lunes, 25 de mayo de 2009

Conversando con Lena III

- ¿De verdad te besó en la boca? ¿Y cómo fue el beso? ¿Con lengua, medio calentón?
- ¡Pero Lena! Que vocabulario. Fue un beso, como los que les das a tu marido.
- No creo, de seguro fue un beso apasionado, porque los besos que le doy a Sven no tienen ninguna gracia.
- ¿Qué crees tú del beso?
- Que le sigues gustando, obvio.
- Puede ser, pero si me cuenta que se va a casar, que quiere cerrar el círculo de nuestra historia, como en esa onda de querer estar bien con su vida antes de casarse con la china fea esa con nombre raro, y luego me da un beso, ¿qué debo pensar?
- Primero, es japonesa y te juro que es bien bonita. Segundo, que creo que se juntó contigo como para probarse así mismo.
- ¿Para ver si le soy indiferente, o algo así?
- Claro, porque la otra explicación que nos queda es que es un fresco.
- No creo, de hecho se me imagina que el pobre debe estar igual de confundido que yo en estos momentos.
- ¿Y qué hacía tu marido en el centro? Que yo sepa le carga y jamás va.
- Todavía no lo veo para preguntarle, pero debe ser por trabajo, porque ahora va bien seguido.
- ¿Y que le vas a decir de Juan Antonio?
- Qué es un amigo gay que tenemos en común. Ni se va a preocupar. Tu profesor gay, por si nos pregunta a las dos alguna vez.
- Pero Juan Antonio no parece gay.
- Apenas lo vio, y es lo que menos me preocupa ahora. Es que te juro Lena que no entiendo el beso que me dio.
- Mira, los hombres son bien básicos. Si te dio un beso, fue porque tenía ganas y punto.
- Pero cuando uno está enamorado no anda besando a cualquiera.
- ¿Acaso él te dijo que está enamorado de la japonesa?
- No, me dijo que había encontrado la luz o la paz, algo así.
- Viste, no está enamorado. Sigo pensando que se juntó con ella luego que decidiste quedarte con Francisco y no casarte con él.
- No fue mi culpa, ya te lo dije. Y él no luchó por mí.
- Y tú tampoco por él.
- Pucha Lena, no me digas esas cosas. Estoy tan nerviosa, tan desconcertada. No sé qué pensar.
- Llámalo y pregúntale.
- ¿Estás loca?
- Yo no, pero si no le preguntas ya te imagino como te vas a poner.
- ¿Me estás diciendo que lo llame y le pregunté que significa el beso que me dio?
- En resumidas cuentas, sí.
- Que atroz, no me atrevo.
- Bueno, entonces llámalo para cerrar la conversación, para desearle buena suerte, algo así.
- Tengo que pensarlo.
- Tómate unos vodka tónica antes, por los nervios.
- Buena idea.
- Se me había olvidado comentarte, pero me llamó la Cota Correa.
- ¿Y qué quería?
- No he hablado con ella porque me llamó a la casa; la nana le tomó el recado.
- ¿Todavía no sacas tus datos personales del facebook?
- Da lo mismo, la pregunta es otra: ¿Contactaste al Flaco Cortés?
- ¡Estás loca!
- Entonces la voy a llamar de vuelta, para ver que quiere.
- Nada bueno de seguro, Lena.

lunes, 18 de mayo de 2009

Las noticias de Juan Antonio

Juan Antonio me saludó caballero como siempre, me dijo que estaba igual de linda y que me agradecía mucho que hubiese aceptado conversar con él. Me intrigó su tono tan comedido, ahora que lo recuerdo, y me pedí el mismo té que él estaba tomando, de pura nerviosa.

Me empezó a hablar de las coincidencias de la vida, que la Lena fuera su alumna y además amiga mía, que sus clases eran muy exitosas, que su nueva religión (esa china o japonesa) le ayudaban mucho en ser feliz. Mientras tanto yo pensaba ¿Y para esto quería conversar conmigo? Por eso, después de escucharlo un rato más, le pregunté:

- Te estás dando muchas vueltas, Juan Antonio. ¿Qué es lo que me quieres decir?
- Se nota que me conoces – me quedó mirando un rato-. Sabes que me cuesta decir las cosas de sopetón.
- Por eso mismo. Como estamos en confianza, puedes decirme lo que sea.
- Me caso. Con Nanako.
- ¿Nanako?
- Así se llama mi novia. Es japonesa.
- ¿Y cuándo se casan?
- En septiembre, idealmente.
- Te felicito. Espero que seas muy feliz – Me salió con rabia, estoy casi segura -. Lo que no entiendo es porqué me lo cuentas.
- Por respeto a lo que tuvimos en el pasado, por el papel importante que tuviste en mi vida.
- Tú lo dijiste: es pasado. Ahora tienes un lindo futuro con… ¿Cómo es que se llama?
- Nanako.
- Si eso es todo lo que tienes que decirme, me voy -. Intenté ponerme de pie pero Juan Antonio me tomó del brazo.
- No te vayas. Es que necesito cerrar este círculo contigo, de una vez por todas.
- ¿De qué me estás hablando, Juan Antonio? ¿Qué círculo? Tú ahora tienes una nueva vida, yo sigo con marido, y eso es todo.
- Es que necesito saber que de verdad me estás felicitando, que de verdad nos podremos encontrar en la calle y saludarnos como buenos amigos, o incluso serlo en facebook.
- Pero obvio que te felicito de verdad. Te mereces ser tan feliz como yo lo soy con Francisco.
- ¿De verdad eres feliz con él?
- ¿Y tú de verdad eres feliz con … Nakako?
- Nanako es su nombre. Y sí, he encontrado la paz con ella.
- Yo pensé que me ibas a decir “encontré el amor con ella”, pero veo que has cambiado – Me miró de nuevo un rato -. ¿Y ella, sabes que te juntaste conmigo?
- No, porque ella no pertenece a esta parte de mi vida.
- ¿Y con cuántas ex más te has juntado para contarles?
- Sólo con una: la que rompió mi corazón.

