras y botas. ¿No tienes frio?, le pregunté cuando la vi. Quiero que puro me saque la ropa el Gabriel, me respondió muerta de la risa. Se veía regia, no puedo negarlo.
Me sorprendió lo lindo del loft, lo ordenado y pulcro que se veía. Nos recibió Gabriel, porque Javier estaba en la cocina. Lindo él, preparó un risotto maravillo de rico. Es que viví unos años en Italia y así no me morí de hambre, nos dijo. La mesa estaba puesta en la forma correcta, tenían un vino rico, postre y café italiano.
Gabriel no disimuló su deseo por la Alison, y ella tampoco; coquetearon todo el almuerzo (parecían adolescentes) y se fueron con la excusa de ir a comprar agua tónica para que yo tomara vodka.
- Que excusa más mala, ¿más café?
- No, gracias. Muy fuerte para mí.
- Y así nos quedamos solos, porque esos dos no vuelven.
- Así parece.
- ¿Te gustan las plantas? Tengo un jardín realmente hermoso en la terraza.
- Bueno, vamos a ver tus plantas.
3 comentarios:
Pa mi que las Huevonas quieren sal...
los hueones quieren sal...ir a darse jeje
Yo creo que el ya se imagina una hoja de parra en la entrepiernas de la mina. jojojoj
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