En ese momento sonó mi celular, cosa que agradecí por un lado (¿qué le podía responder a Juan Antonio?) aunque lamentablemente era Francisco, y no me quedó otra que contestarle. Había pasado recién por fuera del café en el auto y quería saber con quien estaba. Le respondí que estaba con la Lena (que andaba en ese momento en el baño) y un amigo en común que tenemos, que en la casa le contaba más detalles.

- Me tengo que ir – Le mentí a Juan Antonio.
- Pero todavía no terminamos de conversar, y recién llegaste.
- De verdad me tengo que ir. Francisco me está esperando.
- ¿Podemos continuar otro día?
- No le veo la utilidad.

Nos pusimos de pie, y me besó en la boca.

Ni recuerdo cómo llegué a mi casa.

lunes, 11 de mayo de 2009

Preparándome.

Nos quedamos de juntar en una cafetería de esas raras que le gustan ahora a Juan Antonio, que me costó bastante encontrar porque jamás ando por el centro. Obvio que me hice la interesante y, tratando de disimular mi sorpresa por su llamado, le pedí que nos juntáramos dos días después. Mi idea era ir a la peluquería y revisar mi clóset, porque tenía que usar algo que me viera espectacular pero sin que se notara.

Llamé a la Lena para contarle y preguntarle que se le ocurría que podía querer hablar conmigo Juan Antonio. No tengo idea, me respondió.

Para mí estaba clarísimo: sigue enamorado de mí. Ve mis fotos del encuentro, le baja la nostalgia, mira la china esa fea que tiene de pareja, la compara conmigo… no hay donde perderse.

El problema es qué hago si me pide que nos casemos, o que lo volvamos a intentar. ¿Dejo a Francisco? Porque eso de ser infiel no va conmigo; me gustan las cosas claras. Y si dejo a Francisco, ¿dónde viviríamos con Juan Antonio? ¿Estará capacitado para darme el estilo de vida que acostumbro? Me imagino además al pobre Francisco, como sufriría por mí. Aunque él es bastante generoso y puede que entienda mejor de lo que supongo mi situación, y nos separemos como buenos amigos.

Pedí hora a la peluquería para hacerme esos masajes que dejan el pelo espectacular y una manicure y la Lena me acompañó (a regañadientes la verdad) a comprarme ropa del gusto de Juan Antonio. Según ella él es sencillo y no se fijará, pero yo que lo conozco bastante bien sé que le importa que una se vea bonita siempre. Terminé con unos jeans, botas y un suéter que me hacen ver muy regia, pero sencilla, como si me hubiera puesto lo primero que encontré en el clóset.

El mismo día amanecí nerviosísima y hasta Francisco me preguntó que porqué había dormido tan mal. No pude comer nada, me pasé mirando todo el día el reloj maldito. Me subí al jeep una hora antes, así es que manejé lo más lento que pude y escuché música que me relaja. Ni loca llegaba antes a la cita; unos cinco minutos tarde está bien.

Me di cuatro vueltas sin sentido, esperando que pasara el tiempo. Me estacioné lento, caminé tratando de respirar como una vez me enseñaron en yoga, tranquila, y cuando entro al localcito ese, veo a Juan Antonio y su gran sonrisa, poniéndose de pie para ir a mi encuentro.

lunes, 4 de mayo de 2009

Tengo el mejor marido.

La Lena, en su afán que no me vengue de la Cota Correa, me mostró las fotos que tiene en su facebook (obvio que son amigas). Pude ver al Pollo Cortés panzón, corriendo con sus niños, transpirando… asqueroso la verdad. Puede que el pensamiento de Lena no esté tan errado, porque estar casada con un hombre así es suficiente castigo.

Manejando hacia mi casa me di cuenta que Francisco es un gran hombre; cualquiera me envidiaría a mi maridito: se mantiene delgado, es muy buenmozo, y siempre me llena de regalos. Aparte del anillo maravilloso de esmeraldas que me regaló para el encuentro, mínimo una vez por semana llega con algo, puede ser un arreglo espectacular de rosas rojas, una cartera, un perfume… incluso he llegado a pensar que tenerlo tan botado no es bueno, porque muchos fines de semana compartimos tan poquito… quizás debería ir a misa y prometerle a Dios que no pensaré más en Juan Antonio y que trataré de valorar más a Francisco.

Y para comenzar con mis buenas intenciones, le hice una visita sorpresa a mi maridito en su trabajo. Como ya no nos juntamos a almorzar juntos (es que me daba mucha lata) pensé que sería bueno llevarle su café favorito más mi persona. Lamentablemente no estaba, y cuando lo llamé me dijo que estaba en una reunión de negocios en el centro.

Como me sentía de buen ánimo, manejé con la radio fuerte (no tanto para que se escuche desde afuera como lo hacen los rotos) cantando las canciones de amor que tanto me gustan, pensando en Francisco como el mejor hombre que tengo como marido en vez de Juan Antonio, tan mentiroso y poca cosa para mí. Hasta me reí imaginándonos casados, viviendo en su departamento todo chino o japonés y comiendo todo sin carne. Ridícula me vería.

En eso iba, cantando, sintiéndome tan dichosa de la vida que tengo (sobre todo ahora que puedo compararla con las de mis ex horrorosas compañeras) cuando suena mi teléfono, que obviamente contesté sin mirar quien quiera… y escucho la voz de Juan Antonio